A cuadro: ocho ensayos en torno a la fotografía, de México y Cuba. Beatriz Bastarrica Mora

A cuadro: ocho ensayos en torno a la fotografía, de México y Cuba - Beatriz Bastarrica Mora


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capítulos revelan, de acuerdo con los intereses de cada autor, las diversas lecturas de las fotografías. Creemos que A cuadro: ocho ensayos en torno a la fotografía, de México y Cuba ofrece a los estudiantes ejemplos concretos de cómo historiar y analizar imágenes, y cómo usarlas a modo de fuente primaria en las ciencias sociales. Además, rescata temas y fotografías originales que permanecían en el cuarto oscuro de la desmemoria.

      Capítulo I

      Pedro Magallanes y el Porfiriato tapatío: fotógrafo de lo público. Fotógrafo de lo íntimo. Fotógrafo moderno

      Beatriz Bastarrica

      Universidad de Guadalajara

      I.

      “Una inmunidad transitoria de la realidad”

      Peter Burke

      Imagen 1

      Fuente: Registro de Domésticos de la Ciudad de Guadalajara, Archivo Municipal de Guadalajara.

      Esta fotografía, que pertenece a la ficha número 2770 del Registro, es el retrato de estudio de Aleja Mayorga, una empleada doméstica que, en 1889, por su trabajo como recamarera ganaba la exigua cantidad de dos pesos mensuales. Aleja aparece vestida en el retrato fotográfico de su ficha personal con un conjunto descoordinado de saco blanco y falda oscura tableada (con mucha probabilidad esta falda fue o bien un regalo de una empleadora o bien una compra en alguna casa de empeño), peinada con dos trenzas y, con una actitud un tanto artificial a ojos actuales, sostiene con las dos manos lo que parece un libro. Cuando fijamos la atención en ese libro, lo que vemos es lo reproducido en la imagen 2:

      Imagen 2

      Fuente: Registro de Domésticos de la Ciudad de Guadalajara, Archivo Municipal de Guadalajara.

      Cuando miramos la imagen con atención, tras unos segundos, podemos adivinar las formas de tres cabezas femeninas con peinados altos, y volteadas de arriba abajo. Es decir: el libro abierto que sostiene Aleja, muestra una imagen literalmente cabeza abajo. ¿Por qué? En la fotografía decimonónica de estudio es habitual que las personas retratadas sostengan o se apoyen en objetos o muebles de diferentes clases, que, a la vez que decoran, dotan de ciertos atributos simbólicos a quien se retrata: canastas de flores, bastones, sillas con respaldos labrados, o, como en este caso, libros. La diferencia con la imagen que nos ocupa es que, generalmente, en estas imágenes no puede apreciarse en absoluto el contenido del libro. En esta fotografía sí se puede, y lo que vemos nos desconcierta, por carecer de un sentido o utilidad claros, y por resultar manifiestamente absurdo.

      En el momento en que descubrí este detalle, desde luego no tenía la respuesta a la pregunta de por qué esto es así, ni siquiera podía afirmar cuál, de entre los varios fotógrafos que trabajaron durante el porfiriato en Guadalajara, había tomado la imagen. Y, aunque hoy en día puedo aventurar al menos una hipótesis, entonces pasarían al menos dos años antes de que esto sucediera.

      Si quien me lee conoce el anglicismo “serendipia”, seguro que estará de acuerdo conmigo cuando narre la segunda parte de esta historia desde la perspectiva de esa mezcla de suerte y adecuada oportunidad que esta supone.

      Sucedió en un mercado de antigüedades de Guadalajara: en uno de sus puestos, y tras mucho hurgar, mover y voltear, encontré un montón de fotografías antiguas, de distintos tipos. Una de ellas me llamó inmediatamente la atención, y estoy segura de que enseguida se comprenderá el porqué. Es la imagen 3:

      Imagen 3

      Fuente: Colección Particular de la autora.

      De repente, y por obra y gracia de dos fotografías de estudio, no solo había quedado resuelto el misterio del autor de la extravagancia del libro volteado. Gracias a este par de fotografías, o más bien gracias a los elementos que representaban, quedaba resuelto, en realidad, el misterio de la autoría de muchas, muchísimas imágenes del Registro de Domésticos, sobre el que yo seguía, en el marco de mi investigación doctoral, trabajando en aquellas fechas. En seguida explicaré por qué.

      Pedro Magallanes vivió en la ciudad de Guadalajara al menos las dos últimas décadas del siglo XIX, y tuvo su estudio en el número 1 de la calle primera del Santuario, en contra esquina del Portal de las Flores.

      En realidad, yo ya había tenido un encuentro historiográfico previo con él, pues muchas de las fotografías que integran el archivo de las hermanas Ana Rosa y Patricia Gutiérrez Castellanos, acervo que compuso y compone una parte importantísima de las fuentes visuales que usé para mi investigación doctoral sobre el vestido y la moda en Guadalajara entre la Reforma y la Revolución, llevan su firma. Una antepasada de las hermanas, quienes son biznietas del General y ex gobernador de Jalisco (1886-87) Francisco Tolentino, llamada Clotilde Cruz, se casó con el fotógrafo probablemente a finales de la década de 1880 o inicios de la de 1890, y las numerosas fotos de su álbum familiar, tomadas por Magallanes en diferentes lugares y circunstancias, terminaron en la colección de las hermanas Castellanos.

      Si hasta el momento de mi epifanía Magallanes me había interesado, circunstancial y lateralmente como fotógrafo debido a su estilo, más dinámico, y más moderno que el de la vaca sagrada de la fotografía tapatía en aquellas fechas, es decir, Octaviano de la Mora, a partir del hallazgo de la imagen firmada, la cosa cambió completamente. Y es que, más allá de la lógica y universal curiosidad que cualquiera sentiría frente a un enigma como este, mis razones para interesarme profundamente en la figura de Magallanes se enraízan en la corriente de pensamiento que ve en la fotografía histórica mucho más que una ilustración visual de acontecimientos “importantes”, y que dota a la cultura de las imágenes de un lugar propio en el pensamiento y la creación historiográficos.


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