De Saint-Simon a Marx. Hernán M. Díaz
ya vinculada a ningún tipo de producción. La visualización de las clases trajo consigo el descubrimiento de las luchas entre esas clases, no sólo en el presente sino, sobre todo, en la historia. Cuando Marx afirma que no fue él quien descubrió la lucha de clases sino otros “historiadores burgueses” (carta de Marx a Weydemeyer, 5 de marzo de 1852, en Marx y Engels, 1987: 55), se está refiriendo a Augustin Thierry, secretario de Saint-Simon y que tomó de su maestro esta noción, y también a François Guizot, cuya teoría de las clases sociales es comparable a la de Saint-Simon (Rosanvallon, 2015: 41, 79-83), aunque aparece más claramente en sus escritos en la década de 1830. Ya hemos tenido ocasión de observar algunos puntos de contacto entre ambos pensadores. Sin lugar a dudas, es en Saint-Simon en quien aparecen las clases y, aun sin denominarla de esa manera, la lucha entre las clases. Es llamativo que los liberales franceses, después de un suceso tan clarificador como la revolución que se inicia en 1789, no hayan sacado de esa experiencia la conclusión de la existencia de clases sociales. Aunque la Revolución puso a luchar a tres clases entre sí (y el rey parecía al principio por encima de todas ellas), los liberales no sacaron esa conclusión porque sintieron que nobles y clero eran estamentos en extinción y el tercer estado era “todo el pueblo”. A partir de su victoria habría igualdad y habrían desaparecido las clases. Saint-Simon comprendió que la Revolución había suprimido unas grietas pero que habían aparecido otras, que juzgó transitorias. Pero su análisis arrojó nueva luz para comprender un fenómeno que se transformó en central tanto en las ciencias sociales como en la política.
Es notable el historicismo de Saint-Simon (Ansart, 1972b: 32), otro elemento que lo vincula con el socialismo. Si la política es una ciencia de observación (positiva), los elementos a observar no se encuentran solamente en el presente sino, sobre todo, en el pasado. Para demostrar de qué manera evolucionaron las clases sociales, en especial el sector industrial, las instituciones o la moral, recurre a relatos de la historia de Francia, de Europa y de Occidente donde sorprende la erudición pero más aún el hecho de que en cada circunstancia tiene una caracterización especial sobre su significación histórica. Esta significación no remite a la contemporaneidad del suceso sino a su encadenamiento con sucesos previos o posteriores; en ese sentido, es un evolucionista pero con un claro sesgo dialéctico. En L’Organisateur describe la constitución simultánea, en el siglo X, del poder feudal y del poder religioso, las “dos espadas”, como se los denominaba a comienzos del siglo XIX:
Este sistema social había nacido durante el transcurso del sistema precedente e incluso en la época en que éste acababa de alcanzar su desarrollo integral. De manera similar, cuando el sistema feudal y teológico se constituyó en la Edad Media, el germen de su destrucción comenzaba a nacer, los elementos del sistema que debe reemplazarlo hoy en día acababan de ser creados. (O.C., III: 2151)
El germen de la destrucción del régimen feudal, la industria y los industriales, hace su aparición histórica con la liberación de las comunas, contemporáneamente a la constitución y organización definitiva del poder feudal y el poder religioso, en el siglo XI. Si todo sistema social cobija en su interior las fuerzas que habrán de destruirlo, ¿cómo no pensar que el “siglo XIX” industrialista también ha dado a luz a su sepulturero?
Los diferentes períodos sociales no son compartimientos estancos ni reorganizaciones generales sin vinculación con los períodos previos, como hoy en día postulan a partir de Michel Foucault muchas teorías posmodernas. Cada régimen social, plantea Saint-Simon, crea en sus entrañas los elementos que colaborarán en su decadencia y lo reemplazarán llegado el momento de su madurez. La Iglesia Católica y el señorío feudal habían nacido en el seno del mundo antiguo, y a su vez la clase industrial, que reemplaza a la sociedad medieval, nació en el interior de ésta. La conexión con Marx, cuando afirma que el proletariado es el producto más genuino del capitalismo y es la clase que está llamada a terminar con el poder de la burguesía, es directa. Sin haber conocido la obra de Hegel,33 el planteo dialéctico aquí es evidente, y es el método que aplicó en sus extensos estudios sobre historia. Saint-Simon remite constantemente a ejemplos o relatos históricos para demostrar algunas afirmaciones con las que busca persuadir a su auditorio, pero no escribió ningún tratado específicamente histórico sobre un período determinado.34 La utilización de la historia fue en él más bien un método de demostración con fines políticos, lo cual no desvaloriza en absoluto sus investigaciones, que merecerían un análisis contrastivo más desarrollado. No hay que olvidar que su secretario Augustin Thierry se convirtió más tarde en uno de los más importantes historiadores de Francia y recogió como vimos elementos centrales del pensamiento sansimoniano, aunque rechazó ser identificado con su doctrina. En el capítulo 6 veremos cómo los discípulos se refirieron al “método histórico”.
El análisis que falta en Saint-Simon es el económico. A pesar de haber conocido y tratado a Jean-Baptiste Say y de haber tomado la economía política como base, muy general, de su pensamiento político desde 1817, no profundizó en un aspecto que, particularmente desde Marx, se convirtió en el basamento principal de cualquier teoría socialista. Lo que Saint-Simon retuvo de la economía política fue fundamentalmente lo relativo a las conclusiones sobre la organización social (Ansart, 1972b: 31 y 44). Sus consideraciones económicas no indagaron en la forma concreta de producción y circulación de las mercancías ni en las características del trabajo asalariado, sino que más bien analizaron la realidad económica a partir de un concepto que subyacía o que estaba implícito en el intercambio: el individualismo. Impugnó el individualismo como base y a la vez límite de toda estructuración social y con ello encontró también un punto nodal del naciente capitalismo, el elemento que daba origen tanto a la economía como a la política, el punto de contacto entre esas dos esferas que muchos ideólogos de ayer y de hoy se esfuerzan en separar o no logran unir. El individualismo en la sociedad capitalista está basado en una doble coerción: el sujeto tiene detrás la miseria, de la que debe huir, y delante un objetivo invariablemente inalcanzado, porque siempre hay algo más que conseguir, un nuevo nivel donde competir con los que lo rodean. El sujeto de esta sociedad está siempre insatisfecho, siempre con hambre (de comida, de objetos, de ganancias) y ese acicate es el único estímulo que reconoce para seguir compitiendo con el resto de sus congéneres. El individualismo y la competencia es el núcleo esencial que vincula necesariamente la economía con la política y con la moral. La moral social que Saint-Simon pretendió enarbolar en su teoría consistía en buscar el desarrollo del sujeto quitándole todo tipo de vínculo a su moral con las necesidades económicas, haciendo que desarrolle su talento no en beneficio propio sino en beneficio de la comunidad.
Con todo, su descuido de la dimensión económica de la realidad de su tiempo también obedece al todavía precario desarrollo en Francia (y en Europa) del proletariado y, consecuentemente, del enfrentamiento entre obreros y patrones. Con el capitalismo maduro, Marx se tuvo que preocupar por analizar cómo la explotación era inherente y connatural a la relación entre capital y trabajo. Pero el reclamo central de Saint-Simon era terminar con las clases ociosas y desarrollar políticas que beneficiaran a los industriales en general, a partir de lo cual se podría abrir un período de “alianza” entre trabajadores y patrones. El factor económico va a ser un poco más desarrollado por los discípulos y, entre ellos, Constantin Pecqueur, estudioso de las crisis industriales y citado varias veces por Marx. De todas formas, el eje de las indagaciones sansimonianas estuvo dirigido a los aspectos políticos, ideológicos y culturales de la nueva sociedad. La insistencia de Marx consistió, justamente, en destacar la preponderancia de la economía con respecto al resto de las esferas sociales, pero en Saint-Simon podemos encontrar una interpretación donde el conjunto de la sociedad es una red de interdependencias complejas entre la producción, la ciencia, la moral y el arte (Walch, 1970: 8). Podríamos concluir que la primacía de la economía de Marx es válida, siempre y cuando recordemos la múltiple determinación mutua de las distintas categorías y niveles sociales. Estudiar a Saint-Simon nos puede servir como sano contrapeso para evitar la unilateralidad de un marxismo vulgar.
Ciencia social positiva y observacional, la política basada en la economía política, clases sociales diferenciadas por su rol en la producción, crítica a la sociedad individualista y a la burguesía, descripción del Estado abstracto del capitalismo y predicción acerca de su desaparición progresiva,