El vínculo primordial. Daniel Taroppio

El vínculo primordial - Daniel Taroppio


Скачать книгу
una ética que esté más allá de toda religión y aun de la polaridad teísmo versus ateísmo. Pero, para que tal ética pueda desplegarse en nuestra vida concreta, la experiencia cósmica no podrá pasar por la adhesión ciega a un dogma, sino que habrá de ser inmediata, encarnada, compartida y celebrada; es decir, deberá ser una realidad vivida. Sólo el acceso a esta experiencia viva nos permitirá comprender que reconocernos a todos como provenientes de un mismo y único origen es mucho más importante que el nombre, las leyendas o los mitos que creemos alrededor de esta Fuente. Somos todos hermanos, de eso nadie duda. Podemos creernos hijos de un Dios, de una Diosa, de múltiples dioses, de la naturaleza o de un Universo meramente material, pero en cualquier caso todos somos hermanos, todos podemos tener acceso a la experiencia de reunión con aquello de lo que creemos que provenimos y todos merecemos ser respetados en nuestra búsqueda, sea esta científica, espiritual o agnóstica. Esto nos brindará como especie muchas más posibilidades de supervivencia que seguir matándonos unos a otros para demostrar cuál dios es más poderoso y verdadero.

      Si el camino de re-integración personal que hemos elegido pasa por la re-unión vital, íntima y experiencial con nuestros orígenes cósmicos, será preciso que desde el mismo comienzo nos hagamos varias preguntas básicas, tales como:

      1. ¿Qué es el Universo, una masa de materia absurda y carente de todo significado, que proviene de la nada y se dirige inexorablemente hacia la nada? ¿Es tan sólo un paréntesis sin finalidad ni propósito en el abismo del sinsentido?

      2. ¿O es acaso un proceso orgánico, viviente, que en su asombrosa magnitud nos resulta incomprensible e inexplicable, pero que quizás esté dotado de alguna forma de inteligencia y sentido?

      3. Si estamos de acuerdo en que somos manifestaciones de esta magnificencia universal, ¿es demasiado osado suponer que, a la hora de intentar comprenderlo, nuestra exploración interior pueda brindarnos pistas tan valiosas como la exploración del mundo material?

      Quizás para algunos estas preguntas puedan parecer muy abstractas y metafísicas; otros quizás las considerarán demasiado científicas. Sin embargo, con mayor o menor nivel de sofisticación, se repiten y se han repetido incansablemente en las profundidades de las mentes de la mayoría de los seres humanos a lo largo de los siglos. Pero nuestra cultura no sólo es la primera que no asume en forma global el desafío de responderlas (sólo lo hacen algunos grupos aislados), sino que es también la primera que ha intentado descalificar a quienes se atreven a formularlas. Pero no existe forma de acallar estas preguntas. Podemos desarrollar muchas estrategias para eludirlas pero, hagamos lo que hagamos, estarán siempre allí, agudizando la profunda sensación de incertidumbre cósmica y existencial. Todos conocemos la experiencia de despertarnos en medio de la noche preguntándonos: ¿qué sentido tiene todo esto? ¿de dónde se supone que vengo y hacia dónde estaré yendo? Incluso (y con frecuencia, sobre todo) los niños realizan estos planteos.

      Afirmo que esta soledad cósmica es la mayor causa de estrés y angustia existencial de nuestra época, y que se despliega por debajo de todas las formas puntuales de patología personal y social que podamos estudiar. Sin embargo, es tan profunda esta herida que por lo general ni siquiera reconocemos su existencia, mientras nos seguimos debatiendo en análisis parciales que sólo nos llevan a seudosoluciones limitadas, sin abordar nunca el tema de fondo. Y sostengo que esta herida básica nos priva de la más importante experiencia a la que podemos tener acceso los seres humanos: el reencuentro entre nosotros y con nuestra Fuente Original.

      En los últimos tiempos nos hemos ido acostumbrando a afirmaciones tales como: “nuestra civilización está atravesando la más profunda de sus crisis y existen muchas posibilidades de que ésta sea terminal”. Semejante información debería realmente alarmarnos y llevarnos a adoptar todo tipo de medidas que nos ayuden a evitar tal destino. Sin embargo, pese a que las pruebas del peligro son cada vez más contundentes, la absoluta mayoría de los seres humanos escucha esto con toda naturalidad y se desentiende rápidamente del significado que contiene, continuando con sus vidas como si nada ocurriera. ¿A qué puede deberse que ante algo tan grave la respuesta más común sea la indiferencia? Pues simplemente a que los seres humanos tendemos a desentendernos de todo aquello frente a lo cual nos sentimos impotentes. Cuando algo se nos aparece como tan enorme que creemos que no podemos hacer nada al respecto, la reacción más básica es hacer de cuenta que no ocurre. El costo de esta conducta no está dado solamente porque de ser cierta aquella afirmación no estamos haciendo nada al respecto. Aun en el caso de que tal pronóstico esté equivocado, las consecuencias de nuestra actitud son muy graves, pues para evitar el contacto con este riesgo debemos estar permanentemente aturdidos, alienados, fuera de nosotros mismos y de la clara consciencia del aquí y ahora. No ha sido fácil para ninguna cultura enfrentar la inseguridad existencial. Por ello son numerosas las formas que hemos ido desplegando para hacer frente a esta desafiante situación.

      LAS ACTITUDES HUMANAS BÁSICAS FRENTE A LA INCERTIDUMBRE ONTOLÓGICA

      La incertidumbre ontológica es esa difusa sensación de inquietud existencial, producida por la toma de consciencia del carácter inasible del Ser, por el misterio de nuestros orígenes y nuestro destino, por la falta de certezas absolutas acerca de los aspectos más profundos de la vida. No existe ninguna respuesta definitiva y aceptada por todos acerca de quiénes somos, de dónde venimos ni hacia dónde vamos. La vida humana transita sobre este inquietante trasfondo.

      El fundamentalismo. Esta opción, a diferencia de la auténtica religiosidad, consiste en abrazar alguna forma de dogma que nos “explique” el misterio de la vida en pocas palabras y nos alivie de la angustiosa sensación de estar colgados del vacío.

      Desde el momento en que esta modalidad constituye una forma de defendernos de la angustia existencial, como toda conducta defensiva, suele tornarse muy rígida y hasta agresiva. Por provenir del miedo, el fundamentalismo es realmente peligroso. En su necesidad compulsiva de exaltar una sola verdad, declara abiertamente la guerra a las diferencias, a lo múltiple, a la variedad, a lo complejo, a lo inasible. La famosa frase de un tristemente célebre presidente de los Estados Unidos: “Dios no es neutral”, encarna esta mirada fanática y violenta en toda su intensidad.

      En tanto pretende constituirse en una garantía para protegernos de la sensación de vacío y absurdo, es fundamental que “nuestro” dios sea el verdadero, pues si no, estamos perdidos. Por lo tanto, todo otro dios, y por supuesto sus seguidores, son para nosotros una amenaza. Ésta es la raíz del fundamentalismo, una de las principales causas de la mayoría de las atrocidades cometidas por la especie humana.

      El fundamentalismo es una psicosis colectiva disfrazada de religiosidad, y es precisamente este disfraz y su arraigo en temores tan profundos e inconscientes lo que lo torna tan peligroso.

      A diferencia del pasado, en nuestros días la mayoría de los fundamentalismos cuenta con armamento nuclear. Es preciso entonces tomar muy en serio los peligros asociados a esta forma de ver el mundo. Por esta razón insisto tanto en que lo que aquí estamos tratando no es un tema abstracto o místico. Se trata de nuestra supervivencia.

      El cinismo, que en muchos casos constituye una reacción comprensible al fundamentalismo, consiste en quitarle sentido a la pregunta misma y afirmar que el solo hecho de formularla es un rasgo neurótico proveniente de mentes primitivas, inseguras e infantiles.

      Esta opción, por lo general cargada de intelectualismo, suele terminar propiciando una actitud negadora que no hace más que ocultar y aumentar en lo profundo la intensidad de lo que pretende negar.

      El cientificismo mecanicista-materialista. La opción cientificista, a diferencia de la auténtica actitud científica, consiste en elevar la ciencia a la categoría de ídolo, y fantasear con la hipótesis


Скачать книгу