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permitirse pequeños lujos como salir a tomar un helado o una torta en sus cumpleaños, pero Carter jamás pidió más, jamás pidió más ya que sabía que su madre no podía dárselo y jamás se lo reprocho porque ella no tenía ese derecho.
Vio cómo su madre sufrió siendo repudiada por su familia, se fue sin mirar atrás y siguió sin tener miedo a enfrentarse a la vida y ella debía hacer lo mismo. Enfrentarse a lo que vendría y continuar luchando por ella, como Bianca hizo en su juventud y lo seguía haciendo contra el tiempo y el destino.
Por un momento se permitió sollozar, sus lágrimas vetearon su rostro y sin vergüenza alguna ante sus sollozos bajos, necesitaba que decirle a su madre y de allí prepararse para su otro trabajo en limpieza de un edificio de varios negocios, desde bufete de abogados, arquitectos, departamento de marketing, incluso de diseño de interior, y ella se encargaba de que todo estuviera en orden y limpio y así no tener problema alguno.
—¿Qué diablos había hecho en su vida para pasar por todo ello? —reprendió a un ente invisible, a su propia mente por permitirse sentirse hundida, sentirse fracasada —¿Por qué? —se preguntó en un hilo de voz que el sonido de su alrededor ocultó a la perfección —¿Por qué? —repitió, limpiando sus lágrimas con sus manos, dejando que ese frío entumeciera sus músculos, deseando no sentir dolor.
El trayecto incluso de ser largo paso a ser tan corto, tan corta como su vida, no quería enfrentar a su madre, no de esa manera, llorosa, triste y sentirse un punto de fracaso existente. Bajó en su parada, y continuo su camino cabeza gacha, supo que poner una sonrisa en su rostro sería más que necesario, pero su madre se daría cuenta de inmediato que algo pasaba, así que tuvo que pensar bien en que decir y sobre todo que hacer ya que a ella no le era imposible con una sola palabra y tono de voz saber que algo le ocurría.
Entrar al departamento sería lo más duro de la semana, tragó saliva y dudó en abrir la puerta, pero de todos modos tuvo que hacerlo, no podía quedarse en el pasillo toda la noche y menos con su madre en cama, así que soltando el aire contenido de sus pulmones, quitó sus audífonos de los oídos, abrió la puerta, dejó su bolso en el sillón y caminó hacia la habitación, intentó mantener la sonrisa en sus labios cuando la vio.
Su madre estaba más agotada, más débil y delgada, sus ojos verdes habían perdido ese brillo particular y su rostro estaba ya lleno de arrugas para su joven edad —Hola mamá —dijo, acercándose a ella e inclinándose para besar su frente.
—Cariño —su particular sonrisa le rompió el corazón a Carter —¿Cómo te fue en el trabajo? —preguntó —Viniste temprano.
Sonrió, incluso sus ojos brillaron ante las lágrimas y lo único que pudo hacer fue abrazar a su madre para responderle sin mentirle al verla a los ojos —Bien… Por lo visto mi ascenso está cerca —se permitió mentirle, pero que más hacer en un caso como ese —Pedí permiso para poder comer tranquila y estar un momento contigo.
—Felicitaciones Carter —hizo una pausa significativa, frunció el ceño y acarició la espalda de su pequeña niña —Sabía que podrías hacerlo, eres inteligente y muy noble.
—Me daré una ducha mami y así podremos cenar y así darme un poco de tiempo antes de ir a mí otro empleo —se alejó de su madre sin darle su rostro y que pueda notar sus ojos rojos ante sus rebosantes lágrimas. Giró sobre sus talones y camino directo al baño.
Cerró la puerta y apoyándose sobre ella ante el temblor de sus piernas, dio unos pasos hacia adelante y comenzó a desvestirse, necesitaba urgentemente un buen baño, necesitaba urgente una solución a todos sus problemas.
«Despedida, despedida» —repitió una y otra vez bajo la ducha, el darse un baño después de ello no le facilitaba las cosas como pensó. Elevó el rostro hacia arriba dejando que el agua tibia enjuagara la salinidad de sus lágrimas, su vida estaba yendo en picada, sintiéndose por un momento vacía.
Sus sollozos eran bajos, intentando mantener el control de sus emociones, el control de aquellos sentimientos para no alterar a su madre que estaba en cama, su enfermedad se había convertido en metástasis y solo era cuestión de un milagro o esperar y ambas cosas le daban tanto miedo a Carter.
El dolor incluso era peor, mordió su labio con fuerza, alterarla solo complicaba las cosas, complicaba casi todo. Cerró los ojos con fuerza, recordarla joven y sana era lo único que podía hacer, era la única alternativa que le ayudaba a luchar contra el dolor y sobre todo preparándose para una vida en la cual enfrentaría sola con el tiempo, pero se negaba, se negaba a ello.
Sin poder más, sollozo cubriendo su boca con las manos, sentada en el frío azulejo del baño, abrazó sus piernas en busca de algún tipo de consuelo, en busca de un milagro, en busca de ayuda, ayuda que estaba segura jamás vendría, cuantas veces no le había pedido el nombre de su padre, la dirección, incluso un solo dato, pero se negó a ello, su madre se negó a pedir ayuda a un hombre que solamente la olvido, dejando que su pequeña hija pasara la angustiante etapa de las necesidades cuando él tenía los medios para poder cuidar y velar por la seguridad de una niña, pero no, su padre era un desgraciado desalmado que le importo un comino el procrear una hija y dejarla atrás sin más.
Su madre se hizo cargo de todo, desde la comida, las medicinas, pañales, para luego la etapa de preescolar, primaria, secundaria y luego la universidad y ¿Para qué? No tuvo la fuerza necesaria para seguir luchando por lo que ella deseaba.
—¡Dios! —rogó una vez más —¿Cómo pude ser tan tonta? —se reprendió, pensó que todo iría bien, pero como siempre se equivocó y no recibiría el pago para el próximo mes y sobre todo para el tratamiento de su madre. Era un trabajo que pagaba de cierta manera bien, que le daba cierta estabilidad, llevándose ambas manos hacía el rostro, pudo llorar y llorar.
Teniendo el valor para enfrentarla, cerró la llave de la ducha y se envolvió con una toalla, era la hora de verla al rostro. Tomó su uniforme y se cambió, no necesitaba arreglarse ya que era la chica que limpiaba la mierda y el desorden de los aristócratas.
Abrió la puerta, y encontró a su madre con la peineta en mano, sonrió ante ese ritual, su madre siempre la peinaba ya que al tener el cabello largo, Carter usualmente se arrancaba mechones ante los nudos que tenía. Sentir cómo su madre peinaba sus cabello, la relajaba, sobre todo cuando sus fuerzas ya no eran las mismas, pero a una madre jamás se le pasa por desapercibido el dolor de un hijo —Tus ojos están rojos —fue más una afirmación que una pregunta, Bianca podía estar enferma pero no era tonta y conocía a esa chica mejor de lo que uno puede llegar a imaginar.
—Estoy cansada mamá, nada de qué preocuparse y me entró jabón a los ojos —volvió el rostro para ver a su madre con su habitual sonrisa en los labios.
—No seas obcecada, niña. Cuéntame —le pidió con ternura.
Carter tomó la mano de su madre y se volvió por completo hacia ella, la miro a los ojos, aquellos ojos verdes, mientras que las motas de polvo y espirales de luz iluminaban ya su cansado rostro, debía soportar y aguantar la pena —Nada mamá, estamos bien. Siempre salimos de estos baches.
—Supuse que algo te pasaba, viviste callada. Y sí hay que tener un poco de fe.
—Sabes que vengo cansada, como siempre las secretarias del colegio me dan demasiado problema, esas tías son tan desagradables —en parte dijo la verdad, ya que las secretarias del colegio la trataban como la chica de los mandados y no cómo una de ellas —La fe esta sobrevaluada en esta época, no hay milagros, no hay buenas personas, no hay un Dios.
—No digas eso, no puedes culpar a Dios por nuestras malas decisiones. Sobre tu trabajo, siempre puedes cambiar de trabajo —concluyó la madre, trenzándole el cabello a la joven Carter —Además no me gusta que te expreses así de Dios, tenemos que dar gracias que no nos falta la comida.
Dando un suspiro, evitó hacer comentario alguno, ir en contra de los ideales religiosos de su madre acaban en discusiones y no era el momento —Sobre el trabajo no puedo mamá, todavía no puedo permitírmelo —ante esas palabras sintió un nudo en la garganta y su visión se le nublo,