Reflexiones sobre Historia Social desde Nuestra América. Gabriela Grosores
de estos fundamentos naturales y de la modificación que experimentan en el curso de la historia y por acción de los hombres.
Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.
El modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida en que se encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Tal y como los individuos manifiestan su vida, así son. Lo que coincide, por consiguiente, con su producción, tan-to con lo que producen como con el modo cómo producen. (…)”.32
Estos cambios se hacen evidentes cuando los arqueólogos comenzaron a encontrar junto a los esqueletos, artefactos construidos con objetivos específicos, o se encuentran talleres de producción de artefactos distantes del lugar de uso de los mismos. El taller para hacer las armas de piedra en la caverna está distante del campo de caza de los animales y por tanto la actividad de cazar el animal está mediada por la producción de los instrumentos para ese fin: una distancia respecto de la satisfacción de la necesidad de comer, que expresa esa actividad específicamente humana, que se representa previamente en el pensamiento, se realiza socialmente y es transmitida por el aprendizaje. Y solo así se sobrevive “biológicamente”.
Las primeras tareas de las sociedades iniciales -como la caza, la pesca o la recolección de vegetales- no constituyen en sí mismas “producción” pues no hay aún en esos actos una transformación voluntaria de la naturaleza para realizar los bienes que se consumen. Esas tareas toman directamente lo que el propio ambiente natural brinda y sin embargo ya existen acciones secundarias de producción: es la producción de los instrumentos para mejorar esas tareas (anzuelos, hoces, cestos, armas) y también ropas y otros instrumentos necesarios para la vida, no solo material sino también cultural.
Corporalidad y mediación, corporalidad y pensamiento en la acción son los dos aspectos que para Marx diferencian la práctica productiva humana de la actividad de otros animales. En el capítulo V de El Capital, Marx definió el proceso de trabajo:
“El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. El hombre se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza.”
A la vez Marx advertía la especificidad de esta relación hombre-naturaleza:
“Concebimos el trabajo bajo una forma en la cual pertenece exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operaciones que recuerdan las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de un maestro albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al peor maestro albañil de la mejor abeja es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la cera. Al consumarse el proceso de trabajo surge un resultado que antes del comienzo de aquél ya existía en la imaginación del obrero, o sea idealmente. El obrero no solo efectúa un cambio de forma de lo natural; en lo natural, al mismo tiempo, efectiviza su propio objetivo, objetivo que él sabe que determina, como una ley, el modo y manera de su accionar y al que tiene que subordinar su voluntad. Y esta subordinación no es un acto aislado. Además de esforzar los órganos que trabajan, se requiere del obrero durante todo el transcurso del trabajo, la voluntad orientada a un fin, la cual se manifiesta como atención” (…).
“Los elementos simples del proceso laboral son la actividad orientada a un fin -o sea el trabajo mismo-, su objeto y sus medios.”33
Los seres biológicos actúan, desarrollan una actividad de intercambio con el medio, pero la actividad especifica de la humanidad con las características que señaló Marx, que transforma la naturaleza en función de sus fines, es lo que denominamos práctica: hay un correlato entre acción y representación; las acciones generan representaciones y las representaciones guían las acciones, transformándose una y otra. La práctica productiva es la más básica, la que hace posible nuestra vida social e individual: el trabajo, la acción inicial de toda historia. En los primeros tiempos del hombre y también ahora.
El género humano necesita satisfacer necesidades que son complejas y para eso produce sus medios de vida. Esta especie se vincula con la naturaleza, de la que es parte, transformándola con su trabajo consciente y al transformarla se va transformando a si misma: produce su propia vida, ya que no solo satisface su necesidad de comer sino que además se organiza con otros para cazar, y además desarrolla ese pensamiento que guía la caza a partir de sus experiencias y de sus supuestos, e incluso los expresa como símbolo, con una expresión gráfica en la piedra, por ejemplo, un dibujo en la pared de la cueva por razones de planeamiento y/o por necesidades colectivas y afectivas o emocionales para prepararse para ir a cazar o festejarlo.
Esta es otra característica propia de esta especie, se mueve a partir de necesidades que siempre se manifiestan subjetivamente también como emociones. Las emociones son estructuras que también vinculan lo biológico y lo individual de la persona con su entorno social, pues sintetizan un estado de esa persona, y al mismo tiempo lo registran, lo expresan y transmiten. Estados ya no solo biológicamente sino social y culturalmente determinados en cada persona.
Aquella actividad específica que distinguió a nuestros más remotos antepasados nunca se realizó aisladamente sino socialmente, en un grupo, cuya organización y vínculos estaba estrechamente determinada por la propia actividad (colectivamente desarrollada) de la caza y recolección. Es decir que la actividad productiva que vincula al homo sapiens con la naturaleza transformándola es también la que define, determina, sostiene y transforma los vínculos de los hombres entre sí, es decir las relaciones sociales, en la producción (las relaciones de producción) y fuera de ella.
En los orígenes de la humanidad la manera de organizarse y también de producir era la “banda” de cazadores-recolectores. Es decir, que en los orígenes fue determinante la cooperación como motor y condición de la producción y de la vida social y no la competencia y “el hombre lobo del hombre”, como lo imaginaron los ideólogos burgueses proyectando hacia el pasado aspectos ideológicos y practicas inherentes a los capitalistas. No hubiese sobrevivido ningún hombre o mujer aislado sino en el seno de una totalidad mayor, con principios organizativos muy sencillos y básicos, pero a la vez muy exactos y afinados, porque no había otra manera de garantizar el sustento y la supervivencia si no era con una organización estrecha y una gran destreza en el manejo de los pocos instrumentos que tenían.
Teóricamente las primeras organizaciones tenían una base de consanguineidad que se complejizó tempranamente en una estructura de parentesco que enlazaba a los hombres socialmente en función de sus vínculos biológicos, reales o ideales. solo a través de esas relaciones sociales se desarrolla la actividad productiva, el vínculo activo del grupo con la naturaleza, que a su vez las sostiene y reproduce. Es decir, ambos aspectos en interacción -naturaleza y sociedad- forman un proceso único, en el seno del cual surge un nuevo y fundamental instrumento: el lenguaje.
Los primeros hombres abandonaron los gritos expresivos o de alerta de los otros animales y generaron un instrumento insustituíble: la comunicación requerida por aquellas relaciones sociales y el lenguaje verbal, que determina una forma superior de relación, pues no solo transmite sensaciones sino que interviene en la generación y transmisión de ideas y pensamientos y a la vez en toda una dimensión fáctica del lenguaje, que a la vez de