Amar a la bestia. Nohelia Alfonso
Painkiller: Hace un par de días. Fue todo un hallazgo.
Herzeleid: Debes de estar tan loco como yo.
Painkiller: Ha servido para encontrarnos. No está mal.
Herzeleid: ¿Y ahora qué?
Painkiller: No lo sé. Esta es solo la primera dosis de Painkiller. Irá haciendo efecto poco a poco.
Herzeleid: Ja, ja.
Painkiller: Supongo que me ayudaría conocer por qué te duele el corazón.
Herzeleid: Es una pregunta difícil de responder. No estoy pasando por un buen momento.
Painkiller: Lamento oír eso.
Herzeleid: Sí, yo también.
Painkiller: ¿Crees que podría hacer algo para que te sintieras mejor?
Herzeleid: No estoy segura.
Painkiller: Voy a probar.
Herzeleid: ¿Qué? ¿Qué vas a hacer?
Y me envió un enlace de YouTube. Era una canción. A ton étoile, de Yann Tiersen. Mientras la ponía traté de ver de nuevo si tenía fotos en su perfil o alguna cosa que me diera una pista de si lo conocía, pero no. Cuando la canción se estaba terminando, él preguntó:
Painkiller: ¿Te ha gustado?
Herzeleid: Mucho. La música es… envolvente, mágica. Pero no sé francés.
Painkiller: Yo tampoco entiendo mucho, pero dice algo así como: «Bajo la luz abierta y en la sombra en silencio, si estás buscando un refugio inaccesible dicen que no está lejos». Y luego creo que: «Deja que tu estrella brille en el lienzo».
Herzeleid: Un refugio inaccesible, ¿eh?
Painkiller: Sí. Pero tú estás a salvo conmigo.
Herzeleid: Eso que has dicho me recuerda a una película de Ford Coppola.
Painkiller: ¿Drácula?
Entonces sí que me quedé de piedra. No era posible que se supiera mi diálogo favorito de la película.
Herzeleid: Dios… ¿quién demonios eres? ¿Me conoces?
Painkiller: «Y el hada verde que vive en la absenta quiere tu alma… Pero tú estás a salvo conmigo».
Mi corazón volvió a dar una sacudida.
Herzeleid: Acabas de ponerme la carne de gallina.
Painkiller: Me encanta esa parte.
Herzeleid: No puedo creer que esto sea solo una coincidencia.
Painkiller: Yo no creo en las coincidencias.
Herzeleid: No irás a decirme que crees en el destino y todas esas patrañas Disney…
Painkiller: Yo solo creo que ha merecido la pena esperar para encontrarte.
Painkiller: ¿No dices nada?
Painkiller: ¿Hola?
Y entonces apagué el ordenador. No sé por qué. Me entró el pánico.
4. Celada
A la mañana siguiente comprobé las notificaciones de Facebook: Painkiller había llenado el chat de interrogantes sobre mi repentina desaparición. No había sido un sueño, realmente había hablado con él la noche anterior. Y había sido… ¿cómo definirlo? ¿Desconcertante? Sí, esa era la palabra.
Me fui a la consulta del doctor Luján, reconozco que con ánimo. Más que nada porque tenía ganas de ver su cara cuando le contara que había hecho lo que me había encargado: hablar con el chico misterioso. Aunque, desde luego, no había averiguado nada de lo que él me había pedido. No sabía cuál era su nombre ni tampoco a qué se dedicaba. Sin embargo, sabía otras cosas más interesantes y esperaba que con eso fuera suficiente para restregarle mis logros al doctorcillo.
Se mostró realmente entusiasmado, satisfecho como un profesor cuando su mejor alumna borda un examen, aunque yo no fuera ni de lejos ese tipo de aprendiz. Dijo que aquello era realmente bueno para mí, que, abrirme a otra persona, aunque fuera virtual, era un gran paso. Creía que tras aquella extraña amistad cibernética, estaría más preparada para entablar relaciones reales, con personas de verdad, y me animó a seguir hablando con el muchacho. Era el primer progreso que hacíamos desde que había empezado la terapia, hacía un año, y reconozco que yo también me sentí satisfecha. Pero cuando pensaba en de qué me servía relacionarme si el disco duro de mi cabeza estaba dañado, me derrumbaba. ¿Tenía que resignarme a ser una persona nueva? ¿Había llegado el momento de crear nuevos recuerdos? Tenía que probar. ¿Qué podía perder? Iba a instalar un nuevo programa: Painkiller, y para eso debía formatear el PC de mi mente.
Herzeleid: Hola.
Painkiller: ¡Al fin! Empezaba a pensar que ayer te asusté…
Herzeleid: Ja, ja, ja. Bueno. Un poco.
Painkiller: ¿Por qué te doy miedo?
Herzeleid: No sé, es como si me conocieras.
Painkiller: Eso le ocurría a Mina con Drácula.
Herzeleid: Eres increíble. No sabes cómo me gusta esa película.
Painkiller: Ya veo. ¿Por qué?
Herzeleid: No lo sé con exactitud… La historia de amor, la humanidad del monstruo… Creo que fue la primera vez que entendí que se podía amar a un ser que por naturaleza es dañino… Mi interés patológico por los monstruos no tiene límites… Además me parece una gran adaptación de la novela de Stoker, aunque, claro está, con matices.
Painkiller: Con cambios argumentales, querrás decir.
Herzeleid: Sí, puede que Coppola no debiera haberla titulado Bram Stoker´s Dracula, pero las adaptaciones son eso, cambios de formato, historias en papel que se convierten en imágenes pasando por el filtro de una serie de mentes…
Painkiller: Eres de las que defiende las adaptaciones, entonces.
Herzeleid: No. Solo defiendo que no se puede hablar de si un libro es o no mejor que una película. Es como decir si es mejor una fotografía de Las Meninas o una escultura. Puede que representen la misma escena, pero en formatos diferentes, por tanto no comparables.
Painkiller: Vaya… así que eres lista.
Herzeleid: Ja, ja. ¿Lista?
Painkiller: Eso me gusta.
Herzeleid: Ja, ja, ja. No creo que lo sea.
Painkiller: Pues yo creo que sí. Lo que pasa es que estás sola, y por eso nadie puede decírtelo.
Herzeleid: ¿Por qué iba a estar sola?
Painkiller: ¿Por qué si no ibas a tener dolor de corazón y a tirar botellas con mensajes de socorro al río?
Herzeleid: Para deducir eso no hace falta ser muy listo. Ja.
Painkiller: Lo sé. Pero tengo razón.
Herzeleid: ¿Así te sientes tú?
Painkiller: ¿Solo?
Herzeleid: Solo.
Painkiller: Ahora ya no.
Herzeleid: ☺
Painkiller: Ja, ja. Son malos tiempos para los soñadores.
Herzeleid: ¿Tú crees?
Painkiller: Por supuesto. El mundo de