Coaching deportivo. María José Alaminos

Coaching deportivo - María José Alaminos


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esta disciplina de desarrollo personal en el ámbito deportivo con los más pequeños, y, mucho menos, disuadir de hacer cualquier esfuerzo que contribuya, por pequeño que sea, a demostrar el potencial que el “coaching” tiene en el crecimiento de las personas y todos los beneficios que se pueden obtener en el deporte de elite.

      A día de hoy, las posibilidades más habituales de realizar “coaching” con el deporte base son tres: “coaching” externo, “coaching” interno, y “coach”-entrenador.

      Se pueden llevar a cabo procesos de “coaching” fuera de la organización a la que pertenezcan los deportistas y de manera independiente de sus directrices, procedimientos y estructura. Es a esto a lo que me refiero con “coaching” externo. Los “coachees” (clientes) son deportistas que voluntariamente, por su propia iniciativa, contratan los servicios de un “coach” para desarrollar su preparación deportiva. En estos casos, normalmente, estamos ante jóvenes de 15 ó 16 años en adelante, que ya tienen cierta autonomía, conocimiento e implicación con su carrera deportiva, orientación al rendimiento y capacidad intelectual para comprender qué supone un proceso de “coaching”.

      En edades inferiores se suelen plantear dos situaciones:

      1. Los padres, tutores o incluso los técnicos deportivos deciden que el deportista debe realizar un proceso de “coaching” (parecido a como sucede en el “coaching” empresarial y ejecutivo).

      Como se aprecia en el gráfico, se crea una relación triangular entre el “coach”, las personas que han tomado la decisión o han sugerido hacer un proceso de “coaching” y el deportista que se subordina o acepta la decisión de otros de hacer un proceso.

      Aunque éste es un tema que se abordará más adelante, en el epígrafe de La importancia de trabajar con objetivos, adelanto aquí la reflexión, por cuanto parte de este punto que ahora se trata. La cuestión que surge aquí es preguntarse acerca del grado en que el “coachee” asume el objetivo, teniendo en cuenta que personas ajenas al deportista ya han considerado un objetivo sobre el que éste debería trabajar. Lo que llama la atención de esta situación es cómo el “coachee” va a motivarse y responsabilizarse de ese objetivo que no ha sido fijado por él mismo. Ésta es una cuestión interesante, que no está del todo zanjada entre gran número de profesionales del “coaching” y que, en el ámbito deportivo (y especialmente cuando se trata de niños), tiende a ser una situación habitual, porque el ejercicio deportivo (no como mera actividad física, sino como deporte) sigue unas programaciones y planificaciones que contienen objetivos deportivos a cumplir por todos los componentes, bien sea a nivel individual (entrenador, preparadores físicos y atleta, tirador, tenista, nadador, etc.), bien sea a nivel colectivo (entrenador, preparadores físicos, fisioterapeutas, jugadores, etc.).

      No obstante, los objetivos que se pueden trabajar en “coaching” no tienen por qué ser incompatibles con esas programaciones deportivas. De hecho, parte de la labor del “coach” en esta relación triangular será promover que el “coachee” fije sus objetivos de “coaching” en consonancia y congruencia con los objetivos deportivos que estén previstos para él, de manera que el trabajo que se realice en el proceso suponga verdaderamente una aportación al camino deportivo del niño o adolescente.

      2. El “coaching” es concebido como un servicio más del club u organización deportiva y se inserta a nivel interno dentro del sistema de recursos humanos, disponiendo o de “coaches” como figuras independientes de cualquier otra, o de personas que fusionan ambas figuras (“coach”-entrenador). Tal como ha quedado expuesto anteriormente, salvo contadas excepciones, disponer de un “coach” interno que no ejerza al mismo tiempo funciones de técnico requiere un alto grado de madurez y desarrollo de la organización deportiva, madurez que implica, fundamentalmente, tener una visión y misión orientadas a la consolidación de la cantera, pasando por el desarrollo como persona de sus jóvenes deportistas.

      Pero en otro orden de cosas, y hablando de la práctica del “coaching” con niños y adolescentes, de cómo se hace “coaching” con ellos, cabe mencionar que existen diferencias propias de la edad. Como “coaches” debemos tener en consideración que hay algunos aspectos que es necesario adaptar a efectos de lograr procesos satisfactorios para los deportistas. Y ello con independencia de si se trata de un “coaching” externo, interno o “coach”-entrenador.

      Fundamentalmente, los aspectos que es necesario adaptar cuando se trata de niños y adolescentes son:

       El lenguaje, es decir, la terminología utilizada, en los conceptos, en la complejidad de las preguntas y en la composición de las frases. Obviamente, no todas las personas tienen el mismo grado de desarrollo lingüístico y el “coach” deberá adaptarse siempre al “coachee” para generar rapport y confianza. Este detalle es común a la práctica del “coaching”, en que el “coach” debe adaptarse a las características concretas de cada “coachee”. Pero, además, en el caso de niños y adolescentes es todavía más marcado porque, en general, la variedad lingüística es escasa. Están aún confeccionando y ampliando su vocabulario, y el grado de desarrollo conceptual es todavía bajo, con lo que las abstracciones lingüísticas les resultan poco comprensibles. El uso de metáforas e ironías, como herramientas de “coaching”, funcionan si son muy visuales y están adaptadas lingüísticamente. Utilizar metáforas de animales para ilustrar la actividad que se realiza y/o cómo se debe realizar suele tener efectos relevantes dentro del aprendizaje significativo de los deportistas de menor edad (por ejemplo, escabullirse de la defensa como un ratón, o ampliar la zancada como un avestruz, etc.). Por tanto, el lenguaje a utilizar debe ser sencillo y claro, con gran variedad de sinónimos y plenamente adaptado a los estilos comunicativos que usen los “coachees” con los que se esté trabajando.

       La formulación de preguntas. En determinadas edades están acostumbrados a que se les den “lecciones” y, en ocasiones, al aplicar el método socrático reciben las preguntas como capciosas o quieren e intentan responder lo que “hay” que responder, buscando la respuesta correcta. Sienten las preguntas como una evaluación o examen de conocimientos, y quieren acertar en la respuesta que el “coach” pueda estar pensando. En definitiva, creen que lo que les va a hacer avanzar es el acierto sobre la respuesta correcta (que es la que tiene el adulto) y, por tanto, descuidan esa parte del “coaching” en la que el responsable es el “coachee”, siendo sus valores, su voluntad y su compromiso lo que cuenta y sobre lo que se trabaja. El uso de preguntas abiertas, entendidas como aquellas que permiten al interlocutor confeccionar libremente la respuesta, de una manera amplia y con numerosa información, es crucial en “coaching” porque potencia el autodescubrimiento y la autoconciencia. Pero cuando se trata de menores no viene mal tener a mano otros recursos que delimiten mínimamente el contenido de las respuestas y que les puedan orientar hacia el camino que se esté trabajando.

      Así, conviene compaginar esta metodología con otras estrategias complementarias como, por ejemplo:

      1. Resumir con afirmaciones las respuestas que hayan dado:

       “Coach”: ¿Qué es lo que hace que no lances?

       “Coachee”: No lo sé… No quiero lanzar, no me gusta, porque si no meto gol, ¿qué? La entrenadora me riñe.

       “Coach” (afirmación): Entonces es porque la entrenadora te riñe cuando no metes gol.

       “Coachee”: No, no, la entrenadora no me riñe, pero me da miedo que lo pueda hacer.

      En este ejemplo, la “coachee” ha especificado su respuesta tan sólo para que no se malinterpretara la información que el “coach” había obtenido tras la primera respuesta y, al hacerlo, ha descubierto


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