El juego de la seducción. Martín Rieznik

El juego de la seducción - Martín Rieznik


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de reproducción (VR) que, como su nombre indica, señala la capacidad del individuo para reproducirse y la calidad de su material genético. Dentro de cualquier comunidad, aquellos que posean un material genético apreciado y que al mismo tiempo sean fértiles tendrán un elevado valor de reproducción (VR).

      Si bien es complicado establecer parámetros universales de atracción, las características asociadas al VSR son prácticamente las mismas en todas las culturas y todas las épocas.

      Tomemos, por ejemplo, el caso del “90-60-90”, difundido actualmente como el ideal de belleza femenina en lo relativo a contornos corporales. Es sabido que, en épocas pasadas, las medidas consideradas perfectas eran muy diferentes. Pero la proporción, el ratio entre cintura y cadera siempre ha sido el mismo, ya que el mismo indica un alto valor de reproducción. Al ver a una mujer con esas proporciones, nuestros sentidos nos informan que probablemente sea muy fértil y tenga un buen canal de parto y, por eso, posee un alto valor de reproducción. En definitiva, podríamos decir que una mujer no nos atrae porque es linda, sino que nos resulta linda porque nos atrae su VR.

      Las tres Gracias, el cuadro de Rubens (1639), puede darnos algunas pistas acerca de los parámetros corporales ideales del siglo XVII. Hoy en día, ese tipo de mujer no parece acordar con nuestro gusto, ya que resulta lo percibimos demasiado voluminoso, alejado del 90-60-90. Sin embargo, si observamos con detenimiento la relación entre su cintura y su cadera, veremos que es la misma que los hombres prefieren actualmente.>4 En el presente, las mujeres más delgadas suelen parecernos más atractivas, pero la proporción cintura-cadera sigue siendo la misma que en 1639, cuando Rubens pintó sus tres Gracias. Y eso vale tanto aquí como en una tribu del Amazonas. Es decir, tienden a resultar más atrayentes las mujeres con alto valor de reproducción.

      Si bien el VSR es un parámetro de atracción, por supuesto hay excepciones y diferentes gustos. No sostenemos que la atracción entre un hombre y una mujer pueda explicarse de modo monocausal. Sin embargo, el VSR tiende a ser la vara con la que evaluamos a las demás personas y nos permite comprender cómo se genera la atracción, más allá de las excepciones que confirman la regla.

      Sexo y reproducción

      Aunque el sexo hace tiempo que ha dejado de estar ligado a la reproducción para la mayoría de nosotros, la realidad es que nuestro cerebro está amoldado a una situación primitiva. La anticoncepción es un fenómeno muy reciente en la historia de la humanidad. Instintivamente, seguimos relacionando el sexo con la reproducción y, aunque conscientemente sepamos que solo deseamos tener una noche de sexo salvaje, nuestra carga genética, nuestras emociones y nuestro inconsciente siempre evaluarán a nuestro compañero sexual en términos de VSR.

      No es una cuestión menor la reproducción y mucho menos aún lo es para la mujer. Elegir al compañero sexual no siempre fue un acto recreativo. Salvo el último siglo, a lo largo de los doscientos mil años que el ser humano lleva sobre la Tierra, la mayor causa de mortalidad femenina ha sido el embarazo y parto. Durante siglos y siglos, elegir al hombre indicado constituyó una cuestión de vida o muerte para la mujer. Es esperable que el género que más arriesga en la reproducción busque en mayor medida valores de supervivencia en sus compañeros sexuales. Si existe la posibilidad de que el sexo la lleve a estar embarazada durante nueve meses y a cuidar a un niño constantemente por un lapso igual o mayor que ese, es lógico que a la mujer no le interese tanto la belleza de su compañero como la confianza en que él pueda garantizar la supervivencia, si es que ella queda embarazada. Por muy lindo que sea un hombre, por mucho Valor de Reproducción que posea, la mujer instintivamente buscará Valores de Supervivencia. Unos minutos de placer con un “lindo” no compensarían un embarazo, parto y crianza con un “lindo” padre ausente. En el momento de elegir compañero sexual, el VS siempre fue mucho más importante para las mujeres que el VR.

      Entendamos cómo se produjo evolutivamente este fenómeno: las mujeres que se sintieron atraídas por compañeros que no les garantizaron la supervivencia (por bajo VS) y se reprodujeron con ellos, probablemente no hayan dejado descendencia, pues ellas y sus crías deben haber perecido en el intento. En términos de selección natural, fueron más aptas (y, por lo tanto, dejaron más descendencia) las mujeres más selectivas, que detectaron mejor los altos VS en los hombres.

      Podemos suponer que las mujeres de hoy en día descienden de aquellas que supieron seleccionar a esos hombres con alto VS, y su cerebro se moldeó para eso en el transcurso de los siglos. Del lado masculino, la selección natural parecería actuar de modo inverso. ¿Qué hombres lograron perpetuar su descendencia? Veremos a continuación cómo la promiscuidad y la búsqueda de altos valores de reproducción (mujeres jóvenes y fértiles) siempre constituyeron ventajas evolutivas en el hombre.

      Toda la humanidad en una isla

      Mario Luna, escritor y coach español, propone que imaginemos un caso extremo, en el que la población humana se redujera a una isla habitada por un solo hombre y cien mujeres. En una situación ideal, en un año él podría tener cien hijos o más, y esta sería probablemente una buena forma de garantizar la continuidad de su linaje y la especie. O, quizá, podría elegir solo a algunas de esas cien mujeres. ¿A cuáles? Quizá la mejor estrategia fuera seleccionar a las más fértiles, las que tuviesen mejor genética y procrear con ellas una cantidad razonable de hijos. ¿Podría ese hombre elegir a una sola mujer? Claro que sí, pero estaría arriesgando la continuidad de la especie si, por ejemplo, ella resultara no ser fértil o muriese en el intento de reproducirse.

      En definitiva, podríamos decir que si se apareara con varias mujeres jóvenes, fértiles y sanas (de alto VR, valor de reproducción), él tendría mayores probabilidades de perpetuar sus genes.

      Pensemos ahora, como propone Mario Luna, el escenario opuesto: imaginemos a una mujer sola en una isla con cien hombres. Ella podría tener, en condiciones favorables, un solo hijo por año (o, con muchísima suerte, dos o tres). Teniendo en cuenta esa circunstancia, ¿a qué hombre elegiría ella para procrear?

      En tanto en la otra isla el hombre podía elegir de una sola mirada a varias mujeres con las que tendría buenas chances de reproducirse, esta mujer sin duda deberá seleccionar con mucho más cuidado. Y lo más conveniente sería elegir al hombre con mayor valor de supervivencia, para tener más probabilidades de perpetuar sus genes. Esto, como bien señala Helen Fisher en Anatomía del amor 5, no significa que la estrategia reproductiva de la mujer consista en elegir a un solo hombre. Por el contrario, parece ser mejor que elija al menos tres o cuatro que le garanticen la supervivencia y que incluso tenga capacidad de recambio, en caso de que uno de ellos muera o deje de aportarle su VS. Lo interesante es que esos tres o cuatro hombres serán seleccionados principalmente por su valor de supervivencia (VS) y no por el reproductivo (VR), ya que solo uno por vez podrá reproducirse con ella.

      Ahora podemos comprender un poco mejor la diferencia entre los factores que la mujer pondera en la búsqueda de un compañero sexual y los que predominan en la elección masculina. La selección natural determinó que los hombres busquen principalmente altos valores de reproducción: mujeres con buena genética, fértiles, sanas, jóvenes, que le garanticen una buena progenie. Los hombres nos sentimos atraídos por este tipo de mujer; es un factor decisivo en nuestras elecciones y, al estar presente en nuestros genes, actúa con una intensidad que usualmente no percibimos de forma consciente.

      En las mujeres, la selección natural ha operado de modo inverso: en los hombres, ellas buscan un alto índice de valores de supervivencia y, en un porcentaje mucho menor, ciertos valores de reproducción. Si el hombre transmite un alto VS, la mujer se sentirá atraída. En cambio, la belleza y la juventud ocupan un segundo lugar. Tal como sucede con los hombres, este comportamiento ha sido heredado, transmitido a lo largo de generaciones y posiblemente haya sido incorporado en un plano más inconsciente.

      Expresado en términos de porcentajes, podríamos decir que el hombre busca valores de reproducción (mujeres bonitas) en un 80 % y valores de supervivencia en un 20 %. En las mujeres, es al revés: ellas buscan principalmente hombres con un alto valor de supervivencia.

      La selección sexual, hoy

      La reproducción es un proceso biológico y no parece muy complicado entender en qué consiste un VR


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