2020 (antes y después). Eduardo Cavieres Figueroa
no violentan los derechos fundamentales”18.
Precisamente, uno de los problemas centrales que están en desarrollo corresponde a la re-emergencia del Estado nacional y sus nuevas referencias con respecto a lo global y, en paralelo, de las innovadas (pero siempre peligrosas) formas de neo-nacionalismos y neo-populismos. En una renovada versión de su pensamiento de la década de 1980, Fukuyama no elude e1 hecho de que el coronavirus ha ofrecido a muchos líderes políticos la posibilidad de acumular más poder ejecutivo. Nombra a Hungría, Filipinas, China, pero el listado es mucho más largo. Se deterioran las prácticas democráticas. Frente a ello, el gran problema sería la polarización de la sociedad. Mucha gente está dispuesta a creerse los contenidos que publican los trolls rusos, pero las redes sociales están presentes en forma extensiva.
En todo caso, para el mismo Fukuyama, desde antes que la pandemia se hiciera presente, ya se vivía en un mundo en el que las instituciones internacionales (y las nacionales) se debilitaban:
… me preocupa que volvamos al nacionalismo que vimos en los años treinta. Pero creo que podemos contenerlo. De momento, no va a desbordar a Europa. Hay países que lo han hecho muy bien, que han mantenido la confianza en sus gobiernos y la solidaridad social. Alemania es un gran ejemplo. Los populistas se han desacreditado porque no han ofrecido una alternativa mejor para afrontar la pandemia. No creo por tanto que haya una repetición sin más de lo que sucedió en los años treinta, cuando cada país intentó aislarse de sus vecinos.
… No creo que debamos elegir entre un mundo más local o más global. Todos dependemos de la globalización para sobrevivir, pero creo que habrá más énfasis en la autosuficiencia. Aun así, muy pocos países pueden alimentarse solos y aún pudiendo sus ciudadanos esperan poder consumir los productos agrícolas que llegan con el comercio internacional.
La solución no está en la educación, está en la política. Has de ser capaz de ganar elecciones y derrotar a los populistas. Si no eres capaz de hacerlo, difícilmente podrás cambiar las cosas. Es un trabajo muy duro porque has de organizar y movilizar a la gente, pero no hay alternativa. Las democracias solucionan sus problemas en las urnas19.
Al respecto, está también la mirada de Ignatieff: “En todo caso, lo que parece claro es que el Estado nacional seguirá siendo la fuente principal de seguridad vital para las personas aterrorizadas por las pandemias, el cambio climático, y sus males concomitantes, como la emigración masiva. Irónicamente, una amenaza mundial ‒que empezó en un mercado de animales salvajes de la lejana China y se propagó por todos los países de la tierra‒ ha debilitado la gobernanza global y reforzado el Estado nacional. La consecuencia será la reafirmación del nacionalismo, porque los nacionalistas sostendrán que solo podemos protegernos si tenemos nuestro propio Estado. Paradójicamente, el nacionalismo ‒cuando adopta la forma de separatismo‒ es destructivo para los Estados, de manera que la pandemia puede jugarnos otra mala pasada: la de debilitar los Estados, que son los que nos ofrecen la mejor protección20. Realmente no una sino varias paradojas por la presencia de muchas aparentes contradicciones que no dejan visualizar en forma correcta el panorama y vuelven a confundir a la sociedad.
En paralelo, pero muy relacionado con lo anterior, y como está desarrollado en la última parte de este libro, Zizek afirmó que el virus asestará un golpe mortal al capitalismo evocando un oscuro comunismo. Chul Han respondió con claridad: se equivoca. Nada de eso sucederá y el capitalismo continuará aún con más pujanza. El peligro está en el momento y en las circunstancias, «la conmoción es un momento propicio que permite establecer un nuevo sistema de gobierno»21.
En la cantidad de estudios que están apareciendo sobre estas materias hay algunos que entienden que el capitalismo existente es incompatible con la democracia. Según lo ha indicado el español Estefanía, para el Nobel Stiglitz, el sistema económico está modelando de manera poco afortunada un conflicto con los valores más elevados. En el Foro Económico Mundial, el Manifiesto de Davos 2020, menciona tres tipos de capitalismo: el de accionistas, cuyo principal objetivo es la obtención de beneficios; el de Estado, que confía en el sector público para llevar la dirección de la economía; y el stakeholder capitalism o capitalismo de las partes interesadas, en el que las empresas son administradoras de la sociedad. Según el Manifiesto, el capitalismo de accionistas ha desconectado de la sociedad real. Se propone que, en el stakeholder, las empresas deben pagar un porcentaje justo de impuestos, tolerancia cero frente a la corrupción, respeto a los derechos humanos en su cadena de suministros globales y respeto a la competencia en igualdad de condiciones. Puede ser una salida favorable, pero, para Joaquín Estefanía,
La democracia no está generando las políticas pragmáticas que pongan al capitalismo en buen camino. Para los ciudadanos adinerados, el capitalismo es una fuente de riqueza interminable mientras que para muchos otros ciudadanos es un sistema del todo inefectivo en el que se multiplican las brechas que escinden y que cada vez son más profundas. En su último libro, Capitalismo, nada más (por aparecer en Taurus, España), el economista serbio-estadounidense Branko Milanovic recuerda que el capitalismo actual tiene un lado luminoso y otro tenebroso: el primero es la suavización de las costumbres; todos somos interdependientes y no podemos satisfacer nuestros intereses sin satisfacer también los de otras personas. El panadero de Adam Smith no puede vender su hogaza de pan si no convence a su cliente de que el suyo es mejor que los otros panes. El envés tenebroso del capitalismo es que su éxito depende de fomentar en los individuos el comportamiento más egoísta y codicioso. Todos los citados se preguntan cómo se ha llegado hasta aquí, hacia dónde se va y qué se puede hacer para cambiar el curso de los acontecimientos22.
En medio de esta lluvia de ideas, presiones, deficiencias en la calidad de vida, etc., ¿qué hacemos para cambiar el curso de los acontecimientos? Es difícil evitar lo que se nos cae encima, y, más aún, el poder decidir con claridad qué es lo que debemos escoger. El problema de fondo puede ser tomado livianamente y entregarse al discurso que más ofrece, o pensarlo con mayor esencialidad y pensar, en definitiva, en términos de la libertad.
Nuevamente, Chul Han nos permite introducirnos en el tema, y desde el propio presente. Nos dice,
La desaparición de los rituales señala sobre todo que, en la actualidad, la comunidad está desapareciendo. La hipercomunicación consecuencia de la digitalización nos permite estar cada vez más interconectados, pero la interconexión no trae consigo más vinculación ni más cercanía. Las redes sociales también acaban con la dimensión social al poner el ego en el centro. A pesar de la hipercomunicación digital, en nuestra sociedad la soledad y el aislamiento aumentan. Hoy en día se nos invita continuamente a comunicar nuestras opiniones, necesidades, deseos o preferencias, incluso a que contemos nuestra vida. Cada uno se produce y se representa a sí mismo. Todo el mundo practica el culto, la adoración del yo. Por eso digo que los rituales producen una comunidad sin comunicación. En cambio, hoy en día prevalece la comunicación sin comunidad. Cada vez celebramos menos fiestas comunitarias. Cada uno se celebra solo a sí mismo. Deberíamos liberarnos de la idea de que el origen de todo placer es un deseo satisfecho. Solo la sociedad de consumo se orienta a la satisfacción de deseos. Las fiestas no tienen que ver con el deseo individual. En el juego colectivo uno no procura satisfacer su propio deseo. Antes bien, se entrega a la pasión por las reglas. No estoy diciendo que tengamos que volver al pasado. Al contrario. Sostengo que tenemos que inventar nuevas formas de acción y juego colectivo que se realicen más allá del ego, el deseo y el consumo, y creen comunidad. Mi libro va encaminado a la sociedad que viene. Hemos olvidado que la comunidad es fuente de felicidad. La libertad también la definimos desde un punto de vista individual. Freiheit, la palabra alemana para “libertad”, significa en origen “estar con amigos”. “Libertad” y “amigo” tienen una etimología común. La libertad es la manifestación de una relación plena. Por tanto, también deberíamos redefinir la libertad a partir de la comunidad23.
Siguiendo al mismo filósofo, entramos a una situación que podría ser más profundamente peligrosa. A consecuencia de la pandemia nos dirigimos a un régimen de vigilancia biopolítica. Quizás se imponga la idea de que la biopolítica digital, que convierte al individuo y a su cuerpo en objeto de vigilancia, basta para hacer al capitalismo invulnerable al virus, pero ello significa el fin del liberalismo, el cual no habrá sido más que un breve episodio. Agregamos