La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3. Arturo Martínez Nateras
por una obsesión embriogénica sino porque es preciso conocer los procesos históricos de nuestra patria. Ni capitalista, ni neoliberal, ni positivista; soy, por el contrario, anticapitalista, neoconservador y negativista. Señalo lo anterior pues podría parecer que soy un positivista empedernido. Mas debo asentar que si bien por otras razones —entre las cuales están mi formación como etnohistoriador, mi trabajo en archivos y mi fascinación por las fuentes— tengo un amor profundo por los documentos y creo relevante su estudio, el cual debe de hacerse de manera crítica. Soy también un ferviente creyente de que cuando citamos los documentos, éstos nos hablan… y al parar la oreja ¿qué le dicen a los revolucionarios de hoy los documentos de las FLN generados en el siglo pasado?
Antes de responder a la pregunta debemos ponderar que ahora la palabra escrita hace largo tiempo pueda hablarnos públicamente, ya que dichos documentos permanecieron ocultos muchas décadas, al ser generados para consumo interno de una organización clandestina. Con excepción de lo publicado en Rebeldía, carecíamos hasta hace poco de fuentes primarias confiables para conocer este periodo de la historia de la lucha por la liberación de México.
Afortunadamente disponemos en este momento (verano de 2017) de los dos primeros números —de tres prometidos— de los llamados Cuadernos de trabajo. Dignificar la historia, publicados por el Comité editorial de La Casa de Todas y Todos —institución que resguarda los archivos originales de las FLN4—. Este trabajo editorial hace públicos algunos documentos de las FLN generados entre 1969 y 1977 —divididos en dos periodos con un corte en 1974—. La primera entrega son una serie de comunicados internos y la segunda son otros tantos comunicados y partes relevantes del diario de campaña del compañero Alfredo —quien fuera máximo dirigente de las Fuerzas‒ realizado en la Selva Lacandona. Afortunadamente el corpus documental de las fuentes primarias para el estudio de la historia de las FLN se acrecienta recurrentemente, ya que el mencionado Comité editorial desclasifica y publica periódicamente documentos originales. Cabe señalar que en la primavera de 2017 dicho Comité comenzó la desclasificación de un documento que se conocía sólo en parte; los que lo han citado fragmentariamente —y no sabemos si alterado—, lo han hecho a partir de fuentes o archivos militares o policiacos. El documento en cuestión se intitula Nuestra historia y fue originalmente publicado en el periódico interno de las FLN, Nepantla —su primera entrega fue en el número 4 (26 de mayo de 1979)—; se trata de un documento interno que narraba, a los nuevos militantes de la organización, la versión oficial del pasado de las FLN. Por desagracia para los efectos de este escrito, la publicación electrónica se hará también en entregas —que no han sido regulares como fue prometido— y por el momento no se puede leer íntegro.
Esta parte de mi escrito no intenta más que ser un eco, mínimamente comentado, de fragmentos de dichas publicaciones —citadas in extenso—, con la esperanza de que sirva como aliciente para leerlas en su totalidad. Al hacerlo, a cada quien le dirán algo.
El SCI Marcos señaló en una carta dirigida a Fernando Yáñez el papel que éste tenía como guardián de la memoria por su trabajo en lo que se llamaba en ese momento la Casa-Museo del Dr. Margil y hoy es nombrada La Casa de Todas y Todos:
Como sabemos, usted trabaja, junto con otros hombres y mujeres honestos, en el cuidado de la memoria de lucha de nuestro pueblo. Parte importante de esta memoria está guardada en la Casa Museo del Doctor Margil, en la Ciudad de Monterrey, Nuevo León, México. En esta casa museo, se encuentran testimonios de una parte fundamental de nuestra historia como zapatistas, historia de la que estamos orgullosos y, en la medida de nuestras posibilidades, tratamos de honrar (La Jornada, 30/IX/02).
El Comité editorial supra mencionado, al reflexionar sobre el por qué hacer ahora públicos ciertos documentos internos nos dice: “Respetuosos y conocedores de la historia universal, que pertenece a todos los pueblos, no a una persona o grupo social en particular, hemos considerado siempre que no debe ser mutilada, tergiversada, agredida como ocurre frecuentemente cuando se refieren a la historia de las FLN […] no tenemos temor al juicio de la historia” (Dignificar la historia, 2015, p. 8). En un mensaje emitido por el Comité, para celebrar el 48 aniversario de la fundación de las FLN, sus miembros refuerzan la idea de que el develar sus documentos es para que iniciemos un juicio histórico de su actuación:
[…] Es por eso que no tenemos empacho en dar a conocer estas historias, la verdad debe fluir libremente entre las generaciones presentes y futuras. Se nos critica por dar a conocer la historia de vida, y de muerte de los militantes de las FLN, pero quienes nos critican no dicen por qué esta historia ya “no sirve”, ¿es mejor olvidar y perdonar a los asesinos? Dejamos ese trabajo a los historiadores, ellos sabrán argumentar una u otra valoración y ustedes podrán externar la suya. Dejemos que la historia juzgue.
Se debe anotar que en la luminosa historia de las FLN también hay oscuridad, y que entre los muchos aciertos también hubo yerros. En la presentación original de Nuestra historia podemos leer claramente la posición de esta organización respecto a las fallas: “Nuestro recuento de los hechos procura ser lo más objetivo posible, y cuando se han cometido errores, así lo señalamos; sólo quienes no actúan no se equivocan”. Más allá de curarse en salud, el fragmento anterior nos habla de una organización que se concibe como imperfecta y que asume el “echando a perder se aprende”. Lamentablemente, y esto es aplicable tanto a personas como a organizaciones, ciertos errores que no se ven o no se asumen a tiempo tienen costos éticos y políticos muy altos. Sólo con el paso de los años se puede ver que lo fueron y el impacto que tuvieron.
Las FLN siempre fomentaron la autocrítica y, sin evadir su responsabilidad como organización, muy temprano señalaron, en 1969, año de su fundación, que
[…] nuestra actitud de autocrítica en este proceso de lucha constante, intransigente e irreversible, es ejemplo y motor de victorias políticas […]. Es por esto que nuestra organización político-militar, compuesta por compañeros como tú, como yo, sin prestigio nacional ni internacional, declaremos desde hoy y para siempre que somos los únicos responsables de los errores que se cometan. Las victorias son ya de nuestro pueblo, principio que nos obliga a ser cautelosos y estudiosos de cada paso (Dignificar la historia I, p. 49).
Es por eso que después los zapatistas dicen: “Los aciertos son de todos, los errores tienen nombre y apellido [o pseudónimo y/o nombre de guerra]”. Así podemos decir que, de acuerdo con su filosofía, cuando la historia juzgue a ambas organizaciones, sus aciertos serán colectivos y sus errores personales.
Extirpar la rebeldía ha sido un esfuerzo estéril del arriba. Siempre quedan reductos, el espíritu vivo; los relapsos, los irredentos, los sobrevivientes, los aferrados. Después de las derrotas quedan principalmente dos caminos a los sobrevivientes: el cargarla a cuestas con amargura, algunas veces apostando a la amnesia y al cinismo, o bien intentar lanzarse de nuevo a crear semillas para un intento futuro. Por otra parte, aunque ciertas experiencias organizativas no fructifiquen, para los perseverantes en tumbar al sistema siempre son formativas. Cuando sobreviene la derrota o la autodisolución, el análisis de la experiencia vivida será imprescindible al inicio de nuevos esfuerzos por organizarse.
Las FLN sufrieron varios embates por parte del Estado que bien podrían haberlas eliminado por completo —para conocer in extenso y en la versión propia de las Fuerzas estos hechos, invito de nuevo a la lectura de sus documentos desclasificados—.Simplemente, en Chiapas se pueden contar tres intentos previos de iniciar un núcleo guerrillero antes de que fructificase por completo. Es sorprendente la tenacidad de las mujeres y hombres que militaban en esa organización para recomponerse y continuar con su estrategia. Las palabras del compañero Pedro (César Germán Yáñez Muñoz) parecen ser proféticas cuando, en marzo de 1970, habla sobre la cooptación de nuevos militantes:
Téngase presente que lo que esencialmente distingue a nuestros combatientes del enemigo, es la moral; ésta es no sólo nuestra íntima convicción de la necesidad de esta lucha, sino la disposición de entregar a ella todo, vida, bienes, comodidad, familia. Es nuestra primera obligación que de este modo piensen siempre, sin alteraciones, todos los integrantes de las Fuerzas de Liberación Nacional.
Por ello, a los