El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila

El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos - Eliseo Vila


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terrible.

      A) Es lo que los santos más temen, como se demuestra en este texto. David nunca temió tanto a sus perseguidores como la compañía de los pecadores. Se sentía deseoso y satisfecho de reunirse con los santos de cualquier condición; pero, “Señor -dice-, no juntes con los pecadores mi alma”.

      B) Los propios pecadores sienten horror ante esta perspectiva. “Muera yo la muerte de los justos -dice el inicuo Balaam-, y sea mi fin como el suyo”.162 Aunque están contentos de vivir junto a los impíos en esta vida, sus conciencias les dan testimonio de lo que les espera, y se sienten horrorizados ante la idea de compartir con ellos en la muerte. Quieren vivir con los pecadores, pero morir con los santos. Una idea irrazonable, que se refuta y condena a sí misma.

      THOMAS BOSTON [1676-1732]

      “The Distinguishing Characters of the True Believers”, 1791

      No juntes con los pecadores mi alma. No me ates con ellos en el mismo manojo como cizaña para el fuego.163 Este versículo presenta un marcado contraste con el versículo diez del salmo siguiente (Salmo 27): “Aunque mi padre y mi madre me abandonasen, con todo, Jehová me recogerá”,164 literalmente, me acogerá en su redil.165

      CRISTOPHER WORDSWORTH [1807-1885]

      “Commentary on the Whole Bible”, 1856

      No juntes con los pecadores mi alma. El Señor tiene un tiempo asignado para cosechar y también para espigar, tiempo para segar y juntar en manojos, en comunión para juicio, a los enemigos que han seguido un mismo curso de persistir en el pecado. En este versículo se nos da a entender que Dios “junta sus almas”, y por tanto, no tienen escapatoria posible.

      DAVID DICKSON [1583-1663]

      “Explanation of the First Fifty Psalms”, 1653

      No juntes con los pecadores mi alma. Se podrá objetar que esta preocupación por el futuro de su alma parece ser común tanto en los santos y como en pecadores. Pues incluso un impío como Balaam exclamó: “Muera yo la muerte de los justos y sea mi fin como el suyo”.166 Pero hay algunas diferencias que conviene analizar:

      1. Es el estar separados de Cristo lo que hace que los santos sientan verdadero terror ante la posibilidad de ir a parar con los pecadores en el más allá. La separación de Cristo es el elemento fundamental del horror del creyente; no así con los pecadores, si en la vida venidera las perspectivas fueran mejores, la separación de Cristo les tendría sin cuidado.

      2. El creyente siente horror de ir a parar con los pecadores a causa su inmundicia; al pecador, lo único que le preocupa es el castigo. Sin duda, el principio de auto-conservación hace que la idea de castigo resulte terrible para ambos; pero más allá de esto, la preocupación de los santos por no ser incluidos con los pecadores, tiene que ver con su falta de santidad y suciedad que los impregna: “que el impuro siga siendo impuro”167 es suficiente para hacer aborrecer a un santo la compañía y suerte de los pecadores.

      3. La preocupación de los santos ejerce en ellos una poderosa influencia, les lleva a cambiar de vida y practicar la santidad en este mundo; pero los pecadores a pesar de su preocupación, siguen viviendo de manera frívola. “Y todo el que tiene esta esperanza puesta en El, se purifica, así como El es puro”168 ¿Y qué esperanza es esta? La esperanza de ver a Cristo como él es, de ser perfectamente como él es,169 y de estar separados de los pecadores.

      4. Por último, la preocupación de los santos es tal, que ya en este mundo, brota de su corazón el propósito de salir de en medio de los pecadores y apartarse de ellos cada vez más; los pecadores no sienten ninguna preocupación para apartarse en esta tierra de otros pecadores. Balaam deseaba morir la muerte de los justos; pero sentía ninguna preocupación ni tenía la menor intención de vivir vida de los justos, y estar separado de los pecadores en este mundo.

      JAMES SCOT, 1773

      Vers. 9-12. David ora fervientemente para que Dios no: “junte su alma con los pecadores (26:9), … cuya diestra está llena de sobornos” (26:10), es decir, con gentes dispuestas a pecar fácilmente a cambio de un cohecho, y a cuya compañía y tertulias evitaba y estaba opuesto rotundamente.170 Por el contrario, afirma: “he andado en mi integridad” (26:11), y nos explica qué ha sido lo que le impidió de caer en corrupción y admitir sobornos, como era habitual en los demás: su integridad, basada en el temor y la integridad de Dios. El alma que camina en integridad, porque sabe que Dios es íntegro, jamás aceptará sobornos ni de hombres, ni del pecado mismo: y por ello exclama: “Sobre tierra firme está mi pie” o como otros traducen: “Mi pie ha estado en rectitud” (26:12).

      WILLIAM GURNALL [1617-1679]

      “Christian in complete armour, or, a treatise of the saints war against the Devil”, 1655

      Vers. 10. En cuyas manos está el mal, y su diestra está llena de sobornos. [En cuyas manos está el mal, y su diestra está llena de sobornos. RVR] [En cuyas manos hay ardides inicuos, y cuya diestra está llena de sobornos. LBLA] [En cuyas manos hay ardides inicuos, y cuya diestra está llena de sobornos. BTX] [Entre gente que tiene las manos llenas de artimañas y sobornos. NVI] [Que el mal está en sus manos y el soborno colma su diestra. BLP] [Tienen las manos sucias de maquinaciones malignas y constantemente aceptan sobornos. NTV]171

      En cuyas manos está el mal, y su diestra está llena de sobornos. Tienen las dos manos repletas de él, de trazarlo y de llevarlo a cabo. Y su mano derecha, con la que son más hábiles, llena de sobornos; cual ladrones que roban con impunidad, tienen siempre dispuesto un hueso para acallar a los perros de la justicia. Quien da sobornos es en todos los aspectos tan culpable, como el que los acepta; y en el tema puntual de nuestras elecciones parlamentarias, el rico y villano que da el soborno es de lejos mucho peor. El soborno, en cualquier de sus modalidades y formas, debe ser para un cristiano lo más detestable, como carroña a una paloma o la basura a un cordero. Que recuerden todos aquellos aficionados al cohecho, cuyas manos sucias están repletas de sobornos, que ni la muerte ni el diablo pueden ser sobornados a la hora librarse de un destino funesto que se habrán ganado merecidamente.

      C. H. SPURGEON

      Y su diestra está llena de sobornos. Si en Turquía se comerciara con la religión de Mahoma, comprando y vendiendo beneficios de todos tipos, puestos de predicador, o incluso la salvación misma cuando se tercia, como está sucediendo aquí en Inglaterra, lo considerarían intolerable, y el Turco no consentiría tal cosa en modo alguno dentro de su territorio. Los cargos eclesiales han de ser elegidos u otorgados para cumplir con su misión eclesial a favor de las almas, no para sacar de ellos pingues beneficios y lucro personal. Un buen amigo y hermano acudió a un alto cargo eclesiástico aquí en Inglaterra con el propósito de que le consiguiera un puesto importante, entregando a uno de sus asistentes treinta manzanas en un plato para que las hiciera llegar a su amo; y al criado, por supuesto, una más para compensarle por su trabajo, de modo en el plato puso treinta y una. El criado entregó a su amo el plato de manzanas, diciéndole: «Señor, un clérigo os ha enviado este plato de fruta, y desea que le arregléis tal y tal asunto». «Vaya, vaya –replicó el alto funcionario–, pero este no es un asunto que pueda arreglarse tan fácilmente con manzanas. No estoy dispuesto a aceptar una sola de sus manzanas, pues tengo manzanas mucho mejores (cualquiera las tiene) en mi propio huerto». El criado volvió al clérigo con el mensaje de su amo; y entonces este le dijo: «Pues dile a tu amo que por condescendencia hacia mi, tenga la amabilidad de probar una de las manzanas, y verá como las encuentra mucho mejores de lo que él cree». Ante tal solicitud, el alto funcionario cortó una de las manzanas, encontrando en su interior diez monedas de oro. «Vaya, –exclamó– esta sí que es una buena manzana». Entonces, el clérigo peticionario, que observaba desde no muy lejos, viendo la reacción favorable, no dudó en gritar: «Señor, os aseguro que todas las manzanas son iguales, todas han crecidos en el mismo árbol y tienen el mismo sabor». A lo que el funcionario replicó con una sonrisa: «Sin duda sois una excelente


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