ARGENTUM. Martiniano Pujol

ARGENTUM - Martiniano Pujol


Скачать книгу
la base de la escalera, cae enfrentado al ladrón, junta sus brazos con las palmas hacia adelante, y ¡FUOOM!, tira un golpe de energía, vuela el arma contra la pared, el delincuente y el policía se revuelcan en el piso.

      Él apuntó directamente al arma, para evitar dañar al rehén, los revuelcos de ambos fueron efectos secundarios de la acción por los nervios. El arma rebota en la pared y se desvía hasta casi la línea de cajas, deslizándose por el suelo. Uno de los rehenes, aprovechando la separación del delincuente con el oficial por el golpe de Argentum, se estira hasta el arma y la empuja por el suelo hacia el policía.

      “Buena idea”, piensa Argentum, que baja los brazos y se relaja.

      El policía toma el arma, todavía en 4 patas, empieza a erguirse empuñándola. Por detrás también se va levantando el delincuente:

      —Cuidado, atrás —grita Argentum al oficial, que levanta el arma, pero apuntando hacia él, con el ladrón a sus espaldas.

      —No, no, tranquilo, vine a ayudar —trata de explicarle Argentum agitando las manos delante de él.

      —Me di cuenta —contesta el oficial que lo sigue apuntando. Argentum abre bien grandes sus ojos, ¡PUM!, se escucha el disparo, en el momento en que tensa todo el cuerpo. ¡WUOOOOSH! y hace un arco ascendente con los brazos y las palmas hacia arriba, el tiro pega en el techo y los dos delincuentes chocan contra la pared detrás de ellos, quedando inconscientes.

      Argentum no sale de su asombro, siente sus propias palpitaciones, los policías de la vereda de enfrente se asoman boquiabiertos por sobre los patrulleros, bajando sus armas.

      “Tengo que hacer un poco de circo para la foto —piensa Argentum viendo que ya está todo solucionado—, hasta ahora los pocos que me vieron en acción me tienen bronca, tengo que cambiar esa imagen”. Despega los pies del piso, levanta la mano derecha apuntando a los delincuentes desmayados y avanza levitando hacia ellos, de reojo ve a los rehenes estupefactos. Si no fuese por el mosquitero pintado que le tapa la boca, se vería su sonrisa.

      Desciende cerca de los delincuentes y sigue apuntándoles, gira la cabeza mirando a los rehenes:

      —Ya no hay peligro, pueden salir.

      Algunos rehenes salen corriendo por la puerta todavía abierta, otros salen despacio mirándolo asombrados, un par de “gracias” se escucharon también, se sentía orgulloso de cómo resultó su bautismo de fuego, a pesar del susto que se pegó.

      —¿Quién sos?, ¿cómo te llamás? —le dice el último de los rehenes a su espalda, un joven con camisa de mangas cortas y corbata, se nota que es uno de los empleados del banco. Argentum se pone de costado para verlo sin perder de vista a los ladrones, y levitando, ya que está, gira y retrocede dando la espalda a las cajas.

      —Argentum.

      —¿Y sabés volar?

      —Sí, por supuesto.

      —¿No tenés capa?

      —Eh... estoy en eso, ya pronto voy a tener, gracias, ¿te parece que me quedará mejor?

      —Y… se te marca todo el traste, flaco… con todo respeto, ¿eh?, no lo tomes a mal, pero para mí la capa te va a quedar mejor, se te mete adentro esa tela.

      —Sí, ya me lo hicieron notar, gracias igual —le contesta Argentum mientras agarra a los delincuentes y los levanta de la ropa.

      Sale el rehén y Argentum unos metros detrás con los delincuentes conscientes, muy confundidos y golpeados, caminando a los tumbos, los lleva como marionetas.

      Busca al pelado de traje marrón:

      —¡Comisario! —El comisario lo ve todavía muy sorprendido, se queda un instante inmóvil hasta que avanza hacia él.

      —Eh, sí, sí, acá, yo soy el comisario... Ramírez, ¡los ganchos, querido! —le dice mirando a su oficial principal mientras sigue caminando hacia Argentum.

      —Les entrego a los delincuentes para que procedan, señor. —El policía del banco era cómplice.

      —Sí, sí, vimos todo a través del vidrio —le dice mientras unos oficiales esposan a los maleantes—. Como comisario de la ciudad corresponde que le diga que, a pesar de estar agradecido por lo que hizo, le ruego que no se arriesgue tanto, debe dejar que la policía actúe… aunque veo que no corrió mucho peligro, ¿no?

      —Siempre hay peligro, comisario, y no quise ofender a las fuerzas de seguridad, solo vi una oportunidad de ayudar, nada más; como ve, puedo hacer cosas que otros no, si le puedo ser útil en algo, un placer.

      —Esteee... Bueno, muchas gracias... ¿Podés ir a la comisaría con tu DNI?, es para el papeleo… entenderás que hay que hacer un informe.

      —Me llamo Argentum, comisario, solo le puedo decir eso. —Empieza a elevarse—. Espero que no me necesiten, pero estoy disponible para ayudarlos en lo que sea, ¡saludos! —Se despide y acelera desapareciendo por el aire detrás de los edificios.

      —Hola, ¿me escuchás?

      —La puta que te parió, Iván —grita Argentum estremeciéndose en pleno vuelo—, me hacés cagar todo, ¿no tiene un ringtone esto?

      —No, boludo, está en silencio, si estás escondido te mando al frente, ¿volvés al laboratorio?

      —Y… debería, todavía es temprano, ¿o me cambio en casa?

      —Acercate del lado del bosque que te tapan los árboles y después de la terraza bajá al patio interno, tengo el bolso con tu ropa acá.

      —Okey, dale, vos cerrá la puerta del laboratorio por las dudas.

      —Estás en todos los canales, necesitás capa ya, cuando levantaste vuelo tenías como un metro de tela en el túnel, ja, ja, ja.

      Capítulo 5

      Iván ve que Argentum cae desde la terraza hasta el patio interno por la puerta lateral de la oficina. Es una puerta vidriada, para que entre luz. La oficina se anexó al laboratorio en una obra reciente, dividiendo el pañol de mantenimiento a la mitad, por esa puerta tenía acceso el jardinero. Ahora hay solo dos accesos al patio interno, la puerta original del pañol que ahora es de la oficina, y una nueva en la otra mitad que quedó para los empleados de mantenimiento. El resto de las paredes que rodea el patio son de los baños de los edificios linderos, tienen ventanas altas, de vidrio esmerilado que se abren con la abertura hacia abajo, por lo que salvo que justo entre el jardinero es un lugar seguro, el lunes estaba el pasto corto, seguramente desde el sábado, que es cuando cortan el pasto para no molestar con ruidos de maquinaria a los investigadores. Aterrizó tranquilo, fue idea de Iván y no se le escapan los detalles.

      —Entrá, Argentum, trabé la puerta, no hay nadie —le dice Iván abriendo la puerta al patio.

      —Si no hay nadie, ¿por qué me decís Argentum?

      —Si tenés el traje te digo así, por las dudas alguien escuche, ¿no dijiste que hay que crear hábitos?

      —Recórcholis, Robin, piensas en todo —le toma el pelo en español latino y se ríe mientras se saca la máscara.

      —Dale, pelotudo, cambiate rápid… —Se escucha que alguien quiere abrir la puerta. ¡¡TOC, TOC, TOC!!

      —¿Hay alguien ahí?, está cerrado.

      —Es Karina, la secretaria —dice Iván agitando las manos—, sacate el traje rápido y ponete el guardapolvo, quedate sentado atrás del escritorio… ¡YA VA!

      —¿Cómo me bajo el cierre, boludo?, ¿la capucha queda colgando?, no abras, ayudame.

      —Tiene una solapita pegada con velcro, el cierre está acá abajo, nabo, te tengo que explicar el traje todavía, la capucha se separa. —Le baja el cierre y va para la puerta. Enrique se saca el traje rápido y a los tirones, lo arroja debajo del escritorio y agarra su guardapolvo del perchero.

      Iván


Скачать книгу