ARGENTUM. Martiniano Pujol

ARGENTUM - Martiniano Pujol


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al darse cuenta de a qué se refiere Enrique y susurra—: Ni una palabra de Argentum.

      —Bueno, pero si vuelve a ser mi novia le tengo que contar —susurra también Enrique tomándole el pelo.

      —No, porque, si la relación fracasa, ¿cómo te asegurás que guarde el secreto? ¿Y si más adelante se casa con otro y le cuenta?

      —¡¡Ehhh!!, ¡ya me la casaste con otro!

      —Vos andá y hablá con ella y fijate qué onda, de ese tema, nada de nada, más adelante vemos.

      —Sí, papi —ironiza.

      —¿Me dejás leer el diario? Placas, equipos, bichos, ¡chop, chop! —Iván vuelve a dar los palmazos.

      —Pará, loco, que no sos mi jefe, ¿eh?

      —No, pero llegaste tarde, ¡chop, chop!

      —Dos mates me diste —dice Enrique con tono de decepción.

      —De media hora cada uno —dice Iván cuando de pronto ve el titular principal del diario—. Naaa, ¡no te puedo creer! Diputados aprobó el cambio de la movilidad jubilatoria.

      —¿Le bajan el sueldo a los jubilados?, pero si el oficialismo no tiene mayoría en Diputados, ¿cómo votaron que sí a eso?

      —En el Senado tienen mayoría, sesionan la semana que viene, cagaron los viejos —contesta Iván reclinándose hacia atrás y moviendo la cabeza a los lados con resignación.

      —¿Estás seguro, a ver? —Enrique se asoma a ver la pantalla por sobre el hombro de Iván, lee, frunce el ceño y dice—: Acá pasa algo raro, no pueden votar eso.

      —La oposición votó en contra, pero los bloques chicos se unieron al oficiali… se me fueron las ganas de leer el diario —dice Iván levantándose de repente—. Vamos a laburar que ya perdimos mucho tiempo.

      —Si me devolvés la tablet pongo la tele con la aplicación del cable.

      —Bueno, andá al bioterio que yo pongo la tele y preparo lo demás.

      —Evidentemente ya sabés la clave.

      —¿A papá mono con bananas verdes? Alfred sabe todo, gil —le dice sonriendo y agrandado.

      —Ando medio bajón, me vendría bien un Robin —le dice acariciándole la mejilla a Iván para molestarlo.

      —Salí, marmota —le dice Iván riéndose y alejándose rápidamente de la caricia—. ¡Andá a buscar los cobayos y dejate de joder!

      Enrique vuelve con el carro-jaula con los animales a los 5 minutos, Iván está con la tablet en la mano, el equipo apagado y otra vez enojado.

      —¿Sabés qué pasó? —le dice Iván no bien ve llegar a su amigo—. Se filtró un audio y se armó la gorda, con la plata que les sacan a los jubilados van a aumentar la coparticipación de las provincias, entonces los gobernadores les pidieron a los diputados que voten a favor de la reforma jubilatoria.

      —¿O sea que en el Congreso, símbolo de la democracia, no hay democracia?

      —Así parece, una vergüenza. —Iván apoya la tablet en una de las mesadas, enciende el equipo y le dice mientras se inicia—. ¿Me acompañás al auto?, te tengo una sorpresa.

      —¿Fotos hot de tu esposa?, ya tengo, gracias.

      —Vení, tarado, que te va a gustar.

      Van hasta el estacionamiento, al auto de Iván, que abre el baúl y le dice:

      —Mirá, lo puse en un bolso para que te lo puedas llevar con carpa, pero no daba para bajarlo, miralo adentro del baúl.

      Enrique abre el bolso y no entiende lo que ve.

      —¿Qué es?

      —Sacalo del bolso, pero adentro del baúl, así no ven las cámaras.

      Enrique sigue las instrucciones y se queda perplejo con la boca abierta al ver lo que hay en el bolso.

      —¿Y esto?

      —El traje de Argentum, ¿te gusta o querés seguir de jogging?

      —¿Cómo lo hiciste?, ¡está buenísimo!

      —Guardalo de nuevo y pasalo a tu auto, así te lo probás en tu casa, te va a quedar bien, es tu talle, y dale que tenemos que arrancar.

      —Dale, pero andá contándome cómo lo hiciste.

      —Bueno, primero compré un disfraz de Batman...

      Enrique se detiene y lo mira:

      —No lo vi muy bien, ¿pero tiene cuernitos?

      —Ja, ja, ja, no. —Se ríe Iván frente al comentario—. No pensaba usar la parte de la cabeza, vos te tapás de la nariz para abajo, y Batman de la nariz para arriba, pero pensaba usar el traje, porque viene con los músculos marcados y esas cosas. Me pareció que quedaba bueno, pero el disfraz es de esponja, muy inflamable, no daba... Aparte Batman no tiene “cuernitos”, son orejas de murciélago, no entendés nada.

      Enrique abre el baúl de su auto, mete el bolso y lo vuelve a abrir para sacar el traje y verlo de nuevo, está entusiasmado.

      —Guardalo que parece que estamos traficando algo de baúl a baúl.

      —¿Es neopreno?

      —Sí, compré un traje de buzo gris oscuro de tu talle, usado, son recaros, le corté los músculos de plástico al disfraz y los pinté de plateado con un aerosol, para ponerle onda... Cerrá y vamos yendo que te sigo contando.

      —Me lo quiero poner ya, te luciste, ¿y esa rejilla?

      —Eso te tapa de la nariz para abajo, era un mosquitero de plástico verde que también pinté de plateado. —Se ríe sacando la lengua haciéndose el ocurrente, y de hecho lo es—. Se lo pegué a la capucha y le redondeé los bordes con calor para que no te pinche.

      —Sos un groso —le dice Enrique abrazándolo con una mano mientras arranca el regreso al laboratorio—. Ya me veo en todos los diarios con mi traje nuevo y mi capa al viento.

      —No te hice capa. ¿Dónde viste capa?

      Enrique frena la marcha abruptamente, abre los brazos y lo mira:

      —¿No tengo capa?

      —No pensé en capa, qué sé yo, tu traje improvisado no tiene.

      —Porque no es un traje, es un jogging con capucha y un cuellito de polar.

      —¿Y el tema del calor que emanás?, ¿si se te prende fuego?

      —No pasa nada… Ahora te explico.

      Interrumpen la conversación al llegar al edificio para que nadie los escuche hasta que entran al laboratorio, se aseguran que no haya nadie, la tablet sigue donde la dejaron encendida en el canal del noticiero.

      Enrique continúa muy entusiasmado con lo que estaba diciendo:

      —El asunto del calor lo controlo con lo que me enseñó el cacique, y ahora mucho mejor, ¿te acordás que antes me quemaba las manos? Bueno, ahora puedo generar una zona fría, y más allá de la ropa, si no andaría en bolas cada vez que levanto vuelo.

      —Bueno, si vos lo decís, a mí no me parecen prácticas las capas, son solo decorativas, deben molestar si hay viento o si volás muy rápido, deben tironear... pero, bueno, de última probamos, ¿de qué color?

      —¿Plateada como los musculitos?

      Mientras Iván agarra nuevamente las placas, lo mira desconcertado:

      —¿Querés parecer un adorno del arbolito de Navidad?

      Enrique se encoge de hombros y agrega.

      —La plata es plateada.

      —¿Gris claro? —pregunta Iván


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