Familias en la modernidad: una mirada desde Villavicencio. Milcíades Vizcaíno Gutiérrez
en comunes. Implica un reentramado de las estructuras, un remodelado de los elementos, una verdadera reconstrucción de lo dado en el contexto de los valores, las nociones y las reglas, que en lo sucesivo, se solidariza. Una representación social, habla, muestra, comunica, produce determinados comportamientos. Un conjunto de proposiciones, de reacciones y de evaluaciones referentes a puntos particulares, emitidos en una u otra parte, durante una encuesta o una conversación, por el “coro” colectivo, del cual cada uno quiéralo o no forma parte. Estas proposiciones, reacciones o evaluaciones están organizadas de maneras sumamente diversas según las clases, las culturas o los grupos y constituyen tantos universos de opiniones como clases, culturas o grupos existen. Cada universo tiene tres dimensiones: la actitud, la información y el campo de la representación. (Moscovici, 1979)
En un periodo posterior, Moscovici se refería a la misma cuestión de las representaciones sociales así:
Representación social es un conjunto de conceptos, enunciados y explicaciones originados en la vida diaria, en el curso de las comunicaciones interindividuales. En nuestra sociedad se corresponden con los mitos y los sistemas de creencias de las sociedades tradicionales; incluso se podría decir que son la versión contemporánea del sentido común [...] constructos cognitivos compartidos en la interacción social cotidiana que proveen a los individuos de un entendimiento de sentido común, ligadas con una forma especial de adquirir y comunicar el conocimiento, una forma que crea realidades y sentido común. Un sistema de valores, de nociones y de prácticas relativas a objetos, aspectos o dimensiones del medio social, que permite, no solamente la estabilización del marco de vida de los individuos y de los grupos, sino que constituye también un instrumento de orientación de la percepción de situaciones y de la elaboración de respuestas. (Moscovici, 1979)
El paso adelante, sin embargo, ha de ser tomado con reservas por cuanto no se puede afirmar del todo que Moscovici haya desbordado a su precedente, Durkheim. Analistas recientes han sugerido la necesidad de partir de Durkheim, seguir a Moscovici, pero volver nuevamente a Durkheim, en una ida y vuelta (Farr, 2003). Queda claro, en todo caso, que un consenso establece que las representaciones sociales son prácticas de grupos sociales que se respaldan en productos socioculturales (Gutiérrez, 1998; Morant, 1998). Con este paso se supera lo que ha sido dado por supuesto para pasar a las realidades construidas en la relación social de la vida cotidiana (Berger y Luckamnn, 1997, 1998). La sociedad es el telón de fondo de cómo las creencias compartidas y prácticas sociales diferencian grupos y colectividades, mientras que el lenguaje es esencialmente constitutivo de la realidad institucional (Searle, 1997, p. 75).
El concepto de representación social supone la existencia y configuración social diversa en posibilidades de expresión de las realidades construidas. Es el resultado del encuentro de diversas perspectivas en ciencias sociales, concretamente, de la sociología de Durkheim, el constructivismo, los enfoques socioconstruccionistas en sus distintas versiones y los estudios sobre comunicación y cultura. El trabajo de Moscovici recoge contribuciones importantes de la psicología de Piaget con respecto a lo esencial de la interacción y del lenguaje en la conformación del pensamiento representativo. También toma en cuenta aportes de la psicología de Lev S. Vygotski sobre el papel de los aspectos históricos y culturales en el desarrollo de procesos mentales. De alguna manera, el estudio de las representaciones sociales retoma de Piaget el desarrollo ontogenético y de Vygotski la importancia de la historia y de la cultura.
Las representaciones sociales se construyen en la vida cotidiana en relaciones intersubjetivas y a través del lenguaje (Searle, 1997, p. 75). Una de esas realidades son las instituciones sociales que son construidas y reconstruidas mediante el lenguaje, y una de esas instituciones es, precisamente, la familia. Los signos representan objetivaciones como facticidades externas, y tienden puentes entre zonas de la realidad de la vida cotidiana y las integra en un todo significativo.
El lenguaje también trasciende la vida cotidiana y acerca experiencias de zonas limitadas de significado, además abarca zonas aisladas de la realidad cotidiana que no necesariamente están presentes en la relación cara a cara. Este es el caso del lenguaje simbólico que separa la vida cotidiana para construir esquemas tipificadores que encarnan grados de anonimia, no solo respecto de contemporáneos, sino también de predecesores (Berger y Luckmann, 1998, pp. 52-65). El mundo cotidiano es un subtexto del tejido de acciones sociales (Gastron, Vujosevich, Andrés y Oddone., 2012)2, que está sometido a ser develado y extraído de su contexto inmediato para trasladarlo a un escenario analítico, en lo que Popper denomina “mundo 3” (Popper, 1994).
La representación se concibe fundamentalmente como la posibilidad de evocar objetos ausentes, es decir, en la capacidad que tiene el individuo de alejarse de la percepción inmediata y ubicar el objeto en una nueva realidad, producto de la cognición. Pero el pensamiento representativo solo es posible mediante la socialización; es un tipo de pensamiento netamente social que requiere para su desarrollo del lenguaje, de la interacción y de la comunicación. En este sentido una representación social es una realidad construida socialmente (Parales y Vizcaíno, 2003), en la cual el lenguaje no es solo un medio de comunicación, sino también un medio persuasivo sobre las conductas, opiniones y valores de otros (Perelman y Olbrechts, 1989, p. 216; Perelman, 1997).
Un constructivismo social
Un segundo enfoque en el que se basa la investigación es el constructivismo social. Valga, sin embargo, aclarar que el estudio no retoma toda la riqueza de formulaciones que llevan la denominación de constructivistas, sino, en específico, de aquellas que estrictamente son catalogadas como constructivismo social. En este sentido, el enfoque teórico de la investigación otorga sentido a las preguntas y a las respuestas implicadas en el proyecto de investigación. En términos de Hall:
Los cambios en una problemática transforman significativamente la naturaleza de los interrogantes que son formulados, las formas en que ellos son planteados y la manera en que pueden ser adecuadamente respondidos. Semejantes cambios de perspectiva no reflejan solo los resultados de una labor intelectual interna, sino también la manera como desarrollos históricos y transformaciones reales son apropiados por el pensamiento, y como proporcionan al pensamiento, no una garantía de “corrección”, sino sus orientaciones fundamentales, sus condiciones de existencia. (Hall, 1994, p. 28)
Plantear un avance en el conocimiento existente es la pretensión de toda investigación. El marco teórico elegido para desarrollar la investigación tiene tres componentes. En primer lugar, la socialización y sus efectos en la vida social; en segundo lugar, la realidad construida por los actores sociales, que es una y múltiple en sus significados; y, en tercer lugar, la presentación de los sujetos en la relación social. Estos tres elementos provienen de orientaciones teóricas desarrolladas, por un lado, por Berger y Luckmann (1998) y, por el otro, por Erving Goffman (1971; 1979). Esto no descarta, sino que supone e integra, toda la argumentación tanto de ellos como de sus antecesores, contemporáneos y sucesores pertenecientes al paradigma del constructivismo social y fenomenológico pertinente a sus propuestas teóricas y metodológicas.
A partir de Durkheim, la tradición sociológica ha incorporado en sus análisis la relación individuo-sociedad, no como elementos polares, sino integrados en procesos institucionales. Como Habermas lo reconoce, “[…] lo que antaño fue accidental se ha convertido mientras tanto en esencia, el individualismo mismo se ha convertido en una institución más” (Habermas, 1990, pp. 190, 209, 239). El mismo Habermas encuentra que fue George Herbert Mead quien presentó la única tentativa prometedora de brindar el pleno significado de la individualización social. En efecto, fue él “[…] el primero en pensar a fondo este modelo intersubjetivo del yo producido socialmente […] solo Mead logra sacarnos de ellas (las aporías de Fichte) por la vía del análisis de la interacción” (Habermas, 1990). No es el objetivo de este estudio seguir los trazos del desarrollo de este pensamiento constructivista, sino utilizar esa lente para leer el fenómeno objeto del análisis en esta investigación.
Los componentes enunciados son los ejes sobre los cuales se articula la argumentación en relación con la información empírica derivada de los actores que intervienen en el estudio. Los tres ejes del análisis teórico son la socialización, las realidades múltiples y la presentación de los actores en situaciones sociales y, en particular, en relación con la familia.