El vínculo primordial. Daniel Taroppio

El vínculo primordial - Daniel Taroppio


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o la vivienda.

      Sin embargo, pese a que ya no podemos hablar de pequeñas elites propietarias del saber, siguen existiendo multitudes de seres humanos sin acceso a muchas formas de conocimiento. Las mismas masas que son excluidas del acceso a los bienes materiales, la salud o la educación son también privadas de las posibilidades de un trabajo interior sistemático. De allí que todo abordaje acerca de la naturaleza humana y su posible evolución enfrente hoy un desafío difícil de imaginar hace apenas algunas décadas atrás.

      Todo enfoque sobre la evolución de la conciencia ha dejado de ser un divertimento intelectual o una cuestión de vocaciones sofisticadas, para pasar a constituirse en un tema de supervivencia para la especie.

      El desencadenamiento incontrolable de todos los graves riesgos para las posibilidades de vida en esta tierra, que mencionaba más arriba, depende, en la mayoría de los casos, de las decisiones de seres que no se han desarrollado íntegramente como personas. Seres perturbados, violentos, paranoicos, de escasa sensibilidad; verdaderos enfermos mentales que en lugar de trabajar por dentro han elegido actuar su locura hacia afuera, llegan, muchas veces merced a su misma locura y la de quienes los rodean, a ocupar cargos que les brindan acceso a un poder escalofriante. Hoy nos resulta muy simple hacer este diagnóstico cuando recordamos a personajes como Stalin, Hitler, Mussolini o Franco; pero ¿qué ocurre con tantos seres perturbados que dirigen nuestros destinos sociales aquí y ahora? ¿Quiénes ocuparán estos lugares históricos para los estudiosos del 2050?

      A los seres humanos no nos ha sido dada la posibilidad de ser inocuos. Me atrevería a decir que como personas adultas sólo tenemos tres grandes opciones: 1) crecer, desarrollarnos, actualizar nuestras potencialidades y dejar emerger nuestra sabiduría, nuestra solidaridad, nuestra “humanidad”; 2) ir en contra de nuestra necesidad de desarrollo interior, truncarnos, pervertirnos y convertir nuestra frustración interior en odio, competencia y necesidad de dominación, o 3) ser tibios dependientes de los primeros o cómplices silenciosos de los segundos.

      Obviamente, nadie elige uno u otro camino con absoluta libertad y consciencia de lo que hace. Un dictador empieza a construirse desde la más temprana edad. Un vándalo es alguien que ha sido vandalizado mucho antes de llegar a agredir a otros. Nadie viola sin haberse sentido de alguna forma violado. Todo torturador ha conocido la tortura en alguna de sus expresiones.

      Partiendo de este duro diagnóstico, tenemos que asumir que todo abordaje de la problemática de la conciencia humana como fenómeno evolutivo debería incluir el compromiso de sanar la profunda enfermedad existencial que corroe a nuestra cultura, que nos corroe a todos. Los nuevos enfoques sobre la consciencia que pretendan ser significativos tendrán que incluir una dimensión práctica, educativa y de amplio alcance social.

      Así las cosas, difícilmente podríamos hablar de lo personal sin incluir también lo social; y mucho más difícilmente de evolución sin incluir la sanación. La evolución de la conciencia, por definición, abarca todas estas dimensiones (lo físico, lo biológico, lo psicológico, lo cultural y lo social) en una sola expresión. Evolucionar lleva implícito sanar, y viceversa; tanto en lo personal como en lo social.

      Integrando la mirada interior y exterior, personal y social, científica y espiritual, el modelo que aquí comparto constituye un espacio de encuentro e intercambio para todos aquellos que comprenden que cualquier actividad humana, ya sea en el campo de la salud, la educación, las artes, la política o las empresas, sólo adquiere auténtico significado si forma parte de un proceso destinado al crecimiento integral de la persona.

      Para quien esté auténticamente interesado en el crecimiento de sus empleados, alumnos o hijos, la pregunta fundamental ha de ser siempre si cada propuesta de trabajo o de aprendizaje que brinda le está sirviendo a esta persona específica, en este momento concreto de su vida, para ser y sentirse mejor; descubrirse y apreciarse tal como es, cambiar en la dirección que ella lo desea, tener encuentros más significativos con los demás e ir descubriendo día a día un sentido más profundo y trascendente en la vida.

      Por esta razón todos los seres humanos, sin excepción, necesitamos conocer y expresar nuestras emociones y afectos. Necesitamos espacios para el juego y el regocijo. Nuestras capacidades creativas, que están presentes en todos y cada uno de nosotros, requieren de herramientas y métodos para aflorar sin juicios ni críticas. Nuestra inteligencia, muy superior en todos los casos a lo que creemos, precisa de estímulo y procedimientos eficaces para su desarrollo y expresión. Como veremos más adelante, no hay espacio donde el Flujo Primordial del Universo se nos exprese con más evidencia que el que existe entre dos seres humanos que se encuentran, que en el “entre”. Por ello, nuestra necesidad de tener encuentros significativos con el prójimo es tan profunda que no podemos frustrarla sin pagar un alto precio físico, mental y espiritual. Y nuestra necesidad trascendente de encontrarle un sentido al trabajo, a nuestras relaciones, a nuestros pesares, requiere de un entorno en el que el encuentro espiritual y la reflexión compartida sean habituales y profundos. Desde esta perspectiva, el ser humano es concebido como una fuente infinita de recursos y potencialidades (corporales, afectivas, intelectuales, espirituales) que buscan expresarse en realizaciones concretas.

      Cuando las condiciones alienantes de la vida contemporánea limitan nuestro espacio expresivo, nuestras potencialidades naturales comienzan a frustrarse y la enfermedad (tanto individual como social) empieza a gestarse en el núcleo de nuestro ser.

      Una de las primeras objeciones que suele aparecer frente a este tipo de propuestas es la de tipo económico. ¿Por qué habría de interesarle a un empresario el desarrollo personal de sus empleados? Frente a tantas urgencias materiales, ¿a quién podría preocuparle el crecimiento personal de la comunidad? La estrechez de miras de estos planteos es muy preocupante, pues impide apreciar que, aun desde una perspectiva estrictamente económica, el bienestar interno de las personas es uno de los pilares también del crecimiento material, tanto de las empresas e instituciones como de la sociedad en su conjunto. Ninguna agrupación de personas infelices o maltratadas puede llevar al progreso sostenido. Hasta los más poderosos imperios de la historia han caído bajo al peso del dolor que produjeron.

      Es mucho más sencillo, rápido y económico brindarles a las personas espacios para su libre expresión y realización que tener los hospitales llenos de enfermos, las cárceles y las calles llenas de delincuentes, las escuelas llenas de alumnos repetidores y las empresas llenas de personas frustradas e insatisfechas.

      Es muy lamentable que nuestra sociedad no haya aprendido aún a evaluar el enorme costo social de la desdicha. Detrás de cada enfermo que sufre, de cada mujer golpeada, de cada persona asaltada y de cada asaltante abatido; de cada corrupto, de cada niña violada, de cada alcohólico o drogadicto; en definitiva, detrás de cada persona que sufre y hace sufrir, hubo alguna vez un proyecto vital que fue truncado, un sueño que se derrumbó, una pérdida de contacto con el Flujo Primordial que nos constituye y renueva segundo a segundo.

      Y éste no es un planteo naíf. No estamos hablando de llevar flores a las cárceles para iluminar y sensibilizar a los asesinos múltiples con un gesto de amor; estamos hablando de educar desde la raíz de la vida. De tomar consciencia del enorme beneficio para la sociedad que traería aparejado el garantizar condiciones dignas en cada etapa de la existencia humana. El bebé recién nacido, que hoy es arrojado a un tarro de basura por una adolescente heroinómana,


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