El vínculo primordial. Daniel Taroppio

El vínculo primordial - Daniel Taroppio


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cierta sensación de pertenencia y tranquilidad. Pero todos estos grupos pertenecen al conjunto de la sociedad, y por lo tanto, en algún plano de su consciencia, sus miembros saben que la ciencia ha asestado golpes muy duros al pensamiento mítico-religioso fundamentalista. Esto hace de esa sensación de pertenencia algo tan frágil que jamás podrá compararse a la experiencia de quienes vivían en las antiguas sociedades hegemónicas, donde todo el mundo participaba de un mito central e incuestionable. Aquellos tiempos han quedado muy lejos de nuestro acceso y la solución a nuestros males no consiste en volver hacia atrás. Nuestras conquistas como librepensadores jamás nos perdonarían el regreso a modelos culturales cerrados, donde todo el mundo debía pensar y sentir lo mismo. Sin embargo, es también muy difícil asumirnos como herederos de una cultura a la cual la ciencia materialista ha casi convencido de que habita un Universo carente de todo sentido, descripto como un reloj gigantesco, regido por leyes mecánicas e inamovibles donde sólo somos una pieza más. Nadie quiere concebirse a sí mismo como el resultado de una máquina ciega y absurda, sin origen ni sentido.

      Frente a tales descripciones del Universo, es comprensible que tanta gente en nuestras sociedades prefiera sentir que no proviene de, ni se dirige a ninguna parte.

      INTEGRACIÓN CONCEPTUAL E INTEGRACIÓN PERSONAL

      Como hijo que soy de aquella ciencia (y cultura) dualista, materialista y disociativa en la cual me formé, el proceso de escribir este libro me llevó a un verdadero debate interior que se ha extendido por casi treinta años. En mi caso, integrar ciencia y religión no constituyó simplemente un tema intelectual sino un verdadero desafío de integración personal. La realización y aparición en público de este libro no son sólo el resultado de mis diálogos con la realidad de la ciencia en general, la psicología y la espiritualidad, en mi trabajo cotidiano, y de la discusión con otros autores y alumnos, sino también del diálogo entre diversos aspectos de mi propio interior y mis intuiciones espontáneas. Muchas de las ideas e hipótesis que he procurado formular y fundamentar tan claramente como me ha sido posible en este trabajo provienen de estados meditativos.

      Como todo científico y meditador sabe, una tarea es abrirse a los espacios internos y desarrollar la intuición y la sensibilidad hacia estas dimensiones, y otra muy distinta es intentar llevar lo que allí se percibe al plano de las hipótesis y desarrollos empíricos y racionales. Sin embargo, estoy convencido de que la enormidad de este desafío no debería arrastrarnos nuevamente al empirismo materialista que reniega de las intuiciones interiores, ni al facilismo new age que busca convertir cualquier experiencia personal en verdad científica universal.

      Ocurre que en ocasiones el Universo se me aparece como algo tan intrínsecamente profundo, vasto e inescrutable que todo intento de escribir acerca de sus misterios me suena arrogante y presuntuoso.

      Sin embargo, en otros momentos, algo muy profundo me dice que no hay un Universo allí afuera, distinto de mí y esperando que yo lo estudie como a la “cosa en sí”. Por el contrario, en esos momentos, me percibo a mí y a todos los seres sensibles como el Universo mismo en expresión, y a nuestra percepción, sensibilidad e inteligencias como sus propios sentidos de autoobservación.

      Por momentos percibo (no como una idea, que como tal es muy simple de entender, sino como una vivencia inmediata y prístina) que somos el Universo hablando de Sí mismo, la realidad comprendiéndose a Sí misma. En esos momentos de profunda conexión confío ciertamente en mis intuiciones, pues considero que al menos en parte ya no son mías en un sentido estrictamente personal. Estos escritos procuran honrar lo que entonces aparece. Confío en que, más allá de los filtros de mis propias limitaciones neurológicas, personales, lingüísticas, culturales y sociales, algo de Lo inefable llegue paradójicamente a las palabras que escribo.

      Por la misma razón, este libro no tiene pretensiones científicas en el sentido que tradicionalmente le da la academia. Si bien se refiere a muchas disciplinas científicas, no lo hace con el espíritu de quien practica la llamada ciencia objetiva, basada, como hemos visto, en un empirismo limitado al mundo material.

      Sin embargo, a lo largo de todos los capítulos de este libro podrá advertirse un sincero esfuerzo por no recurrir a mitologías que procuren erguirse como verdades materiales, ni a seres sobrenaturales ni a explicaciones esotéricas. Pero todo este esfuerzo no convierte a estos escritos en un aporte científico en el sentido tradicional.

      Aunque procura esclarecer la naturaleza de la mente y las relaciones humanas, éste no es un libro de psicología. Aunque procura acercarse a la naturaleza del amor a la verdad, no es un libro de filosofía. Y no es un libro de cosmología, aunque procura aproximarse a comprender la naturaleza del Universo. Antes bien, lo que sigue es un ensayo, un relato de mis propias experiencias personales y profesionales en la búsqueda de la comprensión de algunos de los infinitos espacios de la existencia y, en especial, del despertar espiritual y las relaciones humanas.

      Por ello, otra de las fuentes básicas de este libro la constituyen las relaciones personales que he mantenido a lo largo de mi vida. Más allá de mis experiencias como profesional, como científico y como explorador espiritual, sencillamente he vivido. Los seres humanos podemos recorrer infinidad de caminos: la filialidad, la hermandad, la amistad, el amor de pareja, la paternidad, entre muchos otros. Somos bendecidos con la experiencia del encuentro y nos templamos en el dolor de la separación. Cometemos errores con la mayoría de las personas que amamos en esta vida, incluyendo a aquellos por los que más nos desvelamos: padres, hermanos, parejas, hijos, ahijados, amigos, pacientes, alumnos, y sufrimos por los errores de los que más nos aman. Algunos hemos tenido la bendición de recibir niños en nuestros brazos cuando emergieron al mundo y respiraron por vez primera, y en estos mismos brazos hemos visto extinguirse el último aliento de seres amados. Conocemos la inefable dicha del éxtasis espiritual y transitamos con pies cansados por las noches oscuras del alma. Simplemente bebemos de la copa de la humanidad en su majestuoso despliegue de luces y sombras, internas y externas. Compartimos la misma caldera, en la que nos fundimos y purificamos. Es en esta fragua inexorable de la vida de relación donde mis conocimientos científicos y mi experiencia meditativa han sido llevados a los máximos extremos, a las pruebas más intensas y también a las comprobaciones más contundentes. Este libro es el resultado alquímico de todo este proceso. Esta es quizás la razón principal por la cual, habiendo sido escrito hace tantos años, recién ahora puede ver la luz.

      Integrar ciencia y religión consiste en un proceso mucho más profundo y existencial que la mera actividad intelectual. Mucho más allá de la integración de dos disciplinas o incluso de dos modalidades cognoscitivas, constituye un proceso interno de sanación y armonización de nuestras propias polaridades personales. Lo masculino y lo femenino, la razón y la sensibilidad, el análisis y la emotividad, el cuerpo y la mente, lo objetivo y lo subjetivo, y por sobre todo, nuestra luz y nuestra sombra. Todo este material ha de formar parte de un genuino proceso de integración.

      Asumiendo el intento de realizar al menos un humilde aporte a este desafío de integrar ciencia, espiritualidad y existencia cotidiana: ¿será posible desarrollar una nueva mirada del ser humano que nos permita trascender la imagen mecánica que heredamos de la ciencia materialista y el dogmatismo de la religiosidad fundamentalista? Este proyecto debe incluir necesariamente un intento de integración entre física, biología, psicología y espiritualidad, comenzando por el acercamiento a una nueva imagen del Universo. De esto trata el próximo capítulo.

      15 Postura filosófica que concibe una realidad superior a la accesible mediante los sentidos o un tipo de conocimiento superior que el que se obtiene por la razón.

      16 Postura filosófica que afirma la primacía (o incluso la exclusividad) de la experiencia interna como criterio de verdad en general, y especialmente en el caso de la verdad religiosa.

      17 Desde el momento en que este trabajo está destinado al desarrollo personal, lo cual lo hace ya suficientemente extenso, no considero oportuno extenderme aún más abordando un análisis más profundo de la relación


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