La voz del corazón. Javier Revuelta Blanco

La voz del corazón - Javier Revuelta Blanco


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similares ubicadas en el espacio multidimensional. Su función principal consiste en sostener y catalizar el proceso del cambio. En la actualidad, algunos canalizadores están trabajando en equipo con guías o seres inmateriales que asisten a la Tierra en su proceso evolutivo. Es un trabajo muy hermoso que requiere de mucha responsabilidad. El objetivo de esta colaboración es actualizar los «sistemas operativos» del planeta para que este pueda recibir y almacenar los códigos de luz que le están llegando desde el espacio. Una vez obtenidos, la Tierra los libera a través de la rejilla planetaria y las ondas electromagnéticas resultantes resuenan con el ADN de los seres vivos e ingresan la información en su estructura biológica. El resultado es un cambio en la conciencia a nivel planetario.

      La rejilla planetaria82

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      La rejilla planetaria está formada por una serie de redes o matrices energéticas que sirven para almacenar y transmitir la información que está llegando desde el espacio. La Tierra está activando muchos centros energéticos que permanecían dormidos.

      Un ejemplo de cómo están entrando los códigos de luz a la Tierra se puede ver en los círculos de trigo o agroglifos. Estos dibujos geométricos comenzaron a aparecer en los años setenta del siglo xx. Desde entonces se han registrado miles de casos en Alemania, Rusia, Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Japón y otros lugares del mundo. Aparecen en los campos de cultivo y presentan diseños muy hermosos. Algunos han sido hechos por el hombre, pero otros son demasiado complejos o muy grandes (hasta una hectárea, un campo de futbol), lo que haría necesario utilizar instrumentos topográficos para dibujarlos. Todo parece indicar que es imposible hacerlos de forma furtiva, a oscuras y sin dejar huellas. Por otro lado, no hay evidencias de que su autoría sea siempre humana. Algunos investigadores han tomado muestras de círculos que se hallaban separados más de doscientos kilómetros y han encontrado algunas similitudes entre ellos. Por ejemplo, los tallos de las plantas emitían una radiación similar o estaban doblados por el mismo sitio.

      Círculos de trigo o agroglifos83

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      La idea de que más allá de nuestras fronteras haya seres dotados de conciencia que están interviniendo (a favor o en contra) en el proceso evolutivo de la Tierra está dejando de ser una quimera. De acuerdo con el Observatorio Internacional para el Estudio Científico del Fenómeno Ovni (MUFON), los avistamientos de naves espaciales se han incrementado de forma paulatina en los últimos años. Por otra parte, los testimonios de canalizadores que afirman estar en contacto con civilizaciones extraterrestres son muy numerosos y habituales. Personalmente he sido testigo de cinco encuentros con seres alienígenas, de modo que no tengo ninguna duda de su existencia. En cualquier caso, esto tiene que empezar a dejar de sorprendernos. A fin de cuentas, en el universo hay cinco mil millones de galaxias y cada una tiene del orden de doscientos mil millones de estrellas. En la antigüedad, la comunicación con seres de otras dimensiones era habitual. La historia oficial nunca lo ha querido reconocer, pero existen evidencias muy claras en el arte y la cultura de pueblos como los mayas, los egipcios, los sumerios, los griegos y muchos otros.

      Desde la perspectiva del espíritu, la tierra desempeña un papel muy importante en el conjunto del universo pues aspira a convertirse en un centro de información y comunicación a nivel cósmico. Está situada en un nodo galáctico, es decir, un punto por el cual atraviesan muchas frecuencias y vías procedentes de otros rincones del universo. Por eso no es de extrañar que seres de otros lugares estén atentos a lo que sucede aquí y que algunos de ellos deseen ayudarnos a lograr nuestro propósito. Cuando consigamos vivir en paz y en armonía, la Tierra será una gran biblioteca viviente y dará un servicio de inestimable valor a otras razas extraterrestres.

      La ciencia nos dice que el campo electromagnético de la Tierra actúa como soporte vital de la biosfera afectando tanto a la salud como al comportamiento de los seres vivos. No obstante, esta no es su única función. El psicólogo norteamericano Michael Persinger dice que este campo actúa también como conector y transmisor de información de carácter biológico84. En otras palabras, transporta las ondas que emitimos con el cerebro y el corazón y puede provocar cambios en el comportamiento de colectivos enteros o incluso en el de la propia Tierra.

      En el año 1972, la Sociedad para la Meditación Trascendental (MT) y veinticuatro ciudades de Estados Unidos participaron en un ensayo muy revelador. Un grupo de personas fueron entrenadas para producir de forma continuada sentimientos de paz y concordia. El resultado, conocido como el “Efecto Maharishi”, fue sorprendente: durante el tiempo en el que las personas meditaban, los crímenes y la violencia descendían de manera brusca. Sin embargo, cuando el experimento se detuvo, las estadísticas se normalizaron85. Años más tarde, a finales de los ochenta, se repitió la experiencia en el Proyecto de Paz de Oriente Medio. El desenlace fue muy similar. Durante el tiempo en el que las personas se reunían para crear sentimientos de paz, los actos terroristas cesaban por completo.

      La conclusión de este experimento quedó reflejada en una fórmula matemática: el número de meditadores necesario para inhibir la conducta violenta de una población debe ser mayor o igual a la raíz cuadrada del uno por ciento de sus habitantes. En Estados Unidos, por ejemplo, donde viven trescientos treinta millones de personas, se necesitan mil ochocientas dieciséis meditando de forma continuada. En España, donde hay cuarenta y seis millones, bastaría con seiscientos setenta y ocho meditadores para conseguir efectos positivos en todo el país.

      Con estos experimentos quedó demostrado que las personas y los colectivos tenemos capacidad para influir sobre el medio ambiente y sobre la conducta de otros grupos humanos. Esta habilidad depende de nuestra coherencia interna y está relacionada con la intención y la atención que depositamos en lo que hacemos. La cuestión es: ¿cómo podemos desarrollarla? En el instituto norteamericano HeartMath se ha comprobado que la inteligencia intuitiva del corazón incrementa la efectividad de nuestras decisiones. Esto repercute directamente en una mejora de las relaciones86. Cuando las personas sienten gratitud, compasión o bondad, su coherencia cardiaca aumenta, presentan más capacidad de discernimiento y pueden diferenciar mejor lo que sucede en su entorno de lo que les ocurre a ellas mismas. Lo cierto es que, cuando dejamos que el corazón gobierne nuestra vida, el cerebro se armoniza con él y funciona mejor. Va más lento y se sincroniza de forma natural con el campo magnético de la Tierra.

      Investigaciones recientes han observado que el campo electromagnético que crea el corazón es mucho más amplio que el del cerebro (alcanza una distancia de hasta tres metros). Además se comunica con el sistema nervioso central con una anticipación de entre cuatro y cinco segundos, es decir, es el primero en saber lo que está sucediendo. En un experimento llevado a cabo por el neurocientífico y psiquiatra francés David Servan se demostró que después de entrenar a una serie de ejecutivos en la práctica de la coherencia cardiaca, el ochenta por ciento de ellos redujo sus niveles de estrés y dejó de sentirse agotado por su trabajo87.

      El corazón es el órgano que nos dota de coherencia interna. Dicho de otra forma, sabe en tiempo real cómo están afectando a cada una de las partes de nuestro cuerpo los estímulos que recibimos y, con esa información, elabora una respuesta global. Esta respuesta es siempre coherente con el propósito de preservar la salud y la vida. A través del corazón transmitimos información al ADN y al resto del organismo (sistema endocrino, linfático, sanguíneo…). La ciencia ha descubierto que nuestras células tienen receptores específicos para las ondas electromagnéticas que envía el corazón88. De hecho son cientos de veces más sensibles a este tipo de señales que a las químicas89. Hasta hace poco se creía que las células solo recibían información a través de la sangre, pero ahora se sabe que hay otras vías de comunicación.

      La conclusión a la que podemos llegar es que el corazón es el centro de mando de la personalidad y el cerebro el encargado de ejecutar las operaciones. La habilidad de la coherencia cardiaca se basa en un principio muy simple: dejarse llevar


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