El vínculo primordial. Daniel Taroppio

El vínculo primordial - Daniel Taroppio


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su devenir y su destino último. Esta forma de cientificismo sueña con un momento en el que todo será predecible en términos causales y mecánicos. Esta opción aborrece el misterio y más aún el caos y la complejidad. Descalifica con la misma actitud del fundamentalismo toda forma de conocimiento que no se ajuste a sus rígidos parámetros. Carece de la humildad que caracteriza al auténtico pensamiento científico y su lento pero inexorable avance hacia la comprensión de la realidad.

      El esoterismo new age y la seudociencia. La Nueva Era no es ninguna organización, ni una secta, ni una religión; ni siquiera es una escuela filosófica como tal. Quizás sólo se la podría calificar como un movimiento; pero como tal es tan amplio, tan rico y en algunos casos tan contradictorio que resulta muy difícil, por no decir imposible, definirlo. Salvando y respetando esta limitación, podría decirse que este movimiento, en sus mejores expresiones, afirma que la humanidad está siendo afectada por grandes procesos de cambio que determinarán, en más o menos tiempo, la emergencia de un nuevo sistema de convivencia, basado en la justicia, la fraternidad, la equidad, el respeto de la individualidad, la libertad, el cuidado del medio ambiente, el desarrollo de nuevas potencialidades personales y el resurgimiento de la espiritualidad como motor de la evolución humana.

      En sus aspectos menos prometedores, la Nueva Era ha sido también vinculada con el auge del uso indiscriminado de drogas; con diversas sectas rayanas en el delirio o decididamente delirantes; con el ataque desmesurado e inconsistente hacia ciertas instituciones científicas y religiosas; con la apología del ejercicio ilegal de la medicina y la psicología; con diversas formas de pensamiento mágico y con la comercialización de productos y métodos absolutamente inocuos (en el mejor de los casos) como supuestos elixires de salud, belleza, riqueza, juventud eterna y realización espiritual instantánea.

      Dada la amplitud de este movimiento y la falta de una estructura orgánica única con la cual se lo pueda identificar, sólo pueden ser conocidas sus expresiones a través de la impresionante cantidad de pequeñas, medianas y grandes organizaciones que lo constituyen, las cuales van desde pequeños grupos de autogestión hasta grandes fundaciones internacionales u organizaciones de bien común, solidaridad, ecología, ciencia, espiritualidad, etc. Sólo en cada caso particular puede determinarse cuándo una organización, una secta, un método de meditación o lo que fuere es un producto serio o mera charlatanería.

      Las manifestaciones más saludables de la filosofía new age han ayudado a muchas personas a recuperar el cuidado de su salud, a mejorar su dieta o a buscar alguna forma de desarrollo espiritual. Las formas menos felices de este movimiento, por su parte, se caracterizan por recurrir a la formulación de concepciones aparentemente profundas que ocultan sus carencias de fundamentos empíricos detrás de una jerga seudocientífica. A diferencia del cientificismo, esta opción no plantea que la razón humana alcanzará la comprensión absoluta del Universo en un futuro predecible, sino que esta comprensión ya ha sido alcanzada por mentes privilegiadas del pasado, pero que sólo puede ser accesible a aquellos elegidos que están capacitados para aceptar y comprender sus formulaciones (por lo general, sin juicio crítico alguno).

      La ciencia. El pensamiento científico, a diferencia del cientificismo, no eleva la razón a dimensiones omnipotentes ni hace de la ciencia un ídolo que reemplaza a Dios. Por el contrario, la auténtica ciencia consiste en un avance lento, humilde y despojado de todo prejuicio hacia el infinito espacio de la realidad.

      El reclamo de verificación y comprobación que realiza la ciencia no implica, necesariamente, la descalificación de formas alternativas de exploración que vayan más allá del empirismo materialista. Hasta el mismo Karl Popper, quizás el más famoso de los positivistas del siglo pasado, se alejó críticamente de los círculos positivistas extremos. La auténtica ciencia está genuinamente abierta a toda forma de exploración honesta, cuyos métodos sean explícitos y cuyos resultados sean reproducibles. Constituye una de las formas más nobles de servicio; por lo tanto, nunca puede estar despojada de valores, amor y sensibilidad. La ciencia auténtica danza con el misterio y sabe que esta danza no tiene fin.

      La contemplación. La actitud contemplativa, por su parte, invita a una simple apertura experiencial a la existencia y, fundamentalmente, a la propia interioridad. Lejos de formular modelos rígidos, sostenidos en el fundamentalismo religioso o científico, ajena a los dogmas y a las verdades absolutas, la contemplación se asienta en la percepción permanente del aquí y ahora y del flujo de la vida como la mayor fuente de conocimiento.

      En lugar de perderse en discusiones teológicas tantas veces estériles, la contemplación permite el florecer de la compasión, el servicio y la entrega al prójimo.

      Estas dos últimas, ciencia y contemplación, son precisamente las modalidades que he intentado honrar en este libro, al tiempo de respetar las antiguas intuiciones provenientes del pensamiento mágico-mítico ubicadas en su justo contexto.

      Las tradiciones contemplativas, que se encuentran en el corazón mismo de las grandes religiones, afirman que todos los seres humanos, sin excepción, tenemos la capacidad potencial de acceder a la más maravillosa experiencia que podamos concebir: la de sumergirnos en la Fuente Primigenia de la vida, la energía y la conciencia; la posibilidad de reintegrarnos a nuestro propio Ser original y sanar la más profunda de nuestras heridas: la disociación existencial, la ruptura con nuestras raíces universales. Es decir, la posibilidad de volver a bañarnos en el Océano Original de la Existencia, de acceder al éxtasis primigenio, a la dicha suprema. Como ya lo he afirmado, esta es la más bella promesa que los seres humanos podamos recibir, y puedo afirmar que constituye una promesa veraz.

      Sin embargo, estas tradiciones no han logrado explicarnos los dinamismos psicológicos que determinan la pérdida de esta unidad, y por lo tanto, en muchos casos, terminan siendo ingenuas, pues buscan llegar a lo esencial sin enfrentar las capas de patología que nos impiden recontactarnos con la vida. Tal forma de encarar este desafío suele terminar produciendo miradas seudoespirituales que ocultan, detrás de su jerga trascendentalista, profundas dudas nunca enfrentadas. Sin embargo, es importante saber que es totalmente posible aprender a integrar ambas miradas y alcanzar un estado de mayor armonía y completud.

      Es preciso reconocer que, en muchos casos, lo que suele llamarse “experiencia mística” es en realidad un fenómeno regresivo y patológico, en el que, en lugar de retornar al origen, estamos retrocediendo a estadios infantiles mediante delirios y alucinaciones. Afortunadamente, existen caminos para corregir esta distorsión.

      Por su parte, la mayoría de las escuelas psicológicas, pese a haber desarrollado una profunda comprensión de la mente, se ha cerrado a investigar sin prejuicios sus dimensiones trascendentes, movidas por un rechazo a lo anticientífico que, después de tantos siglos de oscurantismo, por cierto es comprensible. Sin embargo, esta actitud ha empobrecido enormemente a la psicología, que no ha empezado a comprender, sino hasta hace muy poco tiempo, que para investigar las profundidades trascedentes del ser humano no es preciso recurrir a teorías fundamentalistas ni a dogmatismos seudorreligiosos.

      Como afirmábamos más arriba, muchas experiencias llamadas místicas son en realidad episodios psicóticos (los tristemente célebres suicidios en masa de tantas sectas seudoespirituales son un dramático ejemplo de esto). Pero no toda experiencia espiritual responde a una psicosis, e incluso en toda experiencia psicótica podemos llegar a encontrar algún atisbo de espiritualidad. Es decir que esta realidad es mucho más compleja de lo que parece a primera instancia, y las posturas radicales y negadoras de opciones intermedias, matices y posibilidades de integración nunca nos llevarán a ensanchar nuestra comprensión.

      Hemos visto que una de las opciones que el mundo


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