Resistencia y entrenamiento. Mariano García-Verdugo Delmas

Resistencia y entrenamiento - Mariano García-Verdugo Delmas


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de entrenadores menos experimentados. Ha escrito en algún libro los resultados de sus estudios y observaciones.

      Ahora se ha tomado el tiempo de elaborar este libro sobre la capacidad de la resistencia en el deportista y cómo adquirirla para ayudar a otros a entender este complejo concepto y poder aplicarlo en sus métodos de entrenamiento.

      El libro es muy completo y además está muy bien estructurado para facilitar su lectura y, sobre todo, su posterior aplicación en la práctica diaria, que es su principal objetivo. Estoy seguro de que será de gran utilidad a todos los que quieran actualizar sus conocimientos en esta materia.

      No se olvida de relacionar la resistencia con otras importantes capacidades del deportista (fuerza, velocidad y técnica) ni de dar unas bases para programar los entrenamientos de todas estas capacidades con una metodología adecuada.

      Debemos felicitarnos por la aparición de un libro de estas características que, sin duda, ayudará a todo tipo de entrenadores a aplicar mejor sus conocimientos y entusiasmo a la preparación de deportistas de distintos niveles.

      Espero que tenga el éxito y la divulgación que el esfuerzo del autor se merece.

       José María Odriozola

       INTRODUCCIÓN

       Por qué este libro

      A lo largo de muchos años dedicados al entrenamiento de la resistencia se ha venido planteando la necesidad de especificar todo ese maremagno de datos que origina el entrenamiento, aparentemente con muy poca relación entre sí y que en conjunto resultan muy difíciles de concretar. En el entrenamiento de deportistas de resistencia entran un sinfín de variables y contenidos que se aplican mediante tareas muy distintas. Lo mismo es necesario aplicar entrenamientos en forma de circuito que trabajo de halterofilia, carrera, natación, ciclismo, juegos colectivos, etc.

      Cuando termina una temporada y el entrenador se encuentra con ese diario de entrenamiento, comienza el reto de qué hacer con todos esos datos y comentarios para poderlos interpretar y proseguir con una progresión en el entrenamiento del deportista.

      Si el entrenador pretende aumentar un porcentaje de trabajo para la siguiente temporada, la pregunta que surge de inmediato es algo así como: “¿el porcentaje de qué”? ¿Cómo se obtiene un porcentaje de lápices, gomas de borrar, papeles, tomates, manzanas, sillas y artículos de limpieza, por ejemplo? Es preciso reducir todo el entrenamiento a una magnitud común que permita manipular y determinar esos porcentajes.

      El libro trata de acercar el entrenamiento de la resistencia a la moneda común, la energía, y a la manera de consumirla, muy rápidamente en muy poco tiempo o más lentamente, durante más tiempo.

      Para entender mejor la necesidad de una moneda común que permita operar con el entrenamiento de resistencia, utilizaremos el siguiente ejemplo:

      Imaginemos que un consumidor acude a un centro comercial y realiza una serie de compras: artículos de limpieza, comida, ropa, herramientas, papelería, música, electrodomésticos, etc. Si al salir del establecimiento echamos una mirada al carrito de la compra, encontramos un gran número de objetos tan dispares que, si alguien le pregunta por lo que ha comprado, o no será capaz de contestar o, en el mejor de los casos, la respuesta será algo así como: “muchas cosas”, ya que la mayoría de las adquisiciones no guardan relación entre sí.

      En cambio, si al comprador se le pregunta por cuánto se ha gastado, esta cuestión más concreta sí tiene una respuesta, puesto que existe una magnitud capaz de englobar todas las compras: el dinero. Solamente tendrá que mirar la factura y leer el total. Pero no solamente podrá saber el total, sino también cuánto ha costado cada artículo y cuánto ha gastado en grupos de artículos, por ejemplo en alimentación, en limpieza o en electrodomésticos. Así pues, la moneda resulta ese factor que permite cuantificar la compra.

      Si a partir de este momento se plantea modificar las compras para la siguiente vez, estará en condiciones de decidir gastarse un 10% menos en artículos de papelería o un 5% más en alimentación.

      Por otra parte, el comprador, una vez que se ha gastado el dinero que llevaba en la cartera, si necesita seguir realizando compras tendrá que ir al banco para reponer su monedero; si no vuelve a rellenarlo, no podrá seguir adquiriendo artículos.

      Con el entrenamiento sucede algo similar: un deportista corre, salta, lanza y realiza diferentes gestos, pero a primera vista todos los ejercicios tienen poco que ver entre sí.

      Si el entrenador se cuestiona al cabo de un mes sobre qué entrenamiento ha realizado su entrenando, se puede encontrar con una respuesta tan ambigua como la que daría el comprador; algo así como: “muchos ejercicios”. No obstante, existe un factor común capaz de homogeneizar este caos: cada ejercicio consume (cuesta) una cantidad de energía, de forma que el entrenamiento también tiene una “moneda” que puede servir de orientación para manipularla y trabajar con ella. Así, al cabo del mes se podrá cuantificar y decidir la forma de progresión para períodos siguientes.

      La moneda, en este caso la energía consumida, es el ATP, y de la misma manera que hay artículos mucho más caros que otros, también existen ejercicios que demandan más energía que otros; por ejemplo, las carreras de velocidad consumen mucho más ATP en el mismo tiempo que un ejercicio suave a base de trote.

      Sea como sea la “moneda” del ejercicio, el mencionado ATP, se gasta igual que se gasta el dinero del monedero, de modo que si se pretende seguir ejercitándose, debe ser repuesto. La siguiente pregunta que se plantea es: ¿cuál es el banco de donde sacar ese ATP? La respuesta está en los sustratos energéticos, provenientes de la transformación de los alimentos.

      Imaginemos que el comprador guarda su dinero en un mueble con ca-jones (figura I.1) en los que se encuentran los billetes que tiene ordenados por cantidades, de modo que en el de arriba están los de 500 F y así en cuantía decreciente va colocando los billetes en los cajones sucesivos hasta llegar al más bajo, en el que están los de 5 F. Imaginemos ahora que nuestro comprador desea adquirir un televisor. Seguramente para pagarlo utilizará los billetes grandes (cajón superior) y no se le ocurrirá pagarlo con los billetes de 5 F. En cambio, si tiene que comprar el periódico todos los días no acudirá al cajón superior para pagar a diario con un billete de 500 F sino que lo hará con billetes de 5 F, o con monedas fraccionarias. ¿Quiere decir esto que el televisor cuesta más caro? Ni mucho menos; es posible que al cabo del año se haya gastado más dinero comprando el periódico todos los días que adquiriendo el televisor. La única diferencia es que en el primer caso se habrá visto obligado a gastar mucho dinero en poco tiempo y en el segundo poco en poco tiempo, pero a la larga habrá gastado posiblemente más.

      Figura I.1. Similitud entre el almacén de dinero de un comprador y el almacén de energía del deportista. El comprador saca el dinero del banco, mientras que el deportista obtiene su “moneda” de los sustratos energéticos.

      El deportista dispone de un “mueble con cajones” en el que almacena sus reservas de energía (figura I.1). Así, cuando tiene que realizar ejercicios muy intensos que consumen mucha energía en poco tiempo, necesita “billetes más grandes” de ATP, mientras que si efectúa ejercicios poco intensos (más baratos) puede acudir a los cajones inferiores, donde tiene los “billetes más pequeños”. Si por ejemplo un deportista tiene que realizar un esprín de 100 m, acudirá al “cajón de arriba”, mientras que si debe correr un maratón recurrirá al “cajón de abajo”.

      Aprovechando el ejemplo se puede justificar el porqué de este libro: se ha escrito con la idea de simplificar el entrenamiento de la resistencia gracias a la filosofía expuesta, es decir: que a través de esa moneda única que se consume en diferentes cantidades en unidad de tiempo, se pueda estructurar el trabajo por “cajones” para poder no sólo cuantificarlo, sino concretarlo y así programar, diseñar cargas y, en general, trabajar con él.

       A quién va dirigido


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