Operación Ave. Antonella Gattini

Operación Ave - Antonella Gattini


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por decir calumnias. —Mi irritación aumenta—. ¿Qué pasa si es un mensaje de tu padre o mi madre pidiendo ayuda?

      Kay permanece en silencio, aún observa el pequeño papel que sujeta con ambas manos, como si esperara que le diera una respuesta. Miro mi holófono, son las ocho en punto. No puedo creer lo rápido que ha pasado el tiempo, parece que han transcurrido diez minutos desde que llegué.

      —Me tengo que ir.

      Me dispongo a comenzar la carrera, pero Kay toma mi brazo.

      —¡Espera! Dame tiempo para procesar esto antes de que le digas algo a Tasz, por favor.

      —Está bien, me parece un acuerdo justo. ¡Nos vemos el lunes!

      Una mueca cómplice se dibuja en su rostro. Resulta curioso, unos días atrás apenas hablábamos y hoy compartimos un secreto de esta magnitud.

      —Zabina, te recuerdo que a partir de hoy la energía se apaga a las nueve. —Es evidente el enfado de mi padre al verme, pero también su alivio.

      Tras un vistazo a mi alrededor, descubro que los miembros de mi familia me han esperado durante varios minutos, pues casi no quedan asistentes en la fiesta.

      —¿Con quién estabas que perdiste la noción del tiempo? —El abuelo Laus insiste en su tono de burla, mientras sube y baja las cejas con rapidez.

      —Con nadie. —Cruzo mi brazo con el suyo—. ¿Cómo la pasaron ustedes?

      ***

      Esta mañana me desperté decidida a comenzar con el plan. Sé que será algo casi imposible de lograr, pero la posibilidad de que mi madre haya enviado ese mensaje tiene el poder suficiente para convencerme de proceder con la hazaña.

      Invierto el día en anotar lo que sé sobre la OGO, además de alternativas posibles e imposibles para llegar a Tedqua. Creo que necesitaremos la ayuda de Tasz; después de varios cálculos, he llegado a la conclusión de que, en lugar de ganas, requerimos una estrategia realista y sólida. Mañana, apenas arribe a la estación, hablaré con Kay y lo convenceré de la importancia de incluir a Tasz como agente activo en la elaboración del plan.

      Tras largas horas, siento que la cabeza me va a explotar por tanta información. Es momento de cerrar el minucioso análisis por hoy.

      —¿Qué haces tan concentrada, Zabina?

      El abuelo Laus está recostado contra el marco de la puerta. Salto del susto y mi corazón se contrae. ¿Cuánto tiempo lleva ahí mirando?

      —Nada… solo un trabajo que tengo que hacer sobre cómo llegar a la OGO… ¡Digo…! Sobre la OGO… —Recojo con rapidez la evidencia esparcida por la habitación.

      —¿Desde cuándo les asignan tareas para hacer en casa?

      —No, en verdad es un trabajo que comenzaremos mañana en clases, pero quiero prepararme para eso, ya sabes… participar más… Tal vez sume créditos extra.

      Sé que mi nerviosismo es evidente, aunque lamento tener que mentirle a mi abuelo. Me encantaría contarle todo, seguro sabría qué hacer. Sin embargo, también estoy segura de que para protegerme, haría lo posible por disuadirme.

      —Me recuerdas tanto a tu madre, querida. Ella también hacía lo impensable por obtener créditos extra, estaba obsesionada con llegar a la OGO. Solo espero que, en caso de ser elegida algún día, te preguntes si vale la pena ir —dice con añoranza. Luego de acercarse a mí, se agacha y besa mi frente—. Buenas noches, mi ya no tan pequeña Zabi.

      Resulta extraño que mi abuelo nombre a mi madre, desde que partió es un tema que siempre se evita en casa. Cada vez que alguien acepta ir a la OGO, inicia un proceso muy duro para la familia, nunca sabes cuándo verás a esa persona otra vez. Imagino que no saber de ella le duele tanto como a mí.

      Siento un nudo en el estómago, una sensación de preocupación se apodera de mi cuerpo. Sé que hay muchas personas en Tedqua; aun así, existe la posibilidad, aunque sea mínima, de que ella haya enviado la nota. Debo ir, no importa si tengo que hacerlo sola.

      Capítulo IV

      Llego con actitud resuelta a la estación. La mañana está soleada. Planeo contarle a Kay lo que decidí y decirle que es libre de acompañarme; en caso de que rehúse, no divulgaré que también vio al pájaro, así lo eximiré de cualquier preocupación.

      Me dispongo a entrar a la sala, pero una mano tira de mi brazo con firmeza.

      —¡Ay! Pero ¡¿qué pasa?! —Me giro sorprendida para descubrir al culpable—. Kay, está claro que no eres muy consciente de la fuerza que tienes. —Froto mi brazo con fuerza.

      —Lo sé, perdón… Ya lo pensé… hagámoslo. —Sus ojos dibujan una expresión audaz.

      —¡Excelente decisión! Me alegra que te sumes a la aventura. ¿Qué te convenció? —Estoy entusiasmada y feliz por tener un acompañante y no enfrentar la situación sola.

      —Ayer lo decidí… Se lo debo a mi madre y a mi hermano. Si es mi padre quien necesita ayuda, es lo mínimo que puedo hacer por mi familia. —Resulta inevitable sentirme identificada con la nostalgia que agrega a sus palabras—. ¿Estás segura de que la mejor forma de llamar a lo que sea que haremos es “aventura”?

      —Concluí que es la mejor manera de llamarla para atenuar de momento la ansiedad por las OGO normas que vamos a romper.

      Las clases transcurren con normalidad. Espero con ansiedad el timbre de salida, la paciencia nunca ha sido mi mejor aliada y no sé cuánto aguantaré sin contarle a Tasz. Acordé con Kay que será mejor conversar sobre la “aventura” al término de la jornada para evitar cualquier sospecha entre nuestros compañeros, sobre todo por parte de Tanya y sus dos seguidoras, quienes no dudarían un segundo en delatarnos.

      Si bien estamos en mi asignatura favorita, biodiversidad de todos los tiempos, me resulta imposible poner atención, mi mente está perdida en los recuerdos de mi madre y el día en que se fue. Con la mente nublada, mis pensamientos viajan en el tiempo hasta detenerse en aquel 15 de marzo, siete años atrás. De pronto estoy ahí, una espectadora, mirando con sigilo desde el marco de la puerta de mi habitación hacia la entrada de nuestra casa. Mi madre sostiene una maleta y mi padre apoya su mano en la puerta, impidiendo su salida.

      —Por favor, no te vayas… Sabes que te necesitamos aquí más que ellos. Puedes rechazar la invitación, te lo ruego, ¡por favor!

      —No, Lascar, tengo que ir.

      —¿Por qué estás tan obsesionada con ir a Tedqua? Puedes aportar desde aquí, junto a tu familia… No hay nada que salvar, Abany. Vamos a estar bien, la OGO se preocupará siempre por nosotros.

      —Por favor, Lacar, tienes que entender. Debo ir, la señal fue muy clara.

      —¡Abany! Eso del ave que viste es un cuento tuyo. Has estado muy estresada, cariño, es solo eso. Queda poco para el proceso de emigración hacia Veronia, podrás pedir una licencia y tomarte un tiempo de descanso. Quizá haga lo mismo y nos dedicaremos a leer juntos y conversar de filosofía como tanto te gusta, ¿qué te parece?

      —Recuerda siempre lo mucho que amo a los niños y a ti, dales un beso de mi parte. Espero volver lo antes posible. —Mi madre tomó la manilla.

      Lágrimas silenciosas cayeron por las mejillas de mi padre, mientras retiraba con lentitud su mano del marco, rendido. El ruido de la puerta al cerrarse marcó un antes y un después en nuestras vidas.

      Escucho mi nombre a lo lejos… hasta que el llamado es cada vez más fuerte.

      —¡La Tierra llamando a Zabina!

      Ante el anuncio de la profesora Oresia, las risas de mis compañeros no se hacen esperar. Reacciono y mi mente regresa a la sala de clases.

      —¡Sí, aquí estoy!

      —¿Me puedes decir el nombre


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