Missak. Didier Daeninckx
después de carraspear su garganta.
–«Hay un olor en Aubervilliers, un olor del que nadie puede escapar: ¡se les pega a todos al fondo de la garganta, colma sus pulmones, todos lo respiran, y lo respiran en todas partes! Se cierne de pronto en ráfagas, a voluntad del viento inestable del oeste y se vuelve insoportable. Es con vagones de huesos venidos de los mataderos cercanos que se fabrica el pegamento y el abono animal. A estos olores agregue el polvo de los fosfatos. ¡Este olor a caldo de gusanos, olor a carroña, a horrorosa cocina de cadáveres, es Kuhlmann! Este es el panorama». Rara vez tiene uno la ocasión de toparse con algo tan potente, en la mañana, tomándose el café... He investigado, he reunido todo lo que has escrito desde hace dos años. Las investigaciones en terreno sobre todo. Por eso, cuando Jacques me puso al tanto de lo que le preocupaba, pensé inmediatamente en ti... Seguramente has escuchado hablar del Afiche Rojo, esa porquería que los nazis y sus lacayos hicieron pegar en los muros de Francia en febrero de 1944...
–Tenía 15 años en esa época. Me acuerdo como si fuera ayer. Lo habían pegado en todo el barrio de la Goutte d’Or. No estuvieron ahí mucho tiempo; con los compañeros nos ocupamos de limpiar los muros.
Vieuguet sacó una caja de medicamentos del bolsillo de su chaqueta y puso una pastilla verde sobre su lengua.
–Se me cansó la voz la semana pasada en un mitin en Sallaumines. Una hora de discurso en plena corriente de aire. He aquí el resultado... Bueno. A principios de marzo está decidido inaugurar la primera calle en homenaje al grupo Manouchian, cerca de la plaza Saint Fargeau en el distrito XX. Además de una concentración, se prevé depositar coronas en el cementerio d’Ivry, en el Mont Valérien, y una gran velada cultural en la Mutual. Varios ministros confirmaron su presencia, así como los embajadores de Polonia, de Rumania, de Hungría y de Italia, países de donde eran originarios los combatientes. La viuda del general Delestraint, así como de Jean Zay estarán ahí también. Esperamos la respuesta de un representante de la República soviética de Armenia y de un delegado de la República española en el exilio. Para darle mayor esplendor a la ceremonia, la dirección del Partido le encargó al camarada Louis Aragon la tarea de redactar un poema a la gloria de Missak Manouchian y sus acompañantes.
Dragère interpretó el silencio que se instaló como una invitación a expresarse.
–¿Qué debo hacer? ¿Preparar material para el periódico?
–Eso es el quehacer del 37, no del 44...
El tono se había vuelto tajante para ponerlo en su lugar, evocando los números de calle respectivos de L’Humanité y de la sede del Comité Central. Vieuguet prosiguió.
–Lo que te voy a decir es confidencial. Esto deberá quedar estrictamente entre nosotros. No debes reportárselo a nadie. ¿Entendido?
–Sí...
–Nuestros enemigos aprovechan todas las oportunidades para atacarnos, ensuciarnos. Algunos golpean incluso desde el interior de nuestra organización, donde han podido ocultarse. Fue el caso del fraccionario Tillon y del policía Marty. Esperamos que se desate una campaña con ocasión de esta inauguración. Debemos prepararnos para ello, estar listos para confundir a los calumniadores. No les hemos dado el mínimo crédito a los rumores que circulan sobre Missak y su grupo. El ataque de nuestros adversarios se apoyará sobre ellos, seguramente. Es de la más alta importancia que nosotros sepamos exactamente a qué atenernos. Es por eso que te confiamos esta tarea. Dispones de un mes para recoger la mayor cantidad de información posible sobre Manouchian y sobre lo que se dijo de él. Informaré a la dirección del periódico de tu ausencia momentánea. Julien Godart, el presidente del Comité Francés por la Defensa de los Inmigrantes, preparó un expediente que debería permitirte avanzar en esto.
Una hora más tarde, Louis Dragère se sobresaltaba por el ruido que hizo la pesada puerta que se cerraba detrás suyo. Apretó contra su pecho la carpeta de cartón que le había entregado el secretario de Jacques Duclos. Contenía en total tres hojas dactilografiadas y otros dos documentos. Se puso en camino hacia la estación de París Este bajo un cielo cuyo gris amenazaba con derramarse a cada instante. Los primeros copos empapados de agua se estrellaron a sus pies a la altura del restaurant Les Diamantaires, cuando las seis horas sonaban en una campana cercana. Se refugió en una cabina de la plaza Montholon para llamar a Juvisy. Unas diez personas que vivían en la calle instalaban un campamento improvisado a lo largo de las rejas con ayuda de planchas y telas, recubiertas de lona y telas impermeables. Allá, la conserje contestó después de haber dejado sonar el teléfono en el vacío durante varios minutos. Le informó con el aire que le sobraba que la «señorita Odette» había salido.
Capítulo 3
Odette y él habitaban una gran pieza situada sobre el taller de un fabricante de sellos de tinta hechos a medida, en la rue de l’Aqueduc. Se habían acostumbrado al ruido de la máquina de estampas, al rechinar de la cortina de fierro que se levantaba al mismo tiempo que el día. El rumor del tráfico de la estación de París Este les llegaba, sobre todo en verano, cuando el sol les obligaba a dejar las ventanas grandes abiertas. Su vecino de piso, un hombre pequeño y regordete que vivía con una mujer joven afectada por una cojera notoria, siempre tenía un negocio para proponer. Cigarrillos americanos a mitad de precio, rilletes de origen controlado, vino de productores, muebles nuevos que habían estado en liquidación, trajes a medida... Louis se lo había cruzado un poco tiempo antes, a la salida de un cierre de edición, por la madrugada. Vestido con un uniforme violeta y una gorra en la cabeza con la visera levantada, captaba a los provincianos alegres que pasaban delante del Tabarin, un club de striptease del barrio de Pigalle que no tenía problemas con que asistieran bobos. Dragère había rechazado su invitación, que incluía una copa de champaña por parte de la casa.
Prendió una yesca con madera de cajas recogidas en Les Halles para encender la leña que estaba en la chimenea antes de tomar conocimiento de la información que le había dado el secretario de Jacques Duclos. Puso de lado la lista de contactos, aterrorizado por la mera idea de tener que llamar a Louis Aragon. Supo que Missak Manouchian había nacido el 1 de septiembre de 1906 en Adiyaman, Turquía. Huérfano, había sido acogido, al igual que su hermano, por una institución religiosa del Líbano. Exiliado en Francia en 1925, había pasado por Marsella antes de llegar a trabajar en Citroën. Afiliado al Partido Comunista en 1935, había dirigido un periódico, Zangou. En la misma época, había sido la cabeza de una organización de solidaridad con la Armenia soviética, el HOG, donde había conocido a su futura mujer, Mélinée Assadourian. Detenido por la policía francesa en junio de 1941, al mismo tiempo que comenzaba la invasión de la URSS por parte del ejército nazi, se había vuelto, poco después de su liberación, uno de los responsables de la sección armenia de la Mano de Obra Inmigrante (MOI). Habiendo sido asignado a los Francotiradores y Partisanos (FTP) en febrero de 1943, participó al mes siguiente en su primera operación armada. Fue promovido a comisario técnico de los FTP en julio del mismo año, luego a comisario político en agosto, teniendo autoridad sobre unos cincuenta combatientes. Bajo su dirección se llevaron a cabo unas treinta acciones militares en París contra las tropas de ocupación, entre las cuales la más bullada fue la ejecución del general Julius Ritter, un cercano de Hitler, organizador del saqueo de Francia por medio del Servicio de Trabajo Obligatorio. Detenido por la Brigada Especial N°2 de la Dirección de Inteligencia el 16 de noviembre de 1943, Missak Manouchian es juzgado sumariamente por un tribunal militar alemán, junto con 22 de sus compañeros, y fusilado en el Fuerte del Mont Valérien durante la mañana del 21 de febrero de 1944. Dos documentos acompañaban la biografía. Una reproducción, en primer lugar, del Afiche Rojo puesto por los nazis en los muros, con diez rostros en medallones, encuadrados por estas palabras: «¿Liberadores? ¡La liberación del ejército del crimen!». Luego, una transcripción de la última carta escrita a su mujer Mélinée, de parte de aquel que firmaba «Michel» para darle un saludo a su país de adopción. Dragère leyó las palabras moviendo sus labios en silencio:
Mi querida Mélinée, mi pequeña huérfana amada,
En algunas horas ya no estaré en este mundo. Seremos fusilados esta tarde a las 15 horas. Esto me llega como