Interculturalidad, arte y saberes tradicionales. Bertha Yolanda Quintero Maciel
Se frena la objetivación, abstracción y generalización, y se acelera la subjetivación, la familiaridad inmediata y la cultura nativa.
26 González, op. cit., pp. 222-224.
27 Ibidem, p. 222.
28 Idem.
29 G. Bueno (1997). El mito de la cultura. Barcelona: Editorial Prensa Ibérica, pp. 12 y 63. El filósofo hace una reflexión interesante al cuestionar que el prestigio gnoseológico de un contenido cultural tenga “la virtud suficiente para dignificar la ‘ontología’ de ese mismo contenido”.
30 Bourdieu, op. cit., p. 27.
31 El estereotipo de la relación entre padres e hijos marca la normatividad, pero en los relatos singularizados aparecen las personas y tras ellas la afectividad que las une, siempre dicho de forma sencilla pero significativa.
32 Alejandro Herranz en Seminario de Fuentes Orales. F. J. Martínez (ed.) (2001). Años de pobreza contados por nuestras abuelas y abuelos. Madrid: ies Giner de los Ríos, p. 74. El relato se refiere a los años de la primera posguerra, en los cuarenta del siglo xx, en algún lugar de la España rural.
33 Paula López en Seminario de Fuentes Orales. Op. cit.
34 P. Díaz (2016). Vida de Antonio y Carmelita. La militancia jornalera en Andalucía (1950-2000). Madrid: Los Libros de la Catarata, p. 127.
35 Josep María Esquirol se muestra convencido de que “quien no perciba lo más sencillo, tampoco sentirá lo más hondo. Paralelamente, una cultura alejada de la sencillez es también una cultura alejada de la profundidad”. Esquirol, op. cit., p. 16.
36 La degustación empezó a ser un lugar de socialización, sobre todo para las mujeres, a partir de los años setenta del siglo xx.
37 R. G. Collingwood mantiene que “no hay hechos en historia, sino acciones que expresan algún pensamiento”. González, op. cit., p. 169.
38 El vecindario no es el movimiento vecinal. Este último cuenta con un plataforma organizativa básica que fueron las asociaciones de vecinos. Según Pedro Ibarra, la identidad vecinal “aparecía cuando se otorgaba sentido a vivir en un determinado espacio urbano”. P. Ibarra (2016). Memoria del antifranquismo en el País Vasco. Por qué lo hicimos (1966-1976). Pamplona: Pamiela, p. 106.
39 J. C. Romera (2016). Génesis y desarrollo del pensamiento antifascista en tres generaciones durante la dictadura franquista: la razón social. Estudio de infancia y juventud de las clases populares antifascistas en Bizkaia y Gipuzkoa (tesis de doctorado). upv/ehu, España.
40 Steiner, op. cit., p. 154.
41 Ibidem, p. 153.
42 González, op. cit., p. 169.
43 F. Cruces (2007). De cucharas y corazones. Encarnación y densidad semántica en la cultura expresiva contemporánea. Documento repartido en el curso Fuentes para la antropología de Castilla y León. Escritura y oralidad. El Barco de Ávila.
44 Josep María Esquirol señala lo mismo cuando comenta que “un acontecimiento es un hecho desbordante de significación”, es decir, irreductible a la mera constatación o a la explicación causal. “Celebraciones, blasfemias, plegarias y lamentos, son la expresión espontánea, pero honda, de que el mundo humano rebasa los simples hechos” y el autor dice algo muy interesante cuando vincula a aquellas con la sabiduría inmemorial que no reduce la significación.
45 González, op. cit., p. 170.
46 Más adecuado sería denominarlo red social física, agregado o conjunto social, pues no todos los miembros de la red se conocen entre sí.
47 En realidad, tras finalizar la guerra no podemos hablar de verdadera paz.
48 Los testimonios que documentan oralmente el ejercicio de la solidaridad entre las capas populares son muy abundantes, y todos refuerzan dos juicios claros: por una parte, la intensidad de la represión ejercida sobre el bando perdedor de forma indiscriminada, y, por otra, la enorme capacidad de sacrificio, dirigido a la solidaridad de las redes familiares extensas y vecinales. Arantxa Garaikoetxea (Sestao, 1949) cuenta lo siguiente: “Un hermano de mi madre estuvo a pena de muerte, también por ser nacionalista. Estaba en el batallón Gordexola de Barakaldo […] y sufrieron bastante. Al final le conmutaron la pena de muerte, pero esa fue un poquito la tragedia que vivieron un poco mi ‘ama’ (‘madre’ en lengua vasca), que fue la que más iba a Larrinaga o al Estado Mayor, a llevarle comida, ropa…”. B. Solé y Beatriz Díaz (2013). Era más la miseria que el miedo. Mujeres y Franquismo en el Gran Bilbao: Represión y Resistencias. Bilbao: Asociación Vizcaína de Investigación Histórica, p. 29.
49 La comunidad también se fracturó, las denuncias son prueba de ello, y se agregan al vecindario familias populares, pero del bando vencedor, lo que entre rechazo, recelo y necesidad de convivir, se añaden características nuevas, si bien el calado de estas últimas parecen ser periféricas.
50 Negrín fue jefe de Gobierno en los años de la Guerra Civil, durante la Segunda República Española.
51 El espacio de la sociabilidad es contado como espacio biográfico comparativo, es decir, genealógico.
52 Son los sobrenombres, apodos y motes un espacio lingüístico de mucho interés desde los estudios de la sociabilidad, tal y como Maurice Agulhon la entendió y desarrolló. M. Agulhon (2016). Política, imágenes, sociabilidades. De 1789 a 1989. Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza, pp. 103-118.
53 Sobre la construcción y recepción de las identidades de género en la cultura visual del periodo autárquico en España (1938-1953), es fundamental el libro de María Roson, Género, memoria y cultura visual en el primer franquismo. Materiales cotidianos más allá del arte.
La muerte