Más patatas y menos prozac. Kathleen DesMaisons

Más patatas y menos prozac - Kathleen DesMaisons


Скачать книгу
palomitas de maíz o la pasta.

      p Tengo en estos momentos, o he tenido alguna vez, un problema con el alcohol o las drogas.

      p Uno de mis padres, o ambos, son o eran alcohólicos.

      p A uno de mis padres, o a ambos, les encantaba especialmente el azúcar.

      p Tengo sobrepeso y parece que no puedo perder los kilos de más fácilmente.

      p No dejo de estar deprimido haga lo que haga.

      p A menudo tengo reacciones exageradas frente al estrés.

      p Tengo unos arrebatos de ira que a veces me sorprenden incluso a mí.

      ¿Cuántas marcas de verificación has puesto? Si has puesto tres o más, estás leyendo el libro correcto. Si has marcado las diez frases, estás en buena compañía. Cada una de estas declaraciones tiene relación con un aspecto de la sensibilidad al azúcar. Analicémoslas una por una para ver qué nos revelan.

      El solo hecho de marcar como cierta esta afirmación indica sensibilidad al azúcar. Si te gustan mucho los alimentos dulces, puede ser que te susciten una respuesta fisiológica intensa. Quienes son sensibles al azúcar responden al hecho de probar y comer esta sustancia de una manera más pronunciada que las demás. Una persona «normal» disfruta de los dulces, pero puede comer media galleta y dejar el resto para mañana. Una persona «normal» no se sienta a cenar pensando en el postre. Una persona «normal» no se siente más segura y poderosa después de tomar alimentos dulces.

      Es probable que las personas sensibles al azúcar coman muchos dulces. Aunque pienses que no deberías hacerlo, puede ser que comas dulces, galletas o helados. Tal vez el postre sea la parte más importante de tu comida. Puede ser que prescindas de los alimentos dulces durante el día y que te des atracones de ellos por la noche.

      O puede ser que te encanten los alimentos dulces pero elijas no comerlos. Lindsay, una paciente mía alta y esbelta, era sensible al azúcar. Puesto que estaba preocupada por las calorías y las grasas, había dejado de comer helados con chocolate caliente, barras de caramelo y los otros dulces que solía ansiar. Pero a pesar de haber erradicado el azúcar obvio de su alimentación, los alimentos dulces siguieron encontrando la manera de llegar a su boca. Comía barritas energéticas para desayunar. Dejó de beber Coca-Cola y se pasó a los zumos de fruta. También descubrió que le encantaba el zumo de zanahoria. Y tomaba un vaso de vino con la cena como premio para compensar lo mucho que echaba de menos sus alimentos llenos de calorías.

      Pero todos los alimentos sustitutorios mencionados contienen altas cantidades de azúcar. La constitución bioquímica sensible al azúcar de Lindsay ansiaba esta sustancia y la llevaba a ingerirla incluso sin que supiera lo que estaba haciendo. Sus barritas energéticas y muchos de los otros alimentos «saludables» bajos en grasas que comía tenían un contenido muy alto en lo que en las etiquetas se denominaba «carbohidratos». El azúcar está presente bajo muchas formas, y las personas sensibles al azúcar las encuentran. En el capítulo diez, en el apartado «Azúcares simples», examino con cierto detalle la cuestión de los distintos tipos de azúcares presentes en los alimentos.

      Es posible que tu cuerpo responda a los alimentos elaborados con harina blanca como si fueran azúcares. Tal vez te sientas bien poco después de comerlos, pero muy mal algo más tarde. Quizá te encante el pan. Es posible que los cereales sean un alimento básico para ti. Por la noche, no sería raro que te acomodases en el sofá con un gran tazón de palomitas de maíz.

      Puntúa del uno al diez tu apego a cualquiera de estos alimentos. Tal vez te sorprenda descubrir que aunque no ingieras «azúcar» tienes un vínculo emocional muy potente con el pan, la pasta, los cereales o las palomitas de maíz. Matarías por conseguir pan francés. Y conoces todos los lugares en los que se vende pasta casera. No te asustes; es normal que te sientas así. Tu apego a estos alimentos solo nos indica lo fuerte que es tu bioquímica sensible al azúcar.

      Si has dado muestras de un comportamiento adictivo con el alcohol o las drogas en algún momento de tu vida, es muy probable que tengas una química corporal que responda más intensamente al alcohol o las drogas que la de otras personas. Tu apego al azúcar te predispone, desde el punto de vista bioquímico, a consumir alcohol, e incluso ciertas drogas, de forma adictiva.

      Si te estás recuperando de la adicción al alcohol o las drogas, la sensibilidad al azúcar puede afectar a la forma en que te sientes. Esto explica gran parte del llamado síndrome de la borrachera seca. Las reacciones desproporcionadas y el comportamiento impulsivo pueden ser causados por lo que comes y cuándo lo comes. Muchos de los síntomas físicos y emocionales inexplicables que las personas dan por supuestos en la recuperación de la adicción, como la irritabilidad, los antojos, los cambios de humor y los trastornos del sueño, son el resultado de ser sensible al azúcar. Además, los sentimientos de baja autoestima pueden seguir presentes mucho después de que hayan dejado de estar justificados racionalmente. Por ejemplo, Christine, que dejó el alcohol hace cinco años, esperaba sentirse mucho más feliz y saludable de como se encuentra. Tiene un trabajo fantástico, que le encanta, la han ascendido tres veces en dos años y gana veinte mil dólares más al año que antes, pero aún le preocupa encontrarse en la indigencia en su vejez. El problema es que Christine dejó de beber pero no cambió su alimentación para compensar la sensibilidad al azúcar que experimentaba su cuerpo. Qué comes y cuándo comes puede hacer que te sientas muy mal o maravillosamente bien.

      Si tus padres bebían en exceso o como lo hacen los alcohólicos, es posible que hayas heredado un tipo específico de respuesta química cerebral al alcohol que hace que llores con facilidad y estés deprimido y emocionalmente abrumado (o enojado y beligerante) cuando te encuentras «bajo la influencia» del azúcar. También es posible heredar otros aspectos de la sensibilidad al azúcar. Tal vez tus padres eran sensibles al azúcar mucho antes de que comenzaran a beber. El 78 % de los conductores ebrios que participaron en el programa que dirigí señalaron que sus padres eran alcohólicos y que a sus madres les encantaban los dulces. Esta combinación de un padre alcohólico y una madre sensible al azúcar (o viceversa) incrementa al máximo la posibilidad de que nacieras con un cuerpo sensible al azúcar.

      Las personas sensibles al azúcar a menudo crecen en hogares en los que abundan los dulces. Recuerdo nuestro ritual familiar consistente en ir a la heladería del barrio en las noches de verano. Los helados no solo creaban un recuerdo agradable sino que, además, había una carga emocional tremenda asociada a ellos. Hasta el día de hoy, el recuerdo de esas golosinas dulces, frías y cremosas evoca una respuesta potente y agradable en mi cuerpo.

      Como ocurre con la pregunta sobre las galletas con chispas de chocolate, quienes no son sensibles al azúcar no responden de esta manera. Puede ser que tengan el recuerdo de infancia de haber ido a la heladería, pero el contenido emocional de dicho recuerdo es diferente. Su cuerpo no evoca la sensación del helado en la boca con la misma intensidad. Busca una persona que no sea sensible al azúcar y pregúntale qué recuerda sobre la comida de su infancia. Después pregúntale lo mismo a una persona sensible al azúcar. Te garantizo que sus respuestas serán muy diferentes.

      Las personas sensibles al azúcar a menudo ansían carbohidratos. Este no es un antojo


Скачать книгу