The Empire. Nathan Burckhard

The Empire - Nathan Burckhard


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      —¡Dios! —le gritó al ascensor —¡Cierra ya! ¡Cierra ya!

      —¡Paula, por favor! ¡Espera!

      Dando un paso hacia atrás, intentó mantener el control de su corazón al ver que las puertas comenzaron a ceder, pero no del todo, ya que el brazo poderoso de Salvatore impidió que estas se cerraran finalmente y pudiera separarlos.

      —¡Por favor no! —gritó, intentando detenerlo, pero era tarde —¡No! —replicó negando con la cabeza, pero no sirvió para detenerlo, ya que Salvatore dio un paso dentro de la cabina, llevándose una mano hacia la mata de rizo negros peinándolos hacia atrás —Por qué ahora, Sal, por qué —dijo.

      Los ojos de Paula empezaron a soltar un torrente de lágrimas acumuladas en tantos años, sabía que ese amor jamás se había desvanecido, estaba atrapada entre su propia pasión y eso Salvatore lo sabía a la perfección, acercándose con fuerza a ella, no dudo en tomarla entre sus brazos, besándola con ferviente ardor, respondiendo a sus preguntas.

      —Porque jamás deje de amarte, Paula —entonces las puertas del elevador ocultaron su pasión, el inicio de ese romance interrumpido, el inicio de una traición.

      Paula no pudo resistir el calor de ese beso, y sin pensarlo dos veces, llevó sus manos hacia la cabeza de Salvatore atrayéndolo más, esos besos era como los recordaba a cada momento, esos labios eran cálidos y firmes, exigiendo una respuesta inmediata, que era incapaz de negar.

      Él le sujetó la nuca con la mano y le echó ligeramente la cabeza hacia atrás para profundizar ese beso, acariciándole los labios con la lengua, sin pedir permiso se adentró a las profundidades de su boca, saboreando y deleitándose del dulce sabor a Champagne y menta. Paula no pudo negar que una sensación de dulce ardor recorrió su cuerpo, llenando sus venas de un intenso calor, sintiendo como esa excitación abarcaba lentamente todo su cuerpo, sintió los senos hinchados, las piernas temblorosas y su cuerpo entero pidiendo a gritos que Salvatore satisfaga esa necesidad que de ser eventual fue primordial.

      Paula perdió toda noción del tiempo y lugar, de lo único que era consistente era del calor único de esa piel masculina, el olor que inundaba sus sentidos, la manera en como sus manos exploraban sus curvas, ese beso había desatado más que recuerdos, su libido casi muerto.

      —Espera… Espera —llevó su delicada mano hacia el pecho de Salvatore quien desalineado por esa pasión se detuvo ante esa suplica y el leve empujón de aquella mano que lo obligaba a tomar aire por minutos.

      —¿Qué? ¿Qué pasa? —Salvatore fue consciente de que estaban en un elevador, pero no desea tentar su suerte y decirle su intención por llevarla a su casa, ya que ante su idea ella podía no solo negarse, sino que también ofenderse.

      —No… No aquí.

      —¿Estás segura? —tragó saliva, con miedo ante la respuesta final, enarcó las cejas esperando una respuesta, pero fuese cual fuese, Salvatore estaba decidido a no dejarla ir por segunda vez.

      Paula tan solo asintió arduamente con la cabeza, estaba más que segura, está vez cumpliría su promesa, no lo dejaría ir, el destino había conspirado para que sus caminos se volvieran a reunir y por más que el mundo se parara de cabeza no lo dejaría partir, está vez tenía en sus manos su destino y no dejaría que nada ni nadie se interpusiera entre ellos dos.

      Por un momento Salvatore pensó que se negaba a ser parte de esa aventura, pero al decirle que en ese elevador donde podían ser vistos no era el lugar adecuado, ladeo una sonrisa, curvando sus labios y dándole un casto beso —Mi hogar, te llevaré a mi hogar.

      CAPÍTULO 5

      ONE NIGHT

      La pasión estaba desatada, los besos de Salvatore la hacían olvidar todo, incluso no recordaba cómo es que había llegado tan rápido a ese departamento, por un minuto pudo ver que era inmenso, un diseño minimalista y clásico, conjugaba con varios estilos entre madera, piedra y vidrio, una puerta labrada y brillante de madera, mientras que las ventanas daban acceso a una vista maravillosa de New York en todo su esplendor nocturno.

      Paula no tuvo tiempo para admirar más ya que al tan solo entrar a la casa, Salvatore la llevó a la habitación embriagándola con sus besos y caricias, cerró los ojos y se concentró en la cálida sensación, atribuyéndole una calidad marcadamente erótica y territorial.

      —No pares —susurró ella cuando él se separó ligeramente para poder bajar sus besos hacia su cuello y hombros, saboreando íntimamente cada momento.

      —No tengo intención de parar, ahora ni nunca —le respondió él con voz pastosa contra su garganta, para luego tomarla entre sus brazos, sería una noche especial, una noche que ambos jamás olvidarían.

      Por su cuerpo sentía una calidez que iba recorriendo lentamente sus terminaciones nerviosas, su desesperación por poder recordar a ese amante maravilloso le hizo apresurar las cosas, arrancándole los botones de la camisa de un momento a otro, teniendo acceso a sus hombros anchos y bronceados, su poderoso pecho, musculoso y marcado en sexys pectorales, bajando a un abdomen definido y una deliciosa V que se aproximaba por sus pantalones, fuerte y musculoso con el típico bronceado siciliano, era mejor de lo que recordaba.

      Salvatore no paraba de besar cada parte de ese cuerpo hechicero, había esperado mucho para poder tenerla entre sus brazos, incluso en un momento se resignó a no volverla a ver jamás y no poder incluso cumplir esa promesa, pero dio gracias al tiempo por ayudarlo con su cometido, sin dejar de adorarla, bajó la cremallera de ese vestido, dejando al descubierto sus senos y ese tentador sujetador de encaje negro, deslizándolo delicadamente por su cintura y piernas, necesitaba recordar cada curva, cada lunar de esa piel magnifica y se lo hizo saber de inmediato —Eres perfecta. La mia bella Paula —rodeándole los glúteos con ambas manos, la levantó contra él acercándola, Paula no fue reacia ante esa reacción y caricia, rodeando las masculinas caderas con sus piernas, aferrándose a esa noche de pasión.

      —Por Dios, Salvatore —gimió ella, pero una parte de su mente trataba de hacerle recuperar la cordura perdida, Paula no quería estropear esa oportunidad, deseaba tener a Salvatore en su vida, aunque sea una sola noche.

      Con un movimiento rápido la tumbó sobre la cama, atrapándola entre sus brazos, Paula llegó a la cinturilla de sus pantalones, desabotonándolos y quitándolos tan aprisa como sus manos se lo permitieren, desnudándose de manera rápida como si el tiempo que tenían fuese escaso. Salvatore sin preámbulos la penetró con fuerza, deslizando sus manos sobre sus nalgas y clavando su mirada sobre ella, no deseaba perderse ningún detalle sobre como su rostro cobraba un hermoso tono rosa cuando llegaba a la cumbre del éxtasis, no quería perderse ese brillo característico y mucho menos perderse como sus labios pronunciaban un único nombre, su nombre.

      Después, todo se volvió maravillosamente borroso, sólo fue consciente de sensaciones que su boca causaba por todas partes, subía desde sus pechos hasta el cuello, la garganta, el mentón hasta apoderarse dulce y profundamente de su boca, marcándola como suya, sería suya.

      La noche fue larga, la pasión desbordante y hacer el amor una vez no era suficiente, se saciaron uno al otro, hasta que sus cuerpos quedaron rendidos, uno en brazos del otro, la respiración de Salvatore se fue haciendo ronca y entrecortada a medida que las demandas de la carne lo urgían, perdió el control y buscó alivio con movimientos más rápidos y profundos. Recordando que Paula siempre fue una amante vivaz, pero se mantuvo quieta, tratando de tener la mejor experiencia, mientras que sus uñas se hundían en la espalda bronceada de su amante a medida que las espirales de placer iban alcanzando el clímax, él se estremeció, sintiendo las leves convulsiones de placer, que junto a su cuerpo exprimía cada gota de éxtasis.

      Estrechándola entre sus brazos, sintió como sus latidos acelerados comenzaban a volver a la normalidad hasta caer ambos exhaustos —Fue maravilloso —expresó Salvatore sin dejar de admirar su belleza natural, retirándole algunos mechones de cabellos del rostro, grabó aquella expresión, la sensación de estar dentro de ella, extasiado y saciado, ninguna mujer logró hacerlo en


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