ARGENTUM. Martiniano Pujol

ARGENTUM - Martiniano Pujol


Скачать книгу
digitales, aparte el laboratorio tiene ventanas por todos lados, los vidrios son opacos, pero la luz entra, cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta.

      —Pasá, pasá que ya revelamos —le dice Iván a Karina haciéndose a un lado, sosteniendo la puerta con una mano e invitándola a pasar con la otra de forma caballerosa. Karina pasa y para frente a la oficina, del otro lado del vidrio.

      “No puede estar tan buena y yo en calzones”, no puede evitar pensar Enrique.

      —Me pidió el Dr. Medina que les avise que jueves y viernes va a haber actividades extracurriculares, acá tienen los memos impresos. —Mira a Enrique, se nota que no tiene remera debajo del guardapolvo, él la saluda con la mano, con una sonrisa nerviosa, todavía en calzones y pisando el traje debajo del escritorio, ella le devuelve el saludo subiendo apenas la cabeza con una sonrisa apenas visible con expresión de no entender qué pasa.

      —¿Te puedo preguntar algo? ¿Por qué te manda a vos y no manda un email? —pregunta Iván que siente que circula mucha gente por su lugar de trabajo.

      —¿Les molesta que venga? —pregunta Karina mirando de nuevo a Enrique, que simula escribir en la PC.

      —No, para nada, es que me llama la atención que sea tan arcaico, nada más.

      —Yo le pregunté también, dice que quiere asegurarse que se reciba la información... Ah, y me dijo que si por estos memos se demora el informe del viernes que no hay drama, que lo pueden entregar la semana que viene.

      —Bueno, gracias —le dice Iván—. Por ahí llegamos al viernes, vemos.

      Karina se retira y Enrique se asoma por el marco de la puerta de la oficina para verla “irse”, como siempre.

      —¿Te diste cuenta? —le dice Enrique no bien se cierra la puerta—. Cuando te preguntó si te molestaba que venga me miró a mí, se nota que estoy en cueros abajo del guardapolvo, para mí piensa que cerramos la puerta porque te estaba dando murra.

      Iván lo mira juntando el entrecejo.

      —¿Y por qué vos murra a mí y no yo murra a vos?

      —Qué sé yo, boludo, es lo mismo, aparte vos sos más chiquito y más... Robin, jua. —Y salta hacia adentro de la oficina esquivando la patada de Iván.

      —¿Qué mierda tengo de Robin, pelotudo?, ¿cuándo me viste disfrazado al lado tuyo?

      —Te estoy jodiendo, bolas, ¿ahora te vas a poner homofóbico? —le dice Enrique siempre disfrutando que Iván se enoje.

      —Robin no era gay, tarado, aparte, ¿homofóbico?, ¿no tenemos un montón de amigos y colegas que son gays?

      —Amigos, sí, tenemos, colegas no sabía.

      —¿Nunca fuiste al baño de Física? —Lo mira y se empieza a reír.

      —No, queda relejos, ¿vos sí?, ¿qué pasa ahí?

      —Una vez quería hacer número dos tranquilo y pensé que ahí no me iba a joder nadie, pero no voy más, está todo escrito con teléfonos y mensajes para encontrarse y sacarse lustre.

      —Naaa, ¿en serio?, ¿acá en la facu?

      —Sí, bolas, pero vamos a lo nuestro mejor, hoy no hicimos una goma.

      —Sí, me di cuenta —le dice Enrique mientras se empieza a vestir.

      —Igual nadie sabe que el informe lo terminamos el lunes, cualquier cosa estamos trabajando en eso, recién le cambié unas pavadas para que quede registrada la fecha en el archivo, por las dudas lo tengamos que enviar.

      —Estás en todas, eh, sos... ¿Iron Man?

      —¡Bue!, vamos mejorando, te tengo que explicar el traje, te olvidaste el cinturón.

      —¿Cinturón? ¡Buenísimo!

      —Mirá, el traje te lo podés poner solo, por acá al costado va el cierre, ¿ves? —Levanta el traje y le va mostrando—. Tenés bolsillos en la parte interior de los antebrazos, y en la espalda, donde hay una radio y un celular, uno es back up del otro, pero la radio solo tiene un alcance de 10 km.

      —Y la radio está siempre abierta para que me hagas cagar todo y te diviertas, ¿no?

      —No, tenés dos botones escondidos en la capucha, tocá, ¿ves?, te quedan arriba de la oreja; el de arriba es para activar la radio y el de abajo es para atender el celu. La radio la dejé abierta a propósito, pensé que te ibas a probar el traje en tu casa y quería hacerte una joda, no pensé que iba a haber una toma de rehenes y tenías que salir rajando.

      —¡Ah, qué jodón que sos! —le dice Enrique cruzándose de brazos—, pero seguí que está buenísimo.

      —En los mismos bolsillos están los cables de carga, así no hace falta sacarlos y por la espalda va el cable del auricular vinculado a los dos aparatos.

      —¿No tiene bluetooth?

      —No —le dice Iván con tono de que no moleste con pavadas.

      —Pero tiene más onda con bluetooth —le dice Enrique para molestarlo.

      —Siempre son más estables y seguros los cables y en el cinturón hay un powerbank, por las dudas, en el compartimiento de atrás.

      Enrique frunce la boca como diciendo “¡qué fenómeno, mi amigo!”.

      —¿Y el resto de los compartimientos? ¿Qué son?, ¿de esos tarjeteros de goma con cierres magnéticos?

      —Sí, todavía están vacíos, vemos qué surge, en uno van a ir los concentrados de ATP... ¿Te diste cuenta de cómo se abrocha?

      —Sí, veo, como un cinturón de seguridad, práctico... Te dije que Batman tiene un pijama tuyo, ¿no?

      —Sí, antes de irte, dejate de joder, ¿qué te parece?

      —Es espectacular, me encanta.

      —¿Se te ocurre algún cambio?

      —¿Puedo una pavada estética?

      —Y sí, si lo vas a usar vos.

      —¿Qué te parece ponerle la “A” o el Ag celeste y blanco en la hebilla del cinturón?

      —Sí, tenés razón, me gusta, ¿ves que para algo servís? —Y le da palmaditas en la mejilla riéndose.

      Enrique también se ríe, y aunque está acostumbrado, sabe que la genialidad de su amigo es incomparable y le dice:

      —¿Qué hacemos?, ¿laburamos o vemos mi debut con traje?

      —Debut con traje, a full —contesta Iván mientras lee los memos y Enrique va a la tablet—. Pero vamos a tener que hacerles las placas a los cobayos hoy sí o sí, no nos podemos rascar, mañana vienen los de inventario temprano y a la tarde tenemos visitas de estudiantes secundarios, hay que atenderlos, es un programa del Ministerio de Ciencia y Tecnología, que dice para “la motivación de los jóvenes hacia el mundo de la ciencia”.

      —¡Qué bueno!, me parece muy bien... ¿y el viernes? —pregunta mientras pone el noticiero.

      —El viernes… —Lee unos segundos, y sigue—: vienen unos japoneses interesados en lo que estamos haciendo, leyeron los papers preliminares que publica el Consejo.

      —¿Qué Consejo?

      —El Conicet, nabo, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

      —¡Ah!, decí Conicet entonces, nadie sabe qué quiere decir. ¡AHÍ ESTOY!

      Se agarra de la mesada y sonríe mirando la Tablet.

      —¡Mirá, Iván, las cámaras del banco!

      Iván se acerca con pasos apurados, se para pegado a su lado con una mano en el hombro.

      —¡Nooo, mirá cómo te disparó!, ¡le diste justo,


Скачать книгу