El dulce reato de la música. Alejandro Vera Aguilera
como en otras iglesias de más renta, lo cual no se hacía así en sede vacante.6
Medellín confirma en su carta que a la sazón no había racioneros ni medios racioneros, por no existir la renta suficiente. Al parecer su recomendación de eliminar dos prebendas para poder financiarlos no fue acogida.
Pero ¿quién ocupaba el puesto de sochantre en esta época? Según Medina lo hacía el clérigo Cristóbal de Molina, quien era buen músico y tenía en su palmarés el haber enseñado clave a una hija del conquistador Francisco Pizarro antes de venir a Chile.7 Sin embargo, Molina falleció ese mismo año y al parecer llevaba ya tiempo sin decir misa, «por su mucha edad; y es como niño que aun el oficio divino no reza».8 Es probable, por tanto, que ocupase el puesto de forma nominal mientras en la práctica lo desempeñaba el clérigo Juan Blas, quien, «aunque mestizo», era según Medellín «virtuoso y buena lengua»:
Éste es un clérigo hijo de un conquistador de estas tierras y es el mejor eclesiástico que ara [sic] está. Sabe muy bien la lengua de la tierra y la del Pirú. Ha oído artes y teología, que encima es muy honesto y muy virtuoso y muy celoso de la salvación de estos naturales. Merece cualquier merced que Vuestra Majestad fuere servido hacerle porque aliende [sic] de las virtudes dichas es muy buen cantor y gentil escribano, y sin él el coro de esta iglesia vale muy poco.9
El puesto de cura de la catedral que Blas desempeñaba no impide que pudiese ocupar la sochantría. Como explica Geoffrey Baker, la asignación del «curato» de alguna iglesia a los músicos fue una forma frecuente de incrementar su escaso salario en algunas catedrales americanas.10 Sin embargo, el hecho de que Blas fuese mestizo no dejó de despertar recelo en los miembros del cabildo, quienes pretendían que las plazas de cura fuesen asignadas a clérigos «españoles», es decir, peninsulares o criollos. Así lo expresaron al rey en una carta de 1585:
Con la afición que tiene el prelado que al presente tenemos de ordenar mestizos, después que los tiene ordenados de sacerdotes, los prefiere a los demás sacerdotes españoles, en perjuicio de esta Iglesia catedral y nuestro, porque siempre ha puesto por cura de españoles en ésta a los tales mestizos. Como fue a un Juan Blas que lo fue más de cuatro años hasta que murió; y después de muerto, inmediatamente, puso por cura a otro mestizo, que se dice Gabriel de Villagra, con haber cura beneficiado propietario, nombrado por Vuestra Majestad, muy bastante para el servicio de la iglesia, por ser pocos los parroquianos y el beneficio muy tenue, y somos informados que ha scripto a Vuestra Majestad para que presente al dicho Gabriel de Villagra en prebenda de esta iglesia. A Vuestra Majestad suplicamos nos haga merced de que este mestizo ni otro se provea a prebenda [...]11
De los documentos revisados se desprende que no se trataba de una simple «afición» de Medellín por los mestizos, sino de la solución que el obispo había encontrado para suplir la escasez de clérigos «españoles» con sólidos conocimientos musicales. En su carta de 1585 ya citada, Medellín había presentado al rey a Villagra como uno de los dos curas que en ese momento tenía la catedral (el otro era Jerónimo Vásquez), agregando que «es hábil porque sabe bien la lengua de esta tierra, que es mucho menester para confesar y doctrinar los indios que en el pueblo residen, y también sirve de sochantre, que es hábil para ello, y tañe el órgano y con él se hace muy bien en el coro, y es virtuoso y de buen ejemplo; lo que hasta agora se le da a cada uno de estos curas rectores son sesenta pesos de sus derechos».12
El cuadro se completa con una carta posterior (20-1-1590) que Medellín envió al rey para defenderse de nuevas acusaciones que le había hecho el cabildo por haber continuado ordenando mestizos pese a las órdenes contrarias de la corona:
Cuando agora catorce años con las bulas de cruzada vino facultad para dispensar en muchas cosas, dando la limosna que allí venía señalada, entonces ciertos mestizos hijos naturales de padres nobles y conquistadores de Chile, aplicados a cosas de la Iglesia, se aprovecharon de las dichas dispensaciones y entonces se ordenaron tres o cuatro, todos hábiles para sus oficios y para la conversión de los indios, y de buen ejemplo.
Después acá ningún mestizo de este obispado se ha ordenado de orden sacro ni aun de órdenes menores, si no son dos muchachos que saben cantar para que con decencia pudiesen servir al altar y coro; y al presente ningún sacerdote hay mestizo sino solo uno, virtuoso y provechoso para la doctrina de los naturales y uno solo de órdenes menores que sirve en la sacristía y coro [...] y vive nuestro señor que todo esto es verdad y que lo que scribieron [sic] a Vuestra Majestad fue gran malicia y también envidia, porque los dos sacerdotes mestizos de los tres que han residido en esta obispado eran habilísimos para el coro, y ambos a dos han sido sochantres, muerto el uno luego el otro, y con muy buen ejemplo y edificación del pueblo; empero los prebendados que maldicto [sic] el punto saben, ni aun entonar un salmo [...].
Estando scribiendo esta carta se murió el sacerdote mestizo de que en ella se hizo mención que había al presente en este obispado, con harto sentimiento del pueblo que le tenían por hombre virtuoso y de buen ejemplo, y no queda ya mestizo que haya ordenado desde el tiempo que he referido si no es el sacristán de órdenes menores, porque vea Vuestra Majestad la trapaza de los mestizos que dijeron que había ordenado.13
Esta carta merece varios comentarios. Primero, en 1914 fue citada parcialmente por Thayer-Ojeda, quien añadió que, por estos años, había en la catedral dos indios yanaconas, de nombre Juanillo y Diego, que servían como cantores.14 Aunque no he podido encontrar documentos que lo confirmen esto es posible: la catedral de La Plata, por ejemplo, tuvo en sus primeras décadas músicos yanaconas, aunque no cantores, sino instrumentistas (ministriles).15 Por lo tanto, es probable que una catedral con recursos limitados como la de Santiago recurriera a cantores indígenas para completar el coro. El problema es que ambos testimonios -uno sobre los mestizos sochantres y otro sobre los cantores indígenas- fueron confundidos por Claro Valdés y esto lo llevó a afirmar que tanto Juanillo como Diego habían sido sochantres.16
Segundo, la carta de Medellín parece confirmar que Juan Blas ocupó el puesto de sochantre por lo menos desde 1578 hasta cerca de 1585, cuando falleció y fue reemplazado por Gabriel de Villagra.
Tercero, este último era, en efecto, «hijo natural» de un conquistador. Se trataba del capitán del mismo nombre que había llegado a Chile en el segundo viaje de Pedro de Valdivia y colaborado activamente en las batallas libradas contra los indígenas en Arauco y La Imperial.17 Si creemos la opinión de Medellín, su hijo tenía una sólida formación en diversos ámbitos, pues no solo era sochantre y organista, sino que estaba encargado de una doctrina de indios en «la otra parte de las chácaras de esta ciudad», gracias a su dominio de la «lengua ansí de la tierra como de la del Pirú».18 Estos datos pueden ampliarse un poco gracias a una «información» que se realizó en 1580 para evaluar si Villagra poseía los méritos necesarios para ocupar el curato de la catedral. Una de las preguntas buscaba confirmar si era «buen eclesiástico diestro en la música de canto de órgano19 e canto llano y en la tecla». Entre los testigos que respondieron afirmativamente se hallaba una voz autorizada en la materia como el canónigo Francisco de Cabrera, quien era «diestro del canto y de muy buen ejemplo».20 Otro testigo, el tesorero Melchor Calderón, afirmó que Villagra era cura «de una parroquia de indios que está junto a esta ciudad de Santiago [...]», que tocaba «muy bien la tecla» y que sus conocimientos de liturgia habían llevado al obispo a encargarle la formación de los clérigos «en las nuevas cerimonias [sic] que en el nuevo uso del misal romano han venido a este reino [...]».21 El hecho de que el documento hable de «tecla» en lugar de «órgano» sugiere que Villagra interpretaba diversos instrumentos de teclado, incluyendo el clave y el monocordio.
Aunque el hecho de que fuese cura de una parroquia de indios y sochantre de la catedral pudiese parecer una mera coincidencia, posiblemente era más que eso. Según Juan Carlos Estenssoro,
El problema principal [de las catedrales] era lograr rentas suficientes para sustentar un ritual adecuado. La estrategia más clara para lograrlo fue poner en manos de clérigos músicos o cantores que pudieran servir en las catedrales los curatos del entorno urbano para disponer de músicos evitando el pago de salarios de la fábrica y paralelamente