Antequera, 1808-1812. De la crisis del Antiguo Régimen a la Ocupación Napoleónica. Francisco Luis Díaz Torrejón

Antequera, 1808-1812. De la crisis del Antiguo Régimen a la Ocupación Napoleónica - Francisco Luis Díaz Torrejón


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más numerosos que de costumbre, no parece que muestren un especial júbilo por la coronación de Fernando VII, según se colige del laconismo con el que se despacha el asunto en el acta correspondiente: «La Ciudad queda entendida y acuerda que por su parte se cumpla y execute en los términos que se manda»[2] .

      ¿Acaso el ayuntamiento antequerano es de inclinación godoísta y no celebra, con la alegría que pudiera esperarse, el ascenso del nuevo monarca porque ello ha supuesto la caída del valido Godoy?

      *****

      La proclamación regia se reviste de toda solemnidad y los actos comienzan con una marcha procesional de las autoridades y la nobleza, bajo la escolta de tropas, hacia el Convento de los Remedios para recoger dos banderas del Regimiento Provincial, depositadas en su capilla mayor, que van a pasearse en manos del regidor decano José María Peñuela y del conde de la Camorra.

      Tres noches de luminarias en los principales edificios públicos de la ciudad completan las celebraciones por el advenimiento regio. Antequera luce como la población más fernandina de España.

      Aunque nada consta en los archivos locales, las noticias no tardan en llegar a Antequera y al cabo de pocos días, nadie desconoce la grave situación de los Borbones en Bayona y la sangrienta matanza de cientos de madrileños –hombres, mujeres y niños– por las tropas de Murat. Entonces, la indignación crece entre los antequeranos en la misma proporción que el patriotismo.

      Una explosión de patriotismo recorre la ciudad de punta a punta y los antequeranos de todas las clases sociales, deseosos de significar su adhesión a la causa, adornan sus sombreros y monteras con escarapelas nacionales. Un mar de divisas rojas y gualdas inunda todos los rincones y la gente, sacudida por exacerbados sentimientos españolistas, se acorrilla en calles y plazas en respuesta unánime contra Napoleón. Los latidos del entusiasmo popular se sienten por todas partes y especialmente ante las casas capitulares, en el Coso de San Francisco:

      Toda la ciudad de Antequera es una pira antinapoleónica. Nadie permanece ajeno al ardor patriótico y ni siquiera los niños son insensibles a las enfebrecidas circunstancias porque, empapados del ánimo de sus mayores, juegan a la guerra con más pasión que nunca. Divididos en bandos, patuleas de chiquillos se enzarzan en batallas campales a pedrada limpia entre buenos y malos, es decir, entre patriotas y napoleónicos:

      Semejantes juegos superan todo carácter lúdico porque hay que interpretarlos como una manifestación, a escala infantil, de los sentimientos antibonapartistas que subyacen en Antequera y aun en toda la España patriótica.

      *****

      Conforme a instrucciones superiores, el gobierno local antequerano transmuta su hermética estructura de cabildo para transformarse en un órgano más abierto y participativo, mediante la incorporación a las funciones ejecutivas de individuos representativos de los estamentos sociales, con el título de Junta gubernativa de Antequera.


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