Operación Ave. Antonella Gattini
son como dos gotas de agua”. Es cierto, no solo tenemos la misma pigmentación clara de piel, sino que además, ambas poseemos cabello negro y ojos verdes. No obstante, creo que en personalidad soy más parecida a mi padre, más reservada, aunque admito que puedo llegar a ser tan impulsiva como Abany.
La alerta del holófono, utilizando la última reserva de energía, se escucha una vez más.
Paso las hojas con rapidez hasta llegar a la imagen que busco, sabía que lo había visto en alguna parte. ¡El animal que encontré con Neit era un vencejo! Leo de forma apresurada la descripción:
Durante el siglo XXI se podía encontrar esta ave en los continentes de Eurasia y África (…) también conocida como Apus apus (...) era una de las aves que podía pasar más tiempo volando (…) ¡hasta diez meses!
No puedo creerlo, necesito mostrárselo a Neit. Me dispongo a regresar, pero en cuanto levanto el libro para cerrarlo, una hoja se desliza sobre mi pie. Me inclino para recogerla, mi mirada se centra de inmediato en el remitente. Me quedo sin aire de pronto, es una carta escrita por mi madre.
Sentada en el suelo, mis ojos se deslizan por sus palabras:
Mi querida Zabina:
Cuando leas esta carta ya no estaré con ustedes, pero quiero que sepas que los amo más que nada en el mundo, esa fue la principal razón de mi partida.
La Tierra antes era un lugar maravilloso para vivir, lleno de naturaleza, animales y recursos, pero hemos acabado con la mayor parte de eso y corremos el grave riesgo de aniquilar también al planeta. Creo que puedo aportar mucho para revertir esta situación y lucharé para que tengamos un mejor futuro, por ustedes y las futuras generaciones.
¿Recuerdas la canción que te cantaba cuando eras pequeña? Ten presente en los momentos de oscuridad que si el sol se va, tarde o temprano vuelve a salir. Confía en tu instinto y en lo que el universo tiene destinado para ti.
Mi bella Zabina, siempre estarás en mis pensamientos, dondequiera que me encuentre.
Te ama eternamente,
Mamá
La linterna se apaga junto a mi móvil.
“¿Si el sol se va, tarde o temprano vuelve a salir?”. Intento reponerme de la emoción. Si bien he escuchado muchas veces la canción, nunca había puesto atención a su significado.
—“Y cuando el ave veas volar, su vuelo debes seguir…”.
Ahora recuerdo con mayor claridad, era una canción que mi madre entonaba cuando yo era pequeña y las pesadillas me impedían dormir. Luego de partir, comencé a cantársela a Neit para ayudarlo a superar las malas noches. ¿Era una especie de señal? ¿Cómo podía saber mi madre que un ave llegaría? ¿Tendrá relación o será solo una coincidencia? ¿Por qué corremos el riesgo de acabar con el planeta? Decenas de preguntas bombardean mi cabeza. Creí que el libro sería la fuente de las respuestas que necesitaba, pero ha resultado lo contrario.
A pesar de mi confusión, experimento una especie de orgullo hacia mi madre. Su partida cobra un poco más de sentido ahora, eso me entrega mayor esperanza de reencontrarme con ella. Concluyo que, al menos, debo resolver un par de dudas antes de hablar con Neit para evitar confundirlo.
Gracias a mi memoria visual, llego a la puerta de la estancia con los pies intactos. Cierro con mucho cuidado y me dirijo de manera cautelosa hacia mi habitación, aferrando el libro como si fuera mi tesoro más preciado; de alguna forma, lo es.
Este ha sido un día inundado de emociones, mi cabeza es incapaz de procesar más información. Con un último esfuerzo, repaso las escenas de la jornada y el recuerdo de Kay se hace presente. ¿Sabrá algo sobre el ave?
El agotamiento me vence, caigo en un profundo sueño que involucra a un vencejo y a mi madre.
Capítulo II
—¡Arriba, arriba, arriba, mis muchachones!
El abuelo Laus atraviesa el pasillo tocando una pequeña trompeta, otra de sus tantas reliquias. Siempre dice que así se formaban los batallones en tiempos antiguos, durante las guerras, y que Neit y yo somos parte de su batallón. A veces pienso que es un hermano más; si bien es bastante mayor, permanece fiel a su alma de niño.
—El ave… —murmuro.
Durante un segundo, pienso que mis experiencias del día anterior fueron un sueño, hasta que veo en el velador el libro. Lo abro sin demora para contemplar la imagen del vencejo, quiero memorizar su anatomía y toda la información que aparezca sobre él. En cuanto considero que lo he conseguido, escondo el libro bajo mi cama y me levanto para desayunar con mi familia.
La comida transcurre sin mayores sobresaltos. Una vez fuera de casa, mientras camino hacia mi estación luego de dejar a Neit en la suya, recuerdo que tengo pendiente esa conversación con Kay, me intriga saber si tiene información sobre la misteriosa ave.
Para mi decepción, al entrar en la sala me doy cuenta de que no está; es bastante extraño, siempre es uno de los primeros en llegar.
Sin perder tiempo, me siento al lado de Tasz.
—¿Has visto a Kay?
—Eh… ¿Hola? Sí, estoy bien, gracias por preguntar, ¿y tú?
—Disculpa, es que de verdad necesito hablar con él.
—Espera… ¡¿y desde cuándo ustedes hablan?! —Su rostro se tuerce en una mueca cómica—. ¡A menos que estén saliendo y no me lo hayas contado! —Dibuja una sonrisa extraña.
—¿De qué hablas, ridículo? —Saco la pantalla de mi bolso, exasperada.
—Me contarías si tienen algo, ¿verdad? —Hay un tono particular en su voz que no logro descifrar.
—¿Entre tus herramientas no tendrás un destornillador para apretar ese tornillo que se te está cayendo? —Llevo mi dedo índice a la sien y comienzo a girarlo.
Más relajados, nos reímos.
***
Por desgracia, la ausencia de Kay se extiende durante dos días. Es muy extraño que no aparezca en la estación; al igual que yo, nunca falta a clases. A pesar de eso, decido atribuir su inasistencia a un resfriado y no a algo relacionado con la conversación pendiente.
Al terminar la jornada de este segundo día me dirijo a la estación de Neit para recogerlo. Espera sentado donde siempre, aunque esta vez su expresión no es de alegría al verme, sino de curiosidad.
—¿Tienes novio?
Suelto una carcajada, ni siquiera me saludó.
—Pero ¿por qué dices eso, Neit? ¡Ja, ja!
—Entonces, ¿por qué un compañero tuyo me dejó una carta para ti?
—¿Estás seguro? ¿Para mí? ¿Quién?
Sorprendida, me pregunto si tal vez fue Tasz. Sin embargo, recuerdo que salimos casi al mismo tiempo, así que no habría alcanzado a llegar antes que yo.
—Mmm… no sé… Era alto y moreno. Su voz era ronca y tenía el pelo castaño. ¡Ah!, y una cicatriz peculiar en el labio… Es bastante aburrido te voy a decir, ¡le conté uno de mis mejores chistes mientras te esperábamos y ni una mueca! —Saca un papel de su bolsillo—. Dijo que no podía esperar más, así que escribió este mensaje para ti y se fue. Fue Kay.
—Gracias. —Tomo la carta y la guardo en mi mochila.
—¿Y…? ¿No leerás la nota de amor? —Luce intrigado.
—La leeré al llegar a casa. ¡Y no es una nota de amor, cupido! —Comienzo a correr—. ¡Te apuesto a que te gano a casa, lenteja!
Nada más entrar, la frase de Neit llama la atención de todos:
—Zabina