Emociones, argumentación y argumentos. Cristián Santibáñez

Emociones, argumentación y argumentos - Cristián Santibáñez


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haya intención de comunicar, es decir, algo como un sujeto intencional que guíe más o menos sus actos comunicativos. En la actividad lingüística general, las informaciones intencionales se combinan con informaciones no intencionales; esta constatación está en la base de la oposición entre comunicación emotiva y comunicación emocional. Esta distinción fue propuesta por Marty (1908); Caffi y Janney la presentan como sigue (1994b, p. 348). La comunicación emotiva es la señalización estratégica intencional de información afectiva en el habla y en la escritura (es decir, disposiciones evaluativas, compromisos probatorios, posturas deliberadas, orientación relacional, grados de énfasis, etc.) para influenciar la interpretación de situaciones por parte del interlocutor y alcanzar diferentes metas. (Plantin, 2018, p. 157)

      La coincidencia con este autor es que lo que le importa es la emoción anunciada, pero en nuestra visión esta distinción entre comunicación emotiva y comunicación emocional no es necesaria. Como veremos más adelante con la discusión de la propuesta de Hamblin, mejor es acercarse al enunciado emotivo comunicado en términos del tipo de acto de habla que está involucrado. En relación con la construcción del enunciado emocional, Plantin señala algo muy interesante:

      Nuestra hipótesis es que existe una estructuración del anuncio emocional que solo aparece a nivel del habla. Los principios de esta estructuración valen para el nivel verbal, y sus resultados sirven para coordinar los datos vocales y mimo-gestuales, sea en armonía, sea en oposición (Pedro sufre mucho + sonrisa socarrona). El punto de partida se sitúa en la emoción no connotada sino francamente denotada, la emoción declarada, proclamada, tal como se dice, por ejemplo, en detesto la cerveza. En «¡Puaj! ¡No tolero la cerveza!», el sentimiento se declara y se manifiesta a la vez. Tenemos la hipótesis de que no hay contradicción, sino coordinación entre los planos enunciativos. La importancia atribuida a los fenómenos léxicos y sintácticos se apoya en un principio simple: si alguien dice: «Eso me pone triste», es una buena hipótesis considerar que, hasta que se demuestre lo contrario, la persona se siente triste, en lugar de alegre o asustada. Por supuesto, esta posición sirve para componer, con los datos surgidos de la interpretación, indicios semióticos emocionales. El detective que es buen fisonomista, el psicoanalista o el psiquiatra podrán, al término de sus investigaciones, concluir que la persona estaba actuando o que debe redefinir su emoción. Igualmente, en «bah qué sorpresa + voz plana», la mención explícita de la sorpresa se contradice con el valor léxico de la interjección y la tonalidad vocal, y como, para el intérprete, lo reactivo prima sobre lo denotado (como el acto lo hace sobre la palabra), se concluye que no hay sorpresa. Pero todo análisis debe tener en cuenta que existió el anuncio de una emoción. Estamos interesados en la emoción no como «emoción causalmente manifestada», sino como «emoción significada» en la perspectiva de una organización de la comunicación; la problemática de la sinceridad o de la autenticidad de las emociones parece, en consecuencia, totalmente secundaria.

      ¿Cómo efectúa el análisis Plantin? De acuerdo con las siguientes distinciones: primero, localizando la vía directa, esto es, el enunciado emotivo declarado; y luego utilizando dos vías indirectas (emociones implícitas): primero lo que denomina señales a posteriori, esto es observando algunas fuentes de comportamientos perceptibles de alguien emocionado (gestos, posturas, etc.), y señales a priori, es decir, recuperando rasgos que permitan discernir la situación en términos narrativos y descriptivos lo que, a su vez, permite inducir una tipo de emoción.

      El acercamiento de Hample, a diferencia de Plantin que es esencialmente lingüístico y filosófico (pero no exento de aspectos psicológicos), es típico de la psicología social americana. El autor, primero, apunta un aspecto autoevidente: discutir, argumentar, genera una experiencia emocional, activa un estado emocional. Luego el autor aborda la negligencia de los estudios argumentativos estándares que han relegado la emoción a un estudio retórico muy básico del tipo pathos/ethos vs logos.

      El corazón del ángulo de Hample queda de manifiesto en el siguiente pasaje:

      Persuasion researchers have done quite a bit of work on audience emotions, and how these moderate opinion change (Dillard & Meijnders, 2002; Nabi, 2002). The basic idea is that the persuader does something to stimulate a mood, such as fear or joy, and this mood strengthens or weakens the base persuasive effect. This sort of thing is not our topic here. Instead, our interest is in people’s feelings, just for the sake of the feelings. If various emotional states lead to some other cognitive or behavioral action, that would certainly be interesting to know. But the possibility that a person becomes angry during an argument is intrinsically consequential to the person, and therefore also to us. If another person argues with glee, we also want to understand that. People’s feelings represent a core part of their experience of interpersonal arguing, and so those moods and affective reactions are an entirely legitimate focus for research. One only has to raise small children to understand how completely absorbing a strong feeling can be. Emotions, even if they are not instrumental in some further outcome, are proper dependent variables. (2005, p. 135)

      3.2. Actos de hablas estándar

      Se ha coincidido con Plantin que interesa la emoción expresada. Como todas las expresiones verbales, ellas han sido clasificadas por la teoría de los actos de habla, y la teoría de los actos de habla ha sido la privilegiada en la teoría de la argumentación. Por ello importa aquí acercarse a esta visión. ¿Cómo se han atendido a las emociones en esta teoría?

      Los actos expresivos, de acuerdo con Searle (1975), tienen como objeto ilocucionario expresar el estado psicológico que está especificado, determinado, por la condición de sinceridad sobre el estado de cosas referido en el contenido proposicional. Así, si alguien dice Lo siento mucho, su condición de sinceridad está en el contenido mismo de la expresión… pero si ese alguien lo expresa con una picaresca sonrisa en su cara, uno está más que autorizado a concluir que la condición de sinceridad no se ha cumplido… pero uno no puede, como Plantin lo sostuvo, testear en vivo a la gente para auscultar si siente lo que dice. La sinceridad parece que solo se puede zanjar en interacciones reales y se resiste, en lo relativo a los actos de habla, a su teorización distintiva.

      Searle también señala que, paradigmáticamente, los actos expresivos se comunican a través de expresiones que dan las gracias, disculpan, den el pésame, deploran… Pero en los directivos el propio Searle inserta la súplica, y es difícil imaginar que alguien suplique sin un tono emocional. A esto nos referimos con la imposibilidad de pureza de la taxonomía.

      Ahora bien, es importante retener que en esta teoría los expresivos no tienen dirección de ajuste, esto es, el hablante no busca que el mundo encaje con sus palabras ni que las palabras encajen con el mundo; sin mayor pesar, Searle señala explícitamente que “…the truth of the expressed proposition


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