Las clientelas del general Wilches. Nectalí Ariza

Las clientelas del general Wilches - Nectalí Ariza


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católica para mantener sus poderes local y regional, amenazados por las políticas liberales.

      Los autores que coinciden en que la escasa institucionalidad alimenta el clientelismo parten de una pauta obvia: a menor institucionalidad, menos mecanismos de control, y, por tanto, mayor discrecionalidad por parte de los políticos. También se ha propuesto que la pobreza generalizada lo nutre, y esta suele estar presente en contextos con instituciones débiles. No obstante, es innegable la presencia de relaciones clientelares en sociedades ricas con democracias consolidadas, donde quizá los recursos intercambiados varíen, sin que los vínculos y las relaciones de poder dejen de ser de tipo clientelista.

      En la narración aquí expuesta acerca de Wilches, sus vínculos y sus relaciones políticas, hay evidencias sólidas del fenómeno, pues en ello, en parte, basaban él y los políticos de entonces su poder, a tal punto que las facciones y los partidos que conformaron pueden caracterizarse como esencialmente clientelistas. Las negociaciones de intercambio se facilitaban desde los vínculos existentes, y desde alianzas de diferente orden, entre individuos con estatus diferentes, pero también similares, como parientes, amigos, socios de negocios, subalternos, etc. De otra parte, y en un sentido formal, se observa que el intercambio clientelista se expresaba en sus formas típicas: diádicas y piramidales. Pues el intercambio podía efectuarse entre el caudillo y un actor de la base política, u otro caudillo menor. El esquema piramidal tiene explicación en la verticalidad de la administración pública, en cuyo seno tradicionalmente se reproduce el clientelismo mediante nombramientos.

      Así mismo, casi todas las definiciones ubican el fenómeno en el ámbito de la legitimidad, pues el intercambio clientelista lleva explícita o implícita la existencia de una negociación voluntaria o coercitiva, que implica la cesión de cuotas de poder político por parte de los clientes al patrón, mediante el voto u otros recursos; a la vez, los patrones hacen uso del poder cedido, y a cambio entregan algún bien, generalmente público, si bien no necesariamente. Lo evidente es que todas las definiciones incluyen el intercambio como un elemento infaltable del clientelismo. De este también se afirma que es propio de la vida política y que se desarrolla legalmente, si bien suele enfatizarse su vecindad y fragilidad para convertirse en corrupción. En la mayoría de acepciones citadas se evidencia una perspectiva comprensiva moderna, pues se evoca un contexto democrático ideal, pero está claro que hubo clientelismo antes de las democracias modernas y en diferentes estadios sociales: en la época griega y en el Antiguo Régimen.


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