Entrenamiento de base en el fútbol sala. Jesús Velasco Tejada

Entrenamiento de base en el fútbol sala - Jesús Velasco Tejada


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de la ordenación de los ejercicios que me permitan conseguir el objetivo deseado), planificación (realización del entrenamiento previsto en cada fase del aprendizaje) y didáctica de la enseñanza (estrategias utilizadas para conseguir el objetivo fijado).

      Por tanto, este libro va dirigido a todas las personas implicadas de alguna forma en la enseñanza-aprendizaje de nuestro deporte, con mayor orientación a la etapa anterior a la de máximo rendimiento y al entrenamiento de jugadores jóvenes.

      Decir también que la intención con la que se ha realizado es para que sirva de apoyo en el entrenamiento, la planificación y la competición, y nunca como un diario de entrenamientos. Consideramos un peligro la utilización de este libro como un manual de ejercicios y creemos que sería un error usarlo como tal, pues ése no es el fin que persigue. Su razón de ser es provocar en el entrenador la inquietud de utilizar en cada momento la metodología adecuada, siempre teniendo presentes las características del grupo al que entrena. Para que el entrenador pueda enseñar a pensar a sus jugadores en la cancha es de vital importancia que él mismo sea capaz de racionalizar, y esto lo conseguirá utilizando los medios de que dispone (la metodología, la planificación y la didáctica), tratando de adaptarlas a su grupo en concreto.

      Nos gustaría que cualquier persona con cierta inquietud sobre el tema pueda tener acceso a las ideas que en el libro hemos plasmado y que éstas le sirvan de ayuda en su actividad deportiva, pero al mismo tiempo hemos querido darle un cierto carácter científico. Por ello en ocasiones el texto será muy teórico, sin conexión aparente con la realidad del juego, pero ésta se verá plasmada en su momento con explicaciones prácticas que servirán para entender la relación, algunas veces poco clara, entre teoría y práctica.

      Desde aquí queremos hacer un llamamiento a todos los entrenadores y a aquellos que querrán serlo algún día (incluyéndonos a nosotros mismos), y más adelante insistiremos en ello, para que tengamos clara nuestra función dentro de este deporte, y más en concreto en la categoría juvenil. No debemos olvidar, y el que lo haga se equivocará, que los verdaderos protagonistas del juego son los jugadores, nunca nosotros, y que la función del entrenador es preparar a sus pupilos para practicar de forma eficaz un deporte colectivo. Todo nuestro trabajo encaminado a este fin será positivo de un modo u otro, aunque en algunas ocasiones tengamos la sensación de no haberlo hecho tan bien como hubiéramos querido. Con esta mentalidad evitaremos el peligro de querer obtener el rendimiento máximo de los jugadores en una edad en la que no están preparados para darlo. No hemos de olvidar que la etapa juvenil es, todavía, una etapa de formación del jugador, aunque sea la última, y que en ella el jugador no está formado ni física, ni mental, ni emocionalmente, por lo que no debemos anteponer un resultado o un determinado rendimiento a otras facetas del juego que en ese momento del desarrollo del jugador pueden ser más importantes.

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       OBJETIVO

      Se trata de aprovechar la gran capacidad condicional, de aprendizaje y de ilusión que los jugadores tienen entre los 16 y los 18 años (edad en categoría juvenil) para trabajar con la intención de que adquieran una gama de recursos mentales, técnicos y tácticos que fundamente su juego de conjunto y les dote del sentido colectivo necesario para llegar a hacerse “jugadores de equipo”, aspecto vital a la hora de poder desenvolverse de forma óptima a corto y/o medio plazo en la alta competición de nuestro deporte. Veamos gráficamente los pasos a seguir para conseguir este objetivo.

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      Como vemos, la motivación es la base de todo el proceso, pues sin ella será difícil que la mejora física, técnica, táctica o estratégica se produzca. Sobre ese primer pilar, que desde el comienzo de la práctica tienen todos los jugadores pero que poco a poco a veces se va debilitando, podremos ir apoyando los demás, tratando siempre de que con el paso del tiempo esa motivación no se reduzca. Así pasaremos de la mentalidad individual que todos los jugadores tienen al principio a una mentalidad grupal, y ésta dará paso a la competencia actitudinal suficiente que permita al jugador adquirir el sentido colectivo, paso previo e imprescindible para alcanzar el objetivo final. Paralelamente, el entrenamiento de la técnica, la condición física, la táctica individual y después la táctica colectiva dotarán al jugador de la competencia motriz que permitirá la adaptación al juego de conjunto y la actuación en función de él; sólo así se construirá un jugador de equipo. Alcanzar el objetivo final no es simple, ni seguramente se puede conseguir en un período tan corto como el que estamos tratando, por eso vemos esta etapa como la culminación de un proceso de formación que permita a los jugadores de 18 años tener un bagaje mental y de juego suficiente para poder adaptarse en la edad adulta a las necesidades de un deporte colectivo como el fútbol sala.

      Entendemos como fundamentos del juego aquellos aspectos del mismo que es imprescindible dominar para poder practicar de forma adecuada.

      Cualquiera de nosotros que haya dedicado tiempo a entrenar algún equipo, de la categoría y el nivel que sea, habrá podido comprobar lo complicado que es muchas veces organizar adecuadamente a los jugadores en la cancha, y al decir organizar nos referimos a tratar de conseguir que todos jueguen a lo mismo, que actúen conforme a un plan preestablecido por nosotros. Esta dificultad viene dada por las carencias que los jugadores tienen en dos aspectos vitales a la hora de conseguir una práctica eficaz en el fútbol sala. La falta de fundamentos técnico-tácticos individuales y de capacidad táctica colectiva con la que los jugadores llegan a la edad adulta es un problema incluso en los equipos de elite de nuestro país. No es extraño que se abandonen planificaciones de trabajo estratégico orientado a afianzar los sistemas de juego a emplear durante la competición para dedicar gran parte de esas horas de entrenamiento a practicar gestos técnico-tácticos aparentemente sencillos que dichos jugadores de elite ya deberían comprender y saber ejecutar. Y esto no sucede sólo con el trabajo táctico; a nivel técnico no es fácil encontrar jugadores, aun en los equipos de mayor entidad, que sepan dar bien un pase en paralelo con la pierna de peor ejecución o recortar adecuadamente con dicha pierna.

      El conocimiento de la existencia de estas carencias técnicas y tácticas nos lleva a orientar nuestro objetivo en busca de dotar a los futuros jugadores de alta competición de la llamada competencia motriz, que no es otra cosa que el perfeccionamiento en todos los ámbitos que intervienen en el juego. L. H. Ripoll (1982) nos lo explica de forma clara al insistir en que el entrenamiento no sólo consiste en que los atletas automaticen mecánicamente al máximo sus gestos técnicos, sino que deben ser capaces de adaptarlos y adaptarse a las perturbaciones que la situación deportiva les puede imponer. Este concepto de la adaptación a las situaciones del juego debe tenerse como primordial, pues dentro de los estudios que todos los autores consultados han hecho sobre cualquier deporte colectivo aparece como la base sobre la que fundamentar la enseñanza del movimiento táctico del jugador. Así, Bayer (1992) nos muestra la opinión que algún autor (Maurice Merlau-Ponty) tenía sobre el aprendizaje ya en 1942, al decir que:

      “Aprender nunca es llegar a ser capaz de repetir el mismo gesto, sino dar a la situación una respuesta adaptada por diferentes medios.”.

      Contando con estas opiniones, que como vemos se basan en el principio de la adaptación, nuestro trabajo no sólo ha de ir encaminado a dotar al jugador de una buena ejecución, sino también de una percepción adecuada de cada acción del juego y de la elección correcta de la ejecución que va a realizar, y esto exclusivamente teniendo en cuenta el aspecto físico de la competición. Además es necesario tener presente, como ya hemos comentado, la difícil edad en la que los jugadores están, con posibles problemas de autoestima, de ansiedad ante determinadas situaciones o de inseguridad en sí mismos que, sin duda, pueden influir en su rendimiento y que vienen acarreados en su mayor parte por la aún incompleta formación de su personalidad. La base para solucionar unos y otros está


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