Caminos y fundaciones: Eje Sonsón-Manizales. Jorge Enrique Esguerra Leongómez

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Max Weber en su estudio sobre las sectas protestantes. (Mesa, 1988, pp. 24-25)

      Lo mismo sería aplicable, continúa Mesa, a lo relacionado con la vida religiosa de los antioqueños. Y apunta que se tiene la idea de que estas influencias pudieron darse por la contribución de los inmigrantes europeos; pero concluye que, aunque valiosa, “poco influyó en los patrones de comportamiento del paisa, debido a su llegada tardía y en forma aislada” (Mesa, 1988, pp. 24-25).

      Estas tesis genealogistas están cada vez más desprestigiadas y han sido superadas por otras más consistentes que introducen criterios antropológicos, ambientales y de relaciones sociales y productivas que son las que se han impuesto en los últimos años.

      La tesis culturalista (la relación con el medio)

      El principal exponente de esta posición es Parsons, quien en su obra La colonización antioqueña en el occidente de Colombia (1949) de manera prioritaria define el empuje del carácter antioqueño por las características adversas de la geografía en que se desenvuelve:

      Las montañas templadas de los Andes más septentrionales del occidente de Colombia son la morada de los sobrios y enérgicos antioqueños, quienes a sí mismos se titulan ‘los yanquis de Suramérica’. Son sagaces, de un individualismo enérgico, y su genio colonizador y vigor han hecho de ellos el elemento dominador y el más claramente definido de la república. Su aislamiento geográfico, largo y efectivo, en las montañas del interior de Colombia, se refleja en un definido tradicionalismo y en rasgos culturales peculiarísimos. Ser antioqueño significa para ellos más que ser colombianos. (Parsons, J., 1997, p. 21)

      Esta visión de Parsons, que es también tenida en cuenta por Everett Haven y Ann Twinam, no es compartida por otros autores. Por ejemplo, Mesa Bernal, reforzando seguramente su visión genealogista, considera que las difíciles características geográficas no son exclusivas de Antioquia. Y aduce que, dado que las condiciones en otras partes son iguales (como en Santander), se habrían presentado las mismas características en otros conglomerados del país (Mesa, 1988, pp. 23-24).

      Claro que Parsons, junto con su visión especializada del medio geográfico característico, introduce otras particularidades que tienen que ver con los desarrollos ancestrales de sus habitantes. Según él, el hecho de “la terrible mortandad que siguió a los primeros contactos de los españoles” pudo influir en que “los sobrevivientes de los primeros cincuenta años de epidemias, trabajos forzados y reajustes fisiológicos agudos fueran un grupo selecto (...) que iba a proveer una porción importante de la cepa de la evolución de la ‘raza antioqueña’” (Parsons, 1997, p. 88). Y concluye que

      muchos de los españoles, lo mismo que sus descendientes mestizos, se vieron obligados a emprender labores productivas por su propia cuenta. Esta circunstancia dio desde temprano un impulso a la tradición democrática del trabajo en Antioquia, en contraste con otras regiones del sur y oeste, donde el elemento indígena se ha mantenido más numeroso. (Parsons, 1997, pp. 22-23)

      Y lo lleva a remarcar la idea de que durante los tiempos coloniales “los blancos constituían una aristocracia honorable, aunque sin cultura, cuyo rango era aceptado incuestionablemente por las clases inferiores” (Parsons, 1997, p. 24). Esta concepción de Parsons es la base que utiliza para interpretar el fenómeno de lo que él denomina “colonización moderna” para referirse a la migración antioqueña del siglo XIX, entre cuyos móviles destaca la pobreza de los vasallos durante la Colonia y las malas tierras de la provincia (Parsons, 1997, p. 114 y ss.).

      El trabajo de Parsons, además de haberse constituido en la referencia indefectible de todos los trabajos sobre la colonización antioqueña, también fue, junto con los postulados genealogistas, el que principalmente generó la llamada “novela rosa” sobre el tema. Estudios posteriores con mayor profundidad sobre las relaciones sociales y económicas de los antioqueños y sus móviles poblacionales han introducido la polémica a Parsons, sin desconocer en absoluto su valor, que ya es considerado clásico.

      El énfasis en la economía

      Frank Safford (1965), historiador norteamericano que se ha interesado por los temas hispanoamericanos del siglo XIX, fue uno de los primeros en profundizar sobre la economía en Antioquia, y en ese cometido ha tropezado con las tesis en defensa de que los paisas tienen una predisposición especial por la economía y que tal predisposición se la da su origen vasco o judío, o bien se produce como reacción a las condiciones de aislamiento geográfico, tal como lo sostiene Parsons. Safford las refuta con mucha claridad en su obra Significación de los antioqueños en el desarrollo económico colombiano (1965), enfocada especialmente contra la postura de Everett Hagen, por cuanto este explica el empuje de los antioqueños por su origen vasco, por la experiencia en la minería, como una reacción contra la adversidad física y contra la superioridad de otros centros culturales y políticos (Bogotá, Popayán, Cartagena). Safford explica así su posición:

      El argumento del presente ensayo es que el profesor Hagen puede presentar las cosas al revés. Parece más bien que los antioqueños se interesaban en la economía sobre todo porque vivían en un lugar en el cual la economía tenía algo que llamaba la atención. Eso es, la presencia del oro fue un estímulo bastante fuerte que no tenían por lo general las provincias de la Cordillera Oriental. Además, los otros colombianos no tenían a los antioqueños como inferiores, sino que les temían por su poder económico. Y las provincias económicamente más débiles crearon la leyenda de los antioqueños judaizantes como reacción de defensa. (Safford, 1965, pp. 49-50)

      Entonces, Safford da la clave para entender el empuje de Antioquia en el siglo XIX: el estímulo del oro y de la ganancia de su explotación les enseñó a sus habitantes la virtud del trabajo en los negocios (Safford, F., 1965, p. 54). Y así concluye: “El factor más importante fue la lucrativa economía minera, que creó grandes posibilidades de enriquecimiento más o menos rápido, o en la minería o en el comercio, para algunos empresarios pequeños” (Safford, 1965, p. 67).

      También es determinante el análisis que realiza Álvaro López Toro en su obra Migración y cambio social en Antioquia (1979) sobre las particularidades de la economía antioqueña de la Colonia, a las que considera contrastantes con las de otras regiones de la Nueva Granada donde predominaba el sistema agrario latifundista. Puntualiza que la clase de mineros autónomos, atraída por esa labor productiva, “contribuyó a la formación de una sociedad relativamente abierta y propicia para la horadación de la gran hacienda” (López, 1979, p. 14). En este panorama se manifestó el advenimiento gradual de una nueva clase social, compuesta por un grupo de comerciantes y “rescatantes”, importadores e intermediarios entre el agricultor o ganadero y el productor minero (López, 1979, p. 17). Estos factores generaron una mayor movilidad y dispersión demográfica, y sirvieron de base para orientar la colonización y el poblamiento del centroccidente de Colombia.

      Finalmente, en su trabajo El desarrollo económico de Antioquia desde la Independencia hasta 1920 (1977), el historiador inglés


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