El sello y la pluma. Carlos Ibañez
la cabeza, le dijo “Busca, hijo mío, un reino adecuado para ti, porque en Macedonia no cabes”. Tal el destino de grandeza que le auguraba. Tiempo después puso la educación de Alejandro bajo la tutela del filósofo Aristóteles.
La campaña en Asia de Alejandro se inició en el 335 a.C. Bucéfalo lo acompañaría hasta la batalla contra Poros, en Paura26 a orillas del río Hidaspes en el 326 a.C. Esta sería la última gran batalla librada por Alejandro y también para Bucélafo, que murió en la misma. Alejandro honró con honores a su caballo, haciendo levantar una ciudad, a orillas del río, que llevase su nombre: Alejandría Bucéfala.27
Para sus seguidores, Juan Facundo Quiroga, el Tigre de los llanos, como lo apodaban, se movía entre la realidad y la magia. La relación con su caballo Moro fue célebre, se decía que el instinto del animal le indicaba cómo debía pelear o por dónde atacar primero y que el general entendía y obedecía las señales de su caballo. Eso y tanto más creían.
En el invierno de 1829, las tropas de Quiroga y las del general Paz se cruzaron en La Tablada, una tremenda y agotadora batalla que haría reconocer al vencedor unitario: “me he batido con tropas más aguerridas, más disciplinadas, pero más valientes jamás”. Los federales perdieron. ¡Por algo Moro no quiso dejarse montar por Quiroga ese día! Dos años después, un afortunado tiro de bolas hizo caer prisionero al general Paz y al brigadier Estanislao López quedarse con la provincia de Córdoba. En tránsito por Catamarca, Quiroga se enteró de la noticia y también que López se había apropiado de su caballo Moro. Y aquí comienza una historia, casi increíble. Quiroga era por sobre todas las cosas un hombre de a caballo, y tanto amó a su caballo favorito, el oscuro Moro, que su despojo tuvo consecuencias en la política de la época.
Cuando López ocupo Córdoba, después de la prisión de Paz, uno de sus oficiales rescató el caballo de Quiroga de entre los rezagos del ejército unitario y se lo brindó a López. Éste lo usó un tiempo, luego lo hizo llevar a Santa Fe, su provincia. Cuando Quiroga se entera que su general en jefe se ha quedado con su caballo, explota de ira: ¡Pelear teniendo como jefe a ese gaucho ladrón…! Brama. Al día siguiente anuncia secamente a López su renuncia al mando de la División de Auxiliares de los Andes. Al mismo tiempo escribe a Rosas explicándole las causas de su determinación, éste, a su vez escribe a López pidiéndole que arbitre una solución honorable al asunto. López responde que: “nunca creyó que un caballo que le regalaron en Córdoba fuera el célebre Moro —“Piojo” como él lo había bautizado— de Quiroga, pues mejores se compran por cuatro pesos… Lo he mandado a una isla junto con otros mancarrones, pues es un animal infame en todas sus partes… por supuesto, no tiene inconveniente en devolverlo a Quiroga, aunque —insiste— es un caballo ordinario”. La semilla del rencor estaba plantada y se agravaría desde entonces.
Rosas, convertido en árbitro, sacará partido de esta rivalidad, sumando al riojano a su posición. Hombre de campo él también, comprendió desde el principio lo que significaba para Quiroga la pérdida de su caballo, lo que no alcanzaba a imaginar era la función esotérica que los seguidores de Quiroga le asignaban. Rosas, entonces, acudió a la intermediación de su primo Tomás de Anchorena, para disuadir a Quiroga que desistiera de su renuncia al mando de la División de Auxiliares de los Andes. Quiroga respondería en los siguientes términos, que ponen en evidencia su estado emocional, “… pasarán siglos —dice refiriéndose a Moro— para que salga otro igual… no soy capaz de recibir en cambio de ese caballo el valor que contiene toda la República Argentina…”.28
25 Suetonio: La Vida de los doce Césares, Editorial Atlántida, 1943 (biografía de Calígula)
26 Paura, reino indio ubicado en el Punyab que hoy día es parte de Pakistán cerca del río Jhelum, tributario del río Indo.
27 Plutarco, Grandes Figuras de Grecia, Editorial Atlántida, 1957 (biografía de Alejandro)
28 Fuentes consultadas: Correspondencia entre Rosas, Quiroga y López, Hachette, 1958; Domingo Faustino Sarmiento: Facundo, Ediciones Selectas, 1965; Félix Luna: Los caudillos, Planeta, 2000.
El pensamiento económico de Belgrano
Sello postal: Centenario del fallecimiento del Gral. Manuel Belgrano
Sello conmemorativo emitido con motivo del primer centenario del fallecimiento de Manuel Belgrano. Viñeta: busto de Belgrano; impresión offset en verde y azul. Leyenda: “Gral. MANUEL BELGRANO – CENTENARIO DE SU MUERTE 1820-1920”. Valor: 12cts. Fecha de emisión: 18 de junio de 1920.
Historia
¿Quién era Belgrano? Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano y Peri, tal su nombre completo, nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, estudió en el Real Colegio de San Carlos, posteriormente estudió Leyes en la Universidad de Salamanca, España. Políglota, hablaba francés, inglés, portugués, latín, además de su lengua de origen. Regresó a Buenos Aires en el año 1794 designado por la Corona para ejercer como Secretario del Real Consulado.
La función del Consulado era proponer iniciativas que fomentaran el comercio, la infraestructura y las artes y ciencias. Rara vez Belgrano logró la aceptación de las Memorias que elevaba a la Corona. En el plano institucional, el virrey ejercía lo que podríamos llamar el “poder ejecutivo”; en orden de importancia lo seguía la Audiencia —Buenos Aires dependía de la Audiencia de Charcas—, una suerte de cámara de justicia y finalmente estaba el Cabildo, que oficiaba de gobierno municipal.
En el año 1776, la Corona española crea el virreinato del Río de la Plata, que abarcaba al Río de la Plata (ambas márgenes), Paraguay, Charcas (Alto Perú), Tucumán y Cuyo. Hasta ese momento, tanto Buenos Aires como la Capitanía de Chile dependían de Lima. (Nótese que Chile quedaba con una jerarquía inferior a Buenos Aires). La separación y creación de un nuevo Virreinato tenía sus motivos. Las riquezas que se explotaban en las Colonias salían por el Pacífico, que era la ruta obligada hacia la Metrópoli, para lo cual debía circundarse el continente por el Cabo de Hornos, de muy peligrosa travesía. Tentar la ruta atlántica por el norte del continente sudamericano o el caribe tampoco era sencillo para los españoles, ya que en esos puertos predominaban los ingleses, franceses, portugueses, holandeses y campeaba la piratería. Las rutas terrestres eran arduas y costosas, de allí la relevancia del dominio navegable de los ríos interiores que desembocaban al Río de la Plata, y la importancia comercial que adquiría entonces el puerto de Buenos Aires.
El mercantilismo era la política económica que la Corona practicaba en las Colonias, consistente en extraer las riquezas, especialmente metales preciosos: oro y plata y materias primas, e introducir a cambio los productos manufacturados en la Metrópolis; ejerciendo un comercio monopólico y proteccionista que expoliaba a las Colonias en exclusivo beneficio de España. El mercantilismo fue la política económica predominante en Europa entre los siglos XV y XIX. Pero el paradigma estaba cambiando, de a poco se imponían las ideas de libre comercio. Surgirán entonces las ideas fisiocráticas29 que proponía Francois Quesnay contra toda regulación estatal, fundada en que la política económica mercantilista contrariaba las “leyes naturales”. Belgrano, adhirió a estas ideas.
El tipo de mercantilismo que España