ARGENTUM. Martiniano Pujol

ARGENTUM - Martiniano Pujol


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sabía que me estaban filmando.

      —Y... la verdad es que te viene bien un poco de buena imagen, con la señora de la caca del perro cruzaste una línea ahí.

      —Sí, la llené de tierra, ja, ja, ja.

      —Eso no es nada, el bombazo al montículo le debe haber dado un julepe bárbaro.

      —Mirá —interrumpe Enrique—. Le están haciendo una entrevista al rehén que salió último, a ver qué dice...

      —Sí, soy empleado del banco —dice el rehén.

      —El policía era cómplice, ¿lo conocían? —pregunta la periodista.

      —No, no, a los policías los rotan, no son siempre los mismos, pero eso no importa. —Mira a la cámara y dice—: Le quiero agradecer a Argentum por habernos salvado, fue impresionante, espero volver a verlo con su capa al viento.

      —¿Te referís al hombre misterioso del que todos hablan?, ¿el que salió volando?

      —Sí, se llama Argentum, parece macanudo, y desvió una bala.

      —No desvié la bala, pibe —dice Enrique—. Le desvié las manos justito.

      —Todos están hablando de él, ¿cómo sabés su nombre?

      —Le pregunté, me dijo Argentum y que va a tener capa, debe haber salido apurado o algo.

      —Hasta ahí, flaco, no sigas —dice Enrique cerrando los ojos.

      —¿Qué pasa? —le dice Iván.

      La periodista pregunta:

      —¿Te dijo que va a tener capa este tal Argentum?

      —Sí —responde el empleado del banco.

      —Nooo —dice Enrique, Iván lo mira con curiosidad…

      —Porque me dijo que ya le dijeron que se le marca todo el traste.

      —No, no, no, flaco, ¡no podés decir eso! —dice Enrique abriendo los brazos. Iván se agarra del borde de la mesada y queda en cuclillas tentado.

      —Bueno, pero parece que anda bien de atrás, ¿no? —dice la periodista bromeando.

      —¡Si vos decís! —responde el rehén y empiezan a reírse.

      —No, no, están hablando de mi culo, puedo volar y están hablando de mi culo. —Iván está de costado en el piso agarrándose el estómago, no puede parar.

      —Dale, reíte vos, forro. ¡No puede ser tan boludo este pibe!

      A Iván le toma unos minutos recuperarse, cuando vuelve a ver el video se fija en los detalles, a él nada se le escapa:

      —Vení, Quique, mirá. —Enrique se acerca, ya está trabajando—. Mirá el panfleto que está atrás de vos, ¿lo ves?, ¿en el suelo contra la pared?

      —Sí, ¿qué pasa?

      —Ahí viene el balazo, pero vos mirá el papel — le dice Iván y saca la pausa del video.

      —Lo prendí fuego.

      —Sí, eso es un tema, hay que tener cuidado, tirás mucho calor si le das con todo.

      —Y... ahí me asusté, menos mal que los rehenes estaban lejos.

      Continúan trabajando hasta la una, leen la fluorescencia de los tejidos tumorales de todos los cobayos.

      —¿Tenés hambre, no? —pregunta Iván.

      —That´s my secret, cap, I´m always “hungry”. —Y lo mira como diciendo “¿entendés?”.

      —I do, —responde Iván señalando a su amigo —I understand that reference. Voy a comprar comida, ¿cargás los datos en la compu?

      —Dale, después de comer ponemos los sueros con colchicina, ¿qué decís de las lecturas?, ¿todos los días o cada dos?

      —Yo diría todos los días, Quique, sabés que me gustan las curvas con muchos puntos —contesta Iván mientras se saca el guardapolvo.

      —Sí, yo te iba a decir lo mismo, así que mañana y el viernes nos quedamos hasta tarde porque está complicado con otros compromisos, ¿no?

      —Y el finde venimos un día cada uno a plaquear.

      —Dale, guardamos las imágenes nomás, después hacemos las lecturas el lunes, ¿preferís el sábado para quedarte el domingo con los chicos?

      —Sí, mejor, vienen mis suegros y voy a buscar a mi vieja para que venga a casa —dice Iván mientras se acerca a la puerta.

      —¿Qué decía el correo que llegó? —pregunta Enrique.

      —No, nada, era la pibita de tercero que estuvo con los de analítica, ¿te acordás, Pistore?

      —Sí, la cerebrito.

      —Dejó el celu para que le avise cuándo puede venir, que le pareció muy interesante y bla, bla, bla… ¿milanesa?

      —¡Siempre!

      Iván abre la puerta y está Karina justo por golpear.

      —¡Uh!, ¡hola! —dice Iván incómodo, los pechos de la alta y escultural secretaria le quedan muy cerca de la cara y casi la choca, da un paso atrás.

      —Hola, dice el Dr. Medina que quiere hablar con ustedes.

      Enrique, que todavía no había entrado a la oficina donde está la PC, se frena a verla y no porque le interese reunirse con Medina.

      —¿Ahora? —pregunta Iván.

      —Sí, es para contarles de la empresa japonesa que viene el viernes, nada más, me dijo que si están ocupados no es necesario que vayan los dos.

      —Bueno, gracias. —Karina se retira, Iván vuelve a cerrar la puerta y pregunta—: ¿Qué hacemos?, ¿vamos?

      Enrique le hace el gesto de pechos con cara de sexópata como le hacía cuando lo cargaba por las prótesis de su hermana:

      —Casi te chocás los airbags, ¿eh?, ja, ja, ja, no, andá vos, yo cargo los datos, ¿te parece? No quiero terminar muy tarde, hoy a la tarde voy a seguir tu consejo y llamar a Carla.

      —Bueno, me parece bien, te vas a sacar muchas dudas... de la oficina de Medina voy para el bufé.

      No pasa media hora que Iván regresa con un sándwich de milanesa para él, tres para Enrique y dos gaseosas, entra a la oficina que a veces funciona de comedor también, aunque si es un día que no tienen más que trabajo administrativo, comen en el laboratorio, donde hay más espacio, con la puerta trabada.

      —¿Qué dijo Medina? —pregunta Enrique sin sacar la vista del monitor.

      —Es una empresa japonesa, interesada en nuestro trabajo, quieren venir a ver cómo va avanzando porque quieren hacer la producción de suero, si todo sale bien, son tres de la empresa y uno viene con la hija de 22 que estudia biología molecular.

      —Parece que nos tienen fe, ¿eh?

      —Y… le dije que en el informe que le vamos a entregar probamos que llegamos a la toxicidad de una quimioterapia convencional, que estamos variando dosis y viendo, que de última queda como una alternativa para evitar cirugías.

      —La verdad es que está buenísimo lo que estamos haciendo, yo ando distraído con el tema de Argentum, pero cuando nos ponemos a ver resultados, me apasiono... lástima que tardó tanto.

      —Sí, yo pienso en tu vieja también, pero no hacía ni 4 años que habíamos arrancado, porque con lo que tenemos hoy, al menos hubiésemos ralentizado el tumor, mi mamá no es la misma desde que murió, la extraña mucho.

      —Sí, yo me di cuenta también.

      —Y… últimamente la ves vos más que yo, pero estoy más tranquilo


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