El juego de la seducción. Martín Rieznik

El juego de la seducción - Martín Rieznik


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las pocas horas, ese mismo día, desde el gimnasio, empezamos a chatear.

      –¡”Alemanian” girl!

      –Eh, ¡qué rápido!

      –¿Qué tal estuvo el almuerzo?

      –Muy bueno para mí... “Yo acostumbrada a la carne de Alemania”.

      –Noté en tu perfil que te interesa el arte y, sobre todo, la música.

      –Sí, soy cantante.

      –¿Cómo es tu agenda de esta semana? ¡Conozco un lugar muy bueno!

      –Todavía no lo sé... Tal vez voy a Río en el fin de semana... ¿qué lugar?

      –Un lugar especial de la ciudad.

      –Ahá...

      –¿Fuiste al Museo de Arte Moderno? Es cerca de ahí.

      –Todavía no. ¿El museum?

      Quedamos en encontrarnos al otro día a las 15 hs. en la puerta del museo.

      Yo había ido poco antes a ver la exposición de un artista venezolano, Carlos Cruz, un genio de los colores. Entré saludando a la gente del museo como si yo fuese conocido, “Hola, ¿cómo va?” a todo el mundo. Hablamos de música y ella me contó algunas historias de su viaje.

      Después de ver la muestra, fuimos al bar del museo, tomamos un café y de ahí al parque de enfrente. Le conté que, mucho tiempo atrás, el museo había sido una residencia y que esos eran los jardines de una mansión típica de la burguesía del siglo XIX. Hice un poco de role playing para tomarla del brazo:

      –Imaginá que vos y yo somos ahora los dueños de este jardín...

      Íbamos caminando y sacándonos fotos; en cierto momento, le señalo un grupo que caminaba por allí:

      –¡¿Qué hace toda esa gente en mi jardín?!

      –No sé, vamos por el puente.

      Antes de cruzarlo, le digo:

      –En un minuto te voy a dar un beso, todavía tenés tiempo de escapar corriendo...

      Me sonrió y no supe si había comprendido mis palabras, pero como se quedó conmigo del brazo, cuando subimos al puente la tomé de la nuca suavemente y nos dimos un buen beso. Después, estuvimos un tiempo tirados en el parque hasta que se fue el sol y empezó a hacer frío.

      Nos vimos un par de veces más y la pasé genial. Nunca supe qué parte de lo que hablamos entendía y qué parte no, ¡pero, físicamente, compartimos el mismo idioma!»

      Capítulo 4

       Todo lo dicho mientras gemías

      Me atrevo a afirmar que no hay erotismo auténtico sin el arte de la ambigüedad; cuando la ambigüedad es poderosa, la excitación es más viva.

       Milan Kundera

      Los estudios demuestran que aproximadamente el 80% de la comunicación entre humanos es no verbal: no se trata de qué decimos, sino de cómo lo decimos. Nuestro lenguaje corporal, nuestra expresión facial y nuestra mirada serán los tres elementos fundamentales de lo que llamamos delivery.

      Tener el control de nuestro delivery siempre nos permitirá transmitir correctamente lo que deseamos e interpretar a la perfección lo que sienten los demás, en forma instantánea. También podemos usar estos conocimientos para expresar con nuestro cuerpo las emociones que queramos en cada momento.

      Transmitir correctamente lo que deseamos

      Muchas veces decimos algo y no encontramos la reacción que esperábamos del otro lado. Un simple “¿Sabés qué? A partir de este momento, no te soporto” puede ser una incitación a la pelea, si lo decimos seriamente o resultar muy gracioso y divertido, si lo expresamos con una sonrisa. También es posible, por ejemplo, que queramos demostrar desinterés por una mujerpero que nuestro lenguaje corporal esté expresando lo opuesto. O, por el contrario, que deseemos mostrar interés en alguien y enviemos señales confusas mediante un lenguaje físico cerrado.

      Interpretar lo que siente otra persona

      Puede que una mujer no nos haya dicho nada, pero su lenguaje corporal haya sido positivo en relación con nosotros. Muchos indicadores de interés (IDIs) de las mujeres son no verbales: quien no los nota, desperdicia buenas oportunidades.

      También podemos actuar sobre el delivery de ella a nuestro favor. Por ejemplo: es casi imposible besar por primera vez a una mujer que está de brazos cruzados. Pero es posible que los haya cruzado inconscientemente porque tiene frío o por comodidad, aunque tenga ganas de besarnos. ¿Qué podemos hacer, entonces? Pedirle que nos sostenga algo es, por ejemplo, una buena manera de invitarla a relajar los brazos antes de besarla.

      Cargar nuestro cuerpo y mente de las emociones correctas

      En su libro How to make anyone fall in love with you7, Leil Lowndes nos relata un experimento muy interesante: un grupo de voluntarios miró un mismo cortometraje. A algunos se les pidió que sostuvieran un lápiz entre los dientes mientras lo hacían; de esa manera, vieron el film con una sonrisa forzada. Al otro grupo del público se le proyectó el mismo cortometraje mientras debía sostener un lápiz entre el labio y la nariz, con lo cual la expresión de sus rostros fue forzadamente adusta. El resultado fue que quienes vieron el cortometraje sonriendo lo encontraron significativamente más divertido que quienes permanecieron serios. Este experimento es un ejemplo de cómo

      la mente recibe emocionalmente las señales que el cuerpo le envía. Si sonreímos, la pasaremos mejor que si estamos serios. Si llegamos a una fiesta después de haber permanecido serios todo el día, lo más probable es que percibamos todo desde una óptica menos alegre. A veces, es necesario que nos forcemos a reír: nuestra mente toma nota de eso y libera endorfinas, que nos hacen sentir mejor.

      Los tres elementos del delivery

      • La expresión facial

      No hay razón para no pasarla bien en una situación social. La sonrisa lo es todo en el lenguaje gestual. Además, si queremos ser parte de un grupo y que sus integrantes deseen lo mismo respecto de nosotros, debemos aportar emociones positivas. Si ellos se están divirtiendo y nosotros llegamos con una expresión seria, lo más probable es que quieran expulsarnos elegantemente, porque les estaremos bajando la energía. La regla general es sonreír e integrarse a los grupos, siempre con un nivel de energía levemente más alto que el de ellos. Si el grupo está sentado hablando tranquilamente, no podemos entrar saltando y bailando porque chocaríamos con su estado anímico. En ese caso, bastará con una leve sonrisa y un hablar pausado. Si ellos están riendo, sacándose fotos o bailando, podremos interactuar más enérgicamente. En cualquier situación, siempre recibiremos mejor atención si sonreímos y nuestro rostro transmite alegría.

      • La mirada

      La mayor parte de los hombres intenta hacer contacto visual con las mujeres lindas y, cuando ellas le devuelven la mirada, dirigen la suya hacia otro lado. Aunque esto funcione en las películas, en la vida real lo mejor es hacer todo lo contrario. Procurar permanentemente establecer contacto visual transmite la impresión de que estamos aburridos y buscamos algo mejor para hacer. Si estamos con amigos, ¿por qué procuramos encontrar otra mirada en lugar de fijarla en ellos?

      La regla es que primero tenemos que pasarla bien nosotros y nuestros amigos y luego podremos proporcionar buenos momentos a otros grupos y mujeres.

      Si estamos disfrutando de un rato con alguien, miraremos a esa persona a los ojos. Si no lo hacemos, es porque no nos interesa lo que dice. Y si nos dedicamos a mirar a otros, es que lo que estamos haciendo en ese momento no nos divierte. Y nadie quiere hablar con alguien que está aburrido. No busquemos intencionadamente contacto visual con mujeres aún desconocidas: disfrutemos de la actividad presente. Cuando estemos con amigos, debemos hablar frente a


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