El heroísmo épico en clave de mujer. Ana Luísa Amaral

El heroísmo épico en clave de mujer - Ana Luísa Amaral


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destacar. En Poniatowska lo heroico cobra dos vertientes: una que apunta a la ficción y de la que hablaremos en el segundo apartado, y otra que es parte de su propia vida y que quizá proviene de la percepción que la jovencita Elena se hace de sus padres. En el contexto épico de la modernidad europea, en la Segunda Guerra Mundial, la imagen que Elena construye de sus padres los vuelve personas que, en el imaginario juvenil de nuestra autora, se convierten en objeto de su especial admiración. Son su primer contacto con el heroísmo que ella va a perseguir toda su vida dándole la connotación que sugiere Paz en su carta que fecha el 11 de noviembre: “ser útil, ayudar, exaltar, salvar”, hacer todo esto llena del celo moral que dará congruencia vital a todo su quehacer y a su vida. Su heroísmo la lleva permanentemente a realizar actos extraordinarios al servicio del prójimo y al servicio de su país sin excluir, desde luego, a su escritura.

      Rafael Barajas, el Fisgón, en el preciso e incisivo libro La princesa Selenita, recurre al humor y a la sátira para decirlo de esta manera:

      Como periodista, le hizo notables entrevistas a reyes, bufones, brujas y animales mitológicos (es decir a Manuel Álvarez Bravo, Cantinflas, María Félix y Diego Rivera). Pero, sobre todo, le dio voz a los que no la tenían: a los pobres, a los perseguidos, a los disidentes, a los inconformes. Después de que el gobierno reprimió, a sangre y fuego, el movimiento estudiantil de 1968, cuando el país tenía miedo de hablar, la traviesa de Elenita fue una y otra vez a la cárcel a entrevistarse con los presos políticos y publicó La noche de Tlatelolco, un relato testimonial de la represión gubernamental que desafiaba la versión oficial […]. La gente del país del Indio Fernández nunca olvidó que fue la voz de una dama menuda la que puso en entredicho el discurso oficial y cuentan que, cuando estaba solo en su exilio, el gran asesino musitaba entre dientes “¡Esa princesita salió más cabrona que bonita!” (Barajas, 2014: 14).

      Desafiar al sistema en un país en el que los periodistas son asesinados un día sí y otro también, en donde el régimen de Díaz Ordaz no fue la excepción, es efectivamente un acto heroico. Aunque Poniatowska no lo viva así, aunque no se dé cuenta, Elena es una heroína y lo que ha logrado, en cuya cumbre está el Premio Cervantes, es heroico.

      De lo heroico que se visibiliza en la ficción

      Por la manera en que Poniatowska examina y construye a sus personajes femeninos en su novelística, podemos notar que a ella le interesan tanto heroísmos ocultos como visibles. Se enfoca tanto en heroínas desconocidas como conocidas y propone en el intertexto de cada ficción una representación de las mujeres como heroínas épicas que en silencio gestan la historia de nuestro país.

      Es en la construcción de sus personajes femeninos que Poniatowska imprime una forma de ser heroica, diferente en cada caso, y diferente, por supuesto, del heroísmo masculino, que requeriría de un análisis académico minucioso que rebasa los límites que impone esta presentación en donde sólo trataré de darle forma a esta intuición en unos cuantos párrafos. No tengo la menor duda de que en la manera de adentrarse en la vida de las otras, Elena le da forma e identidad a su propia voz, a su propia actitud ante la vida. O es quizá al revés, esta voz, esta actitud ante la vida es la que le hace escoger a cada persona para transfigurarla en un ente de ficción con características heroicas en un sentido nuevo.

      Tinísima le permite a Poniatowska explorar una forma naciente de ser mujer en el México de los años veinte que se vincula con su propia historia y con la de muchas mujeres de la clase media ilustrada que comienzan a buscar formas libertarias que les permitan salir del confinamiento en la esfera doméstica. El heroísmo de Modotti es un heroísmo visible por tratarse de quien se trata. Es el heroísmo de la mujer que abre brecha al romper con los esquemas de su tiempo y ser fiel a su pasión artística.

      La idea de la novela surge, como lo ha dicho Poniatowska, de muchas entrevistas y de un proyecto. Se le pide que elabore un guion sobre Tina Modotti y el encargo, por falta de recursos, no decanta en película. En esta casualidad de la vida, Poniatowska encuentra una veta de trabajo que le permite explorar y expresar cosas que a ella le importan como si de una gesta épica se tratara. Poniatowska se mira en el espejo de Modotti y en su narración, en el subtexto, deja entrever el carácter heroico de la vida y hazañas de Modotti. Toma por su cuenta el proyecto y entrevista a cuanta persona conoció o estuvo cerca de la estupenda fotógrafa Tina Modotti. Con ese material recrea toda una atmósfera de la vida en el México de la primera mitad del siglo XX y centra la novela en tres aspectos de la vida de Modotti que a Poniatowska le parecen clave: la fotografía, el amor y la militancia política. La historia de la fotografía da cuenta de la pasión de Tina por esta forma del arte; su relación con personajes como Edward Weston y Diego Rivera, entre otros, está muy bien documentada y recrea toda una batalla que conduce a Modotti a una suerte de liberación espiritual y sexual; su militancia comunista la vincula con un México que siente la necesidad de abrirse al mundo y que a ella la conduce a la URSS, a Alemania y a la Guerra Civil española. Para Poniatowska, esta forma de ser mujer no sólo le permite elaborar una novela que ya tiene un lugar propio en la historia de la literatura mexicana, sino que también le da aliento para transitar con dignidad y congruencia por los caminos que ella considera fundamentales en su propia vida: la literatura, el amor, México y la política.

      En el otro extremo está el personaje Jesusa Palancares quien tipifica el heroísmo oculto, no evidente. Cuando Elena conoce y entrevista de miércoles a miércoles a Josefina Bórquez, encuentra en ella a la Jesusa Palancares de Hasta no verte Jesús mío (1969), uno de los personajes de ficción más conmovedores de la Literatura Mexicana. Una mujer que fue partícipe de la Revolución mexicana y quien, en voz de Assia Mohssine, se confronta “con las vicisitudes de una marginalidad múltiple: histórica, social, étnica y de género” (Mohssine, 2012: 133). Esa Adelita que, como muchas soldaderas desconocidas, acompañó a su Juan en la valentía del silencio heroico, en tiempos posrevolucionarios, sale adelante de manera quizá más heroica y digna que cuando era parte de las filas revolucionarias, pues lava overoles, vive en el silencio de su soledad y se alimenta de la imaginación combinada con el recuerdo.

      Desde una perspectiva tradicional, lavar overoles no es una actividad que presente heroísmo alguno; sin embargo, en la pluma de Elena Poniatowska se describe al personaje, a su actitud cotidiana, como heroica en medio de una realidad en donde ser una lavandera y salir adelante conlleva un heroísmo de otro tipo. Un heroísmo no reconocido como tal por el mundo establecido pero que Elena construye minuciosamente a lo largo de la novela y muestra por qué sí lo es. Es un heroísmo oculto que le da un relieve al personaje mediante la mirada de una escritora que puntualmente realza las cualidades, el lenguaje y la imaginación de un ser excepcional. Elena queda fascinada con Josefina y de esta fascinación surge Jesusa Palancares. Dicho enfáticamente, Poniatowska sugiere que el heroísmo de Jesusa Palancares radica en sobrevivir, en primer término, a la heroína anónima de la Revolución mexicana y, en segundo término, en no amilanarse y, pese a todos los pesares, encontrar una manera digna de sobrevivir en tiempos posrevolucionarios, en un México donde, en todos los estratos sociales, reinan el machismo y el racismo, donde se invisibiliza a la mujer, más aún si es pobre y de origen campesino, y todavía más si es indígena. Es la fuerza de espíritu, cualidad de todo personaje heroico, la que sostiene a Palancares quien en todo momento utiliza el recurso a la imaginación para despegarse de una condición miserable y sin salida.

      Por la enorme sensibilidad de Elena Poniatowska, podríamos pensar que una de las cosas que más le impactó de México, seguramente, fue la desigualdad social. Tanto en su obra de ficción como en su periodismo y en su crónica, Elena Poniatowska decide poner el acento en el mundo de los marginales.

      Antes de llegar a México, por el simple hecho de tener una madre mexicana, ella es parte de dos mundos, del de la cultura europea y del de la cultura mexicana. Se sabe princesa, se sabe parte de la familia Amor y sabe también que el mundo mexicano al que pertenecía su madre era un mundo de suyo muy europeizante. Lo que también seguramente descubre al llegar a México es que la riqueza y la complejidad de la cultura mexicana se encuentran en formas de ser y de aprehender el mundo que nada, o poco, tienen que ver con el México de las clases dominantes. Su curiosidad y su inteligencia la llevan a explorar esta cultura singular que surge de un largo proceso de mestizaje, de un colonialismo que hizo aparecer formas de comportamiento


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