Bell: La vida es puro cuento. P. S. Brandon

Bell: La vida es puro cuento - P. S. Brandon


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me mostraba ante a mí mismo como un pavorreal. Mientras tocaba mi cuerpo, moví el espejo justo en frente de mi cama, lo recargué en una silla y en una maleta y me puse en posición para hacerlo.

      Me recosté bocabajo y comencé a frotarme contra la cama. Ya había perdido la erección, así que mi verga se empezó a hinchar poco a poco. No apartaba la vista en mi espejo. Me veía y admiraba mi rostro excitado. Me giré y puse una almohada para descansar mi cabeza. La doblé hacia atrás para no dejar de ver mi reflejo y comencé a acariciar todo mi cuerpo, empezando desde mis pezones, pellizcándolos, y después por mis axilas, jalando los vellos. Después me concentré en mi verga. Recorrí mi prepucio dejando la cabeza descubierta y únicamente tironeaba, de arriba abajo. Hacía incluso aún más sonidos y movía mi cadera, también de arriba abajo, mientras descansaba en mi cama, como si estuviera cogiendo y montaran mi verga.

      La luz del atardecer atraviesa la puerta de cristal que da a un pequeño balcón del cual puedo ver casi todo, donde acostumbro fumarme un cigarrillo, para poder ver el atardecer o solamente para distraerme y gozar de un buen tabaco o de mi café matutino o un té. La luz me da en la cara, y eso ha hecho que se me ocurra una idea: masturbarme en la puerta. Me levanto y camino a la puerta aún con mi miembro en la mano. Continúo mi jugueteo y otra vez. Todo mi cuerpo se sacude moviéndome de arriba hacia abajo por el movimiento del acto. A pesar de que me paro con la misma firmeza que está parada mi verga, el deseo hace que me quiera caer al suelo y seguir tironeando. Y los orgasmos y gemidos aumentan, lo que indica que estoy por venirme. Los instantes justo antes de la eyaculación son divinos. Es como una explosión, una energía que ha estado contenida mucho tiempo y de repente todo se libera.

      Siento que está llegando, y me preparo para ver cómo eyacularé, justo como el tapón de una botella a punto de salir disparado. La presión sube y mi eyaculación es el alivio de esta tensión acumulada. El semen sube y explota de mi pene, y la expulsión va acompañada de los espasmos más vigorizantes y satisfactorios que pude haber experimentado. Al fin he liberado al genio de su botella.

      –Haz que crea que puedes ser más excitante; mínimo, más interesante. Porque puedo buscar con quién o qué remplazarte.

      En lo que a mí concierne, yo siempre tengo razón. Aunque les duela admitirlo, yo siempre la tengo.

      Soy el amigo que siempre dice: “Te lo dije”. Cuando doy mi brazo a torcer, es porque no tengo razón (y es muy raro que no la tenga) o porque es imposible sacar a un bruto de su negación. Pero a quien nunca pude hacer entender fue a Esmeralda, a quien, por desgracia y en el peor momento, le tocó tomar una decisión.

      A mi conocida (ya que me demostró que no éramos amigos): No siempre tendrás las cosas como tú las quieras; a veces tienes que dar tu brazo a torcer. Debes de entender que no siempre has de ganar tú.

      Es tarde, y no puedo empezar porque Bell no está.

      El ensayo lleva veinte minutos de haber empezado y Bell no aparece. Es una diva total, aunque debo admitir que también yo lo soy: yo también acabo de llegar al teatro.

      Bell llega corriendo, casi cuando empieza la pista de nuestra canción, y comienza a cantar mientras sube las escaleras al escenario.

      A mí me encanta estar cantando todo el día. Pensé en comenzar a cantar su canción, pero en los últimos ensayos he escuchado a varias personas que se quejan de mí. Me hago la idea de que es por envidia, porque ellos no pueden cantar como yo.

      Por años he sido muy insegura, hasta que decidí hacer un cambio radical con mi vida: comenzar a vestirme bien, salir con personas más interesantes y tratar de aprenderles algo y generar algo original conmigo misma. Y he logrado un cambio excelente.

      Después de terminar la canción, tuvimos un descanso, y al instante tomé mi celular y comencé a mensajearme con Manuel, mi novio.

      Todos los días a toda hora hablaba con él. Amaba que fuéramos juntos a cenar o a comer. Eran pocas las veces que podía verlo a solas. Siempre nos la vivíamos de fiesta.

      Manuel era un sueño. Nunca me dejaba pagar. Él siempre me decía: “El hombre paga”, excepto en su cumpleaños. En esa ocasión yo lo invité y me gasté cuatro mil pesos en una comida.

      Por desgracia, con Manuel no fue mi primera vez; porque cuando él y yo hacíamos el amor, era muy lindo. La manera en la que me besaba el cuello, poco a poco me prendía, y siempre trataba de que fuera yo quien experimentara más sensaciones.

      Le gustaba empezar dándome sexo oral. La manera en la que su lengua se deslizaba entre mi vulva y comenzaba a lubricar… Después empezaba a meter sus dedos para acariciar mis entrañas, y después, cuando él sentía que ya estaba húmeda, él tomaba su miembro, que ya estaba endurecido, y lo introducía con delicadeza. Conforme el acto incrementaba, lo empezábamos a hacer más duro. Cambiábamos de posiciones. Por lo regular, él era el que me montaba hasta que concluíamos en un acto de éxtasis mutuo en mi orgasmo y su eyaculación.

      Por el primer semestre de la relación, estuvo bien, pero yo me enfadé de esa rutina tan complaciente. Le pedí que fuéramos más salvajes y atrevidos.

      Mi apetito sexual empezaba a crecer. Tenía ganas de probar cosas nuevas. Éramos como complementos perfectos y sin duda quería experimentar de todo con él. Le comenté que hiciéramos el acto sexual más intenso, que me dejara a mí prenderlo con juegos de rol o que buscáramos cómo hacer más complaciente e intenso el acto. Había considerado los actos más depravados, como un día que le empecé a dar sexo oral cuando estábamos drogados con hierba.

      Estábamos hablando de que iríamos a la fiesta de Pablo, pensábamos ir ambos vestidos iguales con camisas de animal print, como en varias ocasiones anteriores en que le pedía que nos fuéramos vestidos igual. Le dije que antes de irnos a la fiesta pasara a mi casa para poder coger, ya que estaba muy estresada por los ensayos, y además tenía una semana sin coger y estaba yo muy deseosa.

      Bell interrumpió, porque quería seguir practicando una parte de la canción, una nota que le costaba trabajo.

      Había varias personas cerca de nosotros, y escuchaba que conversaban a susurros a nuestras espaldas. Sabía que nos criticaban, pero era por envidia. No había nadie tan talentoso como nosotros, ya que siempre recibíamos halagos de la directora de la obra.

      Había invitado a Bell a la fiesta de hoy, pero tenía una reunión con sus amigos. Era una reunión después de ir a un partido de fútbol y porque se quería distraer, pero yo no quería ir a una reunión pequeña, yo quería reventarme, así que comencé a hacerle una escena, para que me acompañara a mí:

      –Deja de depender de ellos. ¿No tienes más personas con las cuales salir? ¿No sientes que se hace monótono? Seguir en el mismo círculo… Ábrete más. Te hace falta reventarte, conocer más cosas. De no ser porque hablamos de sexo, sospecharía que aún eres virgen; pero, pues, tú sabes.

      Había tomado su celular por unos segundos para confirmar la letra de la canción. Después de que le dije todo eso, dejó su celular y comenzó a reclamarme:

      –Exactamente: yo sabré qué hago. Yo quiero estar con ellos porque son buenos conmigo. Tal vez algún día me harten o yo a ellos, yo sé, pero prefiero estar con ellos mientras eso no pase, a fingir estar a gusto en un ambiente que no me gusta.

      Solo cuando lo irritaba reaccionaba agresivo. Con esta era ya la tercera vez. La primera vez que lo hizo, al dar yo exactamente en el clavo de lo que tenía, comencé a llorar. No le importó verme así y siguió alegando. Él se había dado cuenta de mi secreto. Había sido dañada tantas veces que ahora, para evitar ser dañada, yo se lo hacía a otros.

      Lo calmé, ya que Bell era muy explosivo y respondón. Continuamos en el ensayo hasta que fue hora de salir del teatro.

      Eran las cinco y treinta y había citado a Manuel a las siete para poder tener nuestro encuentro antes de la fiesta.

      Me fui a casa, me bañé y comencé a arreglarme


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