Emociones, argumentación y argumentos. Cristián Santibáñez
is really as wide as we want it to be. The word emotion my itself be a little narrow here: feeling is broader. I can feel conspicuous, confident, inadequate, friendly and various other things but I would not say that I can have emotions of conspicuousness and so on, though theses feelings clearly border on emotions and ought to be considered… I also have desires, wants and wishes. And I feel pain, which is like an emotion but different. Finally, let us consider what would rather be called attitudes: the principal attitudes are various kinds and shades of approval or disapproval, but I can also take up a hostile, distant, friendly, menacing or equivocal attitude. Emotions, feelings, desires and attitudes overlap to some extent and we should be interested in the widest field, at least until we discover distinctions (p. 69).
Esta invitación a realizar distinciones, previo su análisis de las interjecciones que comunican emociones en el lenguaje, le permite ofrecer la primera entre expresar una emoción y describir una emoción. La explicación de la distinción sigue el siguiente derrotero: cuando decimos Me da pena, se comunica un enunciado respecto del que el oyente puede acordar o desacordar, diciendo algo como No te creo; pero si en vez de aquello alguien dice Oooow (o algo por el estilo), que comunica el mismo significado del enunciado, el oyente puede acusar al hablante de estar fingiendo, pero no puede decir que se estaba diciendo una verdad o una mentira. La diferencia para Hamblin es dialéctica. Con el enunciado el hablante queda comprometido con una expresión indicativa, mientras que con Oooow, el compromiso adquirido tiene otra naturaleza.
Hamblin nos pide que consideremos el siguiente ejemplo para que veamos el problema con mayor detenimiento. Están cenando dos amigos, y uno dice: ¡Delicioso!, y el otro manifiesta su acuerdo. ¿En qué ha acordado el oyente? No solo que es delicioso para el hablante. Tampoco que la cena sea deliciosa para ambos, que no fue lo que dijo el hablante. Solamente que el oyente ha indicado que tiene la misma actitud o sentido (feeling), que la expresión ¡Delicioso! comunica. Recuérdese que ¡Delicioso! es perfectamente reemplazable por: ¡Mmmmm! Enunciados como: Esto está delicioso, o Siento pena, describen los sentimientos, mientras que Oooow, y Mmmm, los expresan. Hamblin sostiene en este punto que el analista puede estar tentado en decir que las cuatro fórmulas declaran un hecho objetivo, y que por tanto las cuatro pueden ser tomadas en cierta forma como indicativos (asertan). Pero también es posible decir que la asociación entre ellas (Está delicioso = Mmmm; Siento pena = Oooow), sugieren que Está delicioso y Siento pena no son realmente indicativos, sino lo que Hamblin llama emotivos, actos de habla emotivos.
La diferencia entre ¡Delicioso! y Está delicioso la sigue explicando Hamblin como sigue. La primera (¡Delicioso!) es similar a Mmmm, pues posee una inmediatez, denotando la presencia real de la emoción, mientras que el enunciado sin exclamación puede usarse para indicar un hecho de forma no emocionalmente. En ¡Delicioso! el hablante revela la experiencia y no solo la recuerda.
Según la posición de Hamblin, lo que realmente caracteriza a los emotivos es que el grado de responsabilidad (compromiso) varía según la emoción considerada. Según Hamblin (2017, p. 71), expresar ¡Delicioso! puede ser rápidamente retirado con otra expresión como, Bueno, es rico para mi, que claramente siendo indicativo (aserción) solo admite, en este caso, un gusto y por tanto el compromiso relativo al peso de la prueba es menos urgente que una aserción estándar. Pero aquí Hamblin introduce la idea de que incluso las actitudes pueden correr la misma suerte. Las razones para ser hostil o amigable son comúnmente materia de racionalidad. Pero puede ser el caso que la hostilidad que se siente sea expresada vía un No me gusta, esto es, el enunciado reafirma la actitud, pero de una forma muy debilitada y no llega a ser una razón. Por esto es por lo que Hamblin sostiene que tal tipo de debilitamiento muestra que nuestros actos compromisorios dependen a veces del estado del hablante. Para mostrar esto último, que evidencia cómo las expresiones varían en sus grados compromisorios y los convierten en otros tipos de actos de habla, Hamblin ofrece el siguiente análisis:
… Thus a dialogue such as Why do you advise me to do that? -Because I approve of it. – But why do you approve of it? -I just do., gives some cause for objection: the advice-giver is not really entitled to be a cavalier. Unrationalised approval might be grounds for a request, but hardly for advice; or perhaps it should not, in the first place, be dignified with the title “approval”, but should be regarded as a predilection or quirk. We have an analogue here of the change of meaning of an obstinately held statement. What is the difference between a request (or command or demand) and the expression of a wish? It is not, I think, negligible; though, as so often in this field, idioms merge. I may wish you would come and see me, and say so, yet refuse to request you to do so —and certainly to command or demand that you do so, or even invite you— on grounds such as that I think you have more important preoccupations. Or I may request or command you to do a thing, because it is my official duty to do so while personally hoping, known to you, that you will not. The difference, in short, is a difference of commitment. An emotive commitment is not to be equated with an imperative one. (2017: 72)
Una reacción espontánea de dolor (cuando nos cortamos al cocinar), o de amor o belleza (cuando lloramos viendo una escena de una película) tiene una diferencia sustancial con los actos de habla emotivos, que son lingüísticos, comunicados intencionalmente, y hasta cierto punto aprendidos. Una reacción de dolor repentina puede ser resultado de una emoción, pero no puede decirse de la persona que está comprometida con tener tal emoción. Tal persona no está bajo ninguna obligación dialéctica, no puede ser contradicha ni puede ser requerida para que provea de la racionalización de tal reacción espontánea. Los oyentes, aunque podemos quedar emocionalmente afectados, no podemos ser tomados como comprometidos con un estado de creencia o acción particulares, y nuestro fallo en reaccionar (críticamente) no nos expondrá como comprometidos con el reconocimiento de, o en acuerdo con, la reacción emotiva. Pero en el caso de una locución verdadera, la cosa cambia. Si estilísticamente alguien emite, ¡Ay!, la expresión es entendida intencionalmente como un intento de hacernos entender que el agente intenta que entendamos que él tiene dolor. Dada esta cadena de intenciones en un circuito recursivo, la expresión va al registro de nuestros compromisos emotivos (emotive commitment store). La conclusión de Hamblin es que las locuciones comprometen, mientras que mensajes espontáneos que pueden contener emociones, no.
A diferencia de los actos de habla estándares que están sujetos a reglas dialécticas claras y distintivas, los actos emotivos tienen, de acuerdo con el acercamiento de Hamblin, una característica especial. Esta característica está del lado de los compromisos del oyente. Hamblin (2017, p. 74) propone la distinción entre emociones subjetivas y objetivas. Para apreciarla Hamblin ofrece el siguiente ejemplo: ¡E! es un emotivo genuino. Cuando H dice ¡E! a O, ¡E! va al registro de compromisos de H. Pero ¿va también al registro de O?, ¿si O recibe ¡E! que enuncia ¡Qué dolor!, debe O sentirse con el dolor tal como H? En realidad, sostiene Hamblin, O puede reaccionar de varias maneras. Puede aceptar ¡E! porque las circunstancias en que el dolor ha sido enunciado son objetivas, apropiadas paras sentir lo mismo; puede admitir tales circunstancias, pero rechazar la actitud de H y decir NO, y obligar a H a revisar su comportamiento; o incluso puede a O darle lo mismo (ni acepta ni rechaza) incorporando un indicativo (H está en dolor), esto es, considera la actitud y enunciado de H subjetivo. Hamblin, en una reflexión de carácter antropológico, frente a su propio análisis admite que la reacción del oyente puede variar por múltiples razones: circunstancias, estilo social, características personales. Cualquier reacción comunicada por el oyente, no obstante, tendrá consecuencias dialécticas, independientemente de cómo se sienta la emoción misma que H haya comunicado.
Si los emotivos tienen consecuencias distintas en el oyente en términos de compromisos, pareciera ser que también habría que revisar las reglas dialécticas que estarían rigiéndolas, ya que serían en algo distintas a las reglas de los indicativos e imperativos. Las locuciones emotivas son compromisorias, ya que se podrían esperar razones cuando un hablante las emite, pero no significa ello que se hagan de uno (esto es, que el oyente las incorpore). Un agente, deduce Hamblin, tendrá en paralelo un registro de compromisos de indicativos, imperativos y emotivos. Estos últimos estarían categorizados de acuerdo con el vínculo a cosas particulares (como en ¡Viva la cueca!), o tipos de cosas (como ¡Odio las sábanas de plástico!), o tipos de acciones (como en Qué divertido el partido), o a tipos de estados de cosas (como en Qué miserable el clima). En relación con estos últimos (estados de cosas),