Aquí América Latina. Josefina Ludmer
sabático es otro tiempo. Es posible que la ilusión de que en Buenos Aires hay otro tiempo provenga de mi posición en otro tiempo. La semana que viene parece ser el futuro y el pasado tiene una densidad mayor que la del presente porque se hace público todo el tiempo. Sensación constante de que el presente es memoria y déjà vu: una duplicación del pasado.
Sensación de corte histórico, temporal, con la “modernización” neoliberal en la Argentina. En Buenos Aires año 2000 hay como un tiempo que se vino de golpe.
Sensación de vivir en la utopía realizada de la comunicación universal y de la circulación universal de bienes. La ciudad está llena de locutorios y de negocios de computación. La gente anda con los celulares en la mano. Buenos Aires ya tiene un primer mundo interno en Puerto Madero, según el modelo global de “la ciudad creativa”, basado en la idea de que la innovación cultural es un motor de crecimiento económico.
Sensación de que el tiempo es un problema público múltiple en Buenos Aires año 2000: económico, social, cultural y político-estatal. Económico: los vencimientos y plazos de la deuda externa tensan al límite el ajuste (en América latina la deuda es usada como instrumento de dominación). Un problema social, porque en Argentina la velocidad neoliberal produjo nuevas formas de diferenciación y exclusión que se sitúan en otros tiempos, diferentes de los del mercado y el estado. Aparecen nuevos pobres y excluidos que no existían antes. (En el 2000 comienza a aparecer la revista Hecho en Buenos Aires, que escriben y venden por la calle personas desocupadas). La velocidad y la distribución de trabajo y tiempo están en el centro de los debates. El tiempo es también un problema cultural por la cantidad de pasado, de memoria y de historia que hay en el presente. Y un problema político con cuestiones sobre leyes y decretos de necesidad y urgencia.
También es un problema múltiple para los que me rodean. Aquí la gente está mucho más ocupada que antes, ¿o es mi tiempo sabático y el ocio lento que engendra?
Decido escribir un diario para explorar el tiempo.
Martes 20 de junio
Jueves 27 de julio
Los saltos modernizadores
La laguna temporal como experiencia del tiempo
Imaginemos que las modernizaciones latinoamericanas (los cambios en la historia del capital y los cambios de las políticas imperiales por internacionalizaciones de la economía) se producen por saltos o por cortes de tiempo, de modo que no se nos deja un desarrollo (económico, pero también político, social y cultural) “natural”, por así decirlo, “una historia” que sí han tenido los centros para llegar a ese punto global. De golpe se nos corta algo que podría seguir siendo y en un salto de transformación radical y forzosa (modernización o represión: dos modos diferentes de cortar el tiempo), por decreto, los latinoamericanos quedamos instalados en otra situación y en otra historia. El corte de tiempo como régimen histórico hace que América latina nunca esté completa, que su ser sea siempre enviado al futuro, y esa es una de las claves de nuestra posición global.
Los cortes generan lagunas temporales, algo como el jetlag cuando se viaja en avión; Homi Bhabha (The Location of Culture) lo llama “time-lag”. En la laguna temporal se hace nítido el círculo de las políticas imperiales. Se nos corta el tiempo desde afuera y desde el estado, se corta algún proceso, y se nos define como temporalmente diferentes según una historia desarrollista, en etapas, que es la historia del capitalismo y del imperio concebidos como modernidad, civilización y continuo progreso. América latina, en esa cronopolítica, está siempre en una etapa temporal anterior, atrasada o “emergiendo” en relación con lo ya constituido, en un proceso que nunca acaba y que se reajusta con cada salto modernizador. Somos segundos en la historia del capitalismo y “llegamos tarde al banquete de la civilización” (Alfonso Reyes).
La diferencia temporal que se nos produce y asigna nos lleva a pensar críticamente y también a pensar de otro modo. A imaginar cambios sin etapas, progresos y modernizaciones sin desarrollos. Desde aquí no podemos ver el tiempo en forma lineal, en términos de “atraso” o “adelanto”. No podemos aceptar la historia desarrollista del capital y su cronopolítica que nos pone en una anterioridad o atraso. Homi Bhabha dice que Frantz Fanon destruye los esquemas de tiempo: el negro se niega a ocupar el pasado del cual el blanco es el futuro.
H. Bhabha critica la historiografía que plantea la sucesión de colonialismo, poscolonialismo y globalización. Las condiciones del colonialismo persisten dentro de las naciones independientes y también en la globalización, y producen pobreza y racismo.
John Kraniauskas (en Boundary 2, Nº 32, 2005, p. 2) dice que la idea de desarrollo ha sido fundamental en la historia latinoamericana y que es una idea central no solo para la historia del mundo, porque le da una gramática y una dirección civilizatoria, sino también para la administración transnacional del capitalismo aquí en América latina. El desarrollo captura el tiempo histórico y lo despliega como sentido de progreso (civilizatorio). Está íntimamente ligado a las teorías de la modernización, como la conocida “teoría de los estadios” de Rostow, que fue importante para la Alianza para el Progreso de Kennedy. El desarrollo sería el tiempo del capital y del imperio que sirve para la administración biopolítica del tiempo aquí, en América latina.
En América latina el salto modernizador produce tiempo no vivido: agujeros o lagunas de tiempo que quedan, a partir del corte, como estancadas en repeticiones y retornos. Esas lagunas temporales desafían una historia desarrollista como la del capitalismo.
¿Cómo especular o imaginar desde la laguna temporal, en el time-lag, sin etapas ni desarrollo desigual y sin modernidades alternativas en relación con una modernidad modelo o un desarrollo parejo? ¿Y cómo pensar sin los relatos historicistas e imperiales de la temporalidad del capitalismo con su imperativo de modernización emancipatoria?
La laguna temporal producida por los saltos modernizadores nos lleva a pensar el problema del tiempo histórico latinoamericano, y también el problema de la relación entre los sujetos y el estado. En la historia latinoamericana no se puede separar a los sujetos del estado porque la laguna temporal es también una experiencia íntima del tiempo. Los saltos modernizadores transforman y alteran las vidas individuales en América latina, donde la relación entre experiencia personal y acontecimiento histórico aparece directa, sin mediación. La dictadura militar o la modernización forzosa no solo producen saltos de tiempo y rupturas políticas y económicas; penetran la vida de las personas, entran en sus casas, deciden sus destinos.
Miércoles 21 de junio
Jueves 22 de junio
Temporalidad del mercado y temporalidad estatal
El tiempo neoliberal en América latina: la temporalidad del mercado es mucho más rápida que la temporalidad política y puede aniquilarla. La velocidad del neoliberalismo aplasta el estado latinoamericano y lo reformula. En adelante, será otra la relación entre nación y estado.
En el siglo XIX y sobre todo en el XX se instituyó una temporalidad estatal, poderosa y autónoma, que dominó sobre el tiempo del mercado actuando como lentificador social. Esta temporalidad culmina en la mitad del siglo XX y hoy está fracturada. Un legislativo lento y un ejecutivo que se acelera con los decretos de necesidad y urgencia para responder a lo que los diarios del 2000 en Buenos Aires llamaban “los mercados”. La velocidad de los mercados subordina y pone a su servicio (y usa) la temporalidad política estatal, mucho más lenta (y no hablemos de la temporalidad judicial). El tiempo neoliberal transforma el estado en América latina: el presente eterno y a la vez la máxima aceleración hacen estallar la temporalidad estatal e impiden proyectos políticos. El efecto es la abolición de la política.
La tradición económica y temporal del neoliberalismo (que nace con Adam Smith y culmina en los años 60 con los escritos de Friedrich von Hayek) trató de legitimar la supremacía del tiempo del mercado sobre el tiempo político. El pensamiento de Von Hayek coincide con la ideología neoliberal del fin del siglo XX. La economía del presente eterno de la sociedad de mercado trata de abolir la política: Von Hayek llevó al límite el rechazo del proyecto político negando toda idea