Más patatas y menos prozac. Kathleen DesMaisons

Más patatas y menos prozac - Kathleen DesMaisons


Скачать книгу
de nada a largo plazo. Restringir la ingesta calórica no las lleva a perder peso, como debería ser. Las personas sensibles al azúcar pueden comer ochocientas calorías al día solamente, pero si la fuente de esas calorías son los carbohidratos, seguirán engordando. Es posible que probaran a seguir una dieta baja en carbohidratos y les fuera bien al principio, pero probablemente, con el tiempo, empezaran a sentirse inquietas e incómodas. Luego «tuvieron un desliz» y volvieron a comer carbohidratos, no pudieron retomar la dieta y experimentaron un desastroso efecto rebote. Conoces bien el «síndrome del yoyó»: pierdes cinco kilos y recuperas siete; pierdes siete y recuperas nueve.

      Es posible que a las personas sensibles al azúcar les cueste activarse. Tal vez te sientas triste o apático a menudo. Quizá estés deprimido y te arrastres durante el día, con muy poca energía. En el caso de las mujeres, la depresión puede empeorar justo antes de la menstruación. A menudo, las personas sensibles al azúcar se sienten abatidas en invierno, porque la disminución de la luz del día afecta a sus sustancias químicas cerebrales ya alteradas. Es posible que te «automediques» contra la depresión ingiriendo alimentos dulces, ya que los dulces son una de las pocas cosas que te hacen sentir mejor, aunque sea temporalmente. O puede que estés tomando un antidepresivo como el Prozac pero que sigas teniendo síntomas de depresión. Si este es el caso, es probable que la sensibilidad al azúcar tenga que ver, en parte, con tu depresión, sin que tú ni tu médico lo sepáis.

      Los niveles inestables del azúcar en sangre hacen que las personas sensibles al azúcar sean irritables y reactivas. Puede ser que pierdas los estribos o llores por cualquier cosa. Los sentimientos conflictivos que albergas no parecen tener sentido. Por ejemplo, mi paciente Shirley trabajaba como directiva en una agencia gubernamental. Era respetada, trabajaba muy bien y le gustaba su empleo. La mayoría de las veces era una persona estable y gozaba de claridad, pero había ocasiones en las que se abrumaba y quería sentarse a llorar cuando su jefe le daba su opinión sobre su trabajo. También la sorprendía el poder de su ira, que parecía salir a flote procedente de la nada. Como Shirley, tal vez pienses que eres una persona realmente agradable, y la mayoría de las veces lo eres. Pero en otras ocasiones pierdes totalmente el control. Estos cambios de humor pueden deberse a la sensibilidad al azúcar.

      Las personas sensibles al azúcar pueden sufrir episodios de ira que parecen sobrepasarlas sin ninguna razón. Tal vez te sientas como el doctor Jekyll y el señor Hyde. Tu lado oscuro permanece oculto la mayor parte del tiempo, pero las personas cercanas a ti saben que está ahí. Te enciendes por poca cosa y no puedes contenerte. La intensidad de tus emociones es especialmente aterradora porque no parece corresponderse con tu personalidad «real».

      ¿Están empezando a resultarte familiares estos patrones? ¿Coincide con tu experiencia el perfil del individuo sensible al azúcar? Las personas sensibles al azúcar a menudo se sienten reconfortadas cuando responden las preguntas enumeradas anteriormente. Ciertos patrones que no tenían sentido para ellas empiezan a encajar de pronto.

      La sensibilidad al azúcar es una teoría, una hipótesis de trabajo, que se sostiene en tres pilares: mi propia observación de cómo responden al azúcar mis pacientes adictos o compulsivos, mi exhaustiva investigación de los sólidos estudios científicos que se han realizado sobre la sensibilidad a los carbohidratos y el papel que tienen las sustancias químicas cerebrales en el alcoholismo, la adicción y la nutrición.

      Las investigaciones científicas llevadas a cabo desde la publicación original de este libro en 1998 han demostrado la fisiología de la adicción al azúcar y han apoyado, incidentalmente, mi hipótesis original de la sensibilidad al azúcar. Las historias que escuché al principio en boca de mis pacientes en California y las que cuenta ahora la comunidad Radiant Recovery ®, en la que hay gente de todo el mundo, indican que mi teoría está bien encaminada y que mi programa puede realmente ayudarte a sanar tu adicción al azúcar y tu desequilibrio bioquímico. A mediados de la década de los noventa, ponerle un nombre al problema de la sensibilidad al azúcar y ofrecer una solución era demasiado importante para esperar la aprobación de las autoridades científicas. Ahora, los hallazgos de los investigadores están confirmando la visión que tuve hace veinte años. Desde entonces, cientos de miles de personas han utilizado el programa que he creado para curar su sensibilidad al azúcar y entrar en el mundo de lo que llamamos recuperación radiante.

      Antes de continuar, quiero subrayar que no hay nada «malo» en tener una bioquímica sensible al azúcar. Cuanto más puedas disipar los mensajes negativos que siempre has recibido sobre tu comportamiento, más libre serás para emprender este proceso de curación. Recuerda que hay millones de personas como tú: personas que saben que algo va mal, que bromean acerca de ser «adictas» al chocolate, pero que rara vez hablan de lo que está sucediendo realmente en su interior.

      A medida que exploras el poder de tu sensibilidad al azúcar, te convendrá hacerte algunas preguntas. Intenta no juzgarte al hacer esto. Permítete aproximarte a tu «adicción» de una forma un poco humorística. Tal vez no mientas directamente cuando respondes a la pregunta de si comes dulces o cuándo los comes, pero ¿mientes por omisión? ¿Comes dulces cuando no hay nadie cerca solamente? ¿Pones la bolsa de golosinas dentro de otro recipiente para que los demás no puedan ver lo que llevas? ¿Estacionas tu automóvil en un lugar apartado para mordisquear tu dulce especial? ¿Escondes los envoltorios de dulces debajo de los otros desperdicios para que tu cónyuge no sepa lo que has comido? ¿Te comes las galletas de tus hijos y luego dices que no sabes lo que ha pasado con ellas? ¿Vas a los grandes almacenes, adquieres ingentes cantidades de dulces y te dices que has hecho una buena compra? ¿Te sabes el horario de la bombonería?

      A estas alturas, deberías tener bastante clara la respuesta a esta pregunta. Sí, se puede ser adicto al azúcar, a los alimentos dulces y a los productos elaborados con harina blanca, a los que el cuerpo responde como si fuesen azúcar. Esta adicción es fisiológica y afecta a los mismos sistemas bioquímicos corporales que se ven afectados por drogas como la morfina y la heroína. De hecho, es posible tener un «colocón» de azúcar. Comerlo puede hacer que la persona se sienta eufórica inmediatamente después, y si no cuenta con su dosis regular, puede experimentar síntomas de abstinencia. Sí, es posible volverse fisiológicamente dependiente del efecto que los azúcares tienen en el organismo.

      Ser sensible al azúcar significa que la química corporal funciona de forma diferente a la de las personas que tienen un funcionamiento químico «normal» en relación con el azúcar. Si presentas esta característica, tu corazón se alegra al ver una caja de dulces recién abierta; tus moléculas parecen prestar atención cuando hueles a chocolate. Esta sensación de que tu cuerpo presta atención no tiene que ver con la codicia; es la respuesta fisiológica natural de una persona sensible al azúcar cuyo cerebro acaba de liberar una potente sustancia química llamada betaendorfina en respuesta a cierto olor.

      Cuando comes chocolate, ¿hay una parte de ti que siente un mayor grado de autoestima? Puede parecer una idea extravagante que el chocolate mejore la autoestima, pero el chocolate libera betaendorfina, y esta hace que los sentimientos de autoestima mejoren. Tu relación con los alimentos dulces se procesa en el ámbito celular; es mucho más potente de lo que pensabas.

      En el pasado, nunca entendí por qué me sentía mucho mejor después de comer dulces. Sabía que era una actividad emocionalmente reconfortante, pero no tenía sentido que me sintiera tan bien después de hacer algo tan «malo». A veces me daba un atracón y empezaba a hacer conjeturas sobre lo que podía hacer con mi vida imbuida de una sensación de posibilidad. Escribía planes en mi diario, hacía listas y me sentía segura de que el mundo estaba bien. Unas horas más tarde, me venía abajo y sentía que nunca me iba a ocurrir nada bueno, que no se produciría ningún cambio y que terminaría siendo


Скачать книгу