El juego de la seducción. Martín Rieznik
«El viernes Mike me escribe por Whatsapp que fue a bailar y se retiró del lugar acompañado por una mujer; le pido que me cuente cómo ocurrió:
–No tengo mucho que contar... Nos besamos, salimos de ahí y fuimos caminando hasta mi casa.
“¡Qué fácil!” pensé. Esa misma noche me organicé con un amigo para ir a una discoteca en donde tocaba un DJ amigo. Allí charlé con gente y terminé en una conversación casual con una flaca que también resultó ser conocida del DJ. Morocha, alta, ojos grandes y verdes. De repente eran ya las 4:30 AM; ambos estábamos hablando y riéndonos de pavadas hacía más de diez minutos, cuando simplemente le dije “¿Vamos?”. “¡Dale!” me respondió, y salimos sin siquiera habernos besado. Nos besamos después de caminar unos metros, estando ya en la calle. A casa y a la cama. Al día siguiente, con Mike, el diálogo fue el mismo, pero con los protagonistas cambiados.
–No tengo mucho que contar. Salimos de ahí, nos besamos y fuimos caminando hasta mi casa.
Entonces ¿no sirve de nada aprender seducción? Pero. ¿por qué estas cosas nunca me pasaban antes? La clave, pienso, es el estilo de vida. ¡La estrategia de seducción ahora soy yo mismo! Soy, digamos, un emprendedor exitoso, joven, que se viste bien; tengo sentido del humor y buenos amigos. Soy divertido y me gusta divertir a los demás. Siempre lo fui, pero quizá antes no lo creía o no me daba cuenta de cuán atractivo resulta eso para las mujeres. Ahora considero que, en realidad, si esto está a la vista y no cometemos errores tontos, está todo hecho. ¿Qué más precisan ellas? ¡Nada! Y por si esto fuera poco, ahora sé de seducción: eso me ayuda y mucho.
Me sirvió para posicionarme como premio en la charla. Me fue útil cuando se acercó un hombre a interrumpir y sutilmente evité que se convirtiera en competencia. Me ayudó para darme cuenta, al salir, cuando ella se encontró a una amiga, que lo mejor era ponerme a hablar por teléfono y no me quedarme sin nada que hacer esperándola. Me sirvió para besarla sin titubeos. Y, por sobre todo, me vino muy bien para saber medir sus indicadores de interés y reconocer el momento en que debía decir “vamos” para que terminásemos juntos en mi casa.
Sin estos años de aprendizaje, seguramente hubiese ido demasiado rápido o me hubiera retrasado en besarla. Probablemente, el hombre que se acercó me hubiese opacado fácilmente, o tal vez yo hubiera actuado como un necesitado en la puerta, cuando ella encontró a su amiga, o la hubiese besado torpemente. Y si la flaca no se hubiera ido antes, a pesar de tanta torpeza y falta de conocimiento, hubiera tardado tanto en decirle “vamos” que probablemente ella ya ni siquiera estaría allí. Y me habría perdido una inolvidable noche de placer, sexo y diversión.
Ahora mismo escribo este FR en la laptop desde el bar que está frente a mi casa. Ella aún duerme, le dije que bajaba a comprar el desayuno. Ahora planeo subir y despertarla con otra dosis de vida Aven.»
Capítulo 2
Las reglas del juego
Aquella autopista al sexo sin límites
He fallado más de nueve mil tiros en mi carrera. He perdido casi trescientos juegos. Veintiséis veces han confiado en mí para realizar el tiro que ganaba el partido y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y es por eso que he triunfado.
Michael Jordan
Jugar es aprender una habilidad. Jugando crecemos y aprendemos a caminar, a hablar e incluso a socializar. Así es como construimos gran parte de nuestra experiencia en los primeros años de vida. Este proceso de aprendizaje lúdico comienza a perder importancia y efectividad cuando (tanto en la educación formal con en la no formal) se nos inculca que lo importante es el resultado, que lo único realmente significativo es ganar. La realidad es otra. El concepto de ganar lleva consigo el de perder; la única forma de capitalizar la derrota es lograr aprender de ella: eso nos acerca un paso más a la victoria.
Así es que, mientras juega, el jugador de fútbol se entrena para obtener la habilidad suficiente y dirigir el tiro siguiente con mayor elegancia y en una dirección más acertada que en las anteriores oportunidades. ¿Cuántas veces puede equivocarse un hombre? No hay siquiera una vez que sea igual a la precedente.
Una analogía con el videojuego
Pertenecemos a la generación del videogame, que conoce perfectamente este concepto. Crecimos rodeados de la posibilidad de aumentar skills (habilidades) en base a la repetición de patrones, y recibir el correspondiente premio a medida que superamos distintos niveles. A diferencia del modo en que se opera comúnmente en el terreno social, en el videojuego no se descarta totalmente al perdedor, sino que se le da la posibilidad infinita de recomenzar hasta convertirse en un gran jugador, un maestro del juego. Solo la falta de persistencia en este objetivo puede amenazar la consecución de su logro. El game over es siempre una posibilidad de empezar nuevamente y eso es lo que hacemos, mientras el juego aún nos parezca divertido.
Nosotros jugamos el juego de la seducción
Hay variables que hacen de la seducción una experiencia lúdica y gozosa, como es cualquier juego. Siempre que jugamos lo hacemos por placer; nunca se toma el mando de una consola con la intención de pasar un mal rato. Incluso si la inexperiencia en un juego determinado nos llevara a desarrollarlo mal, a perder o a dar con obstáculos muy difíciles de superar, jamás pensaríamos en buscar una ventana para arrojarnos al vacío. Sabemos que se trata de un videogame y que podemos recomenzarlo tantas veces como queramos. Lo mismo sucede en cualquier lugar en el que estemos (una discoteca, por ejemplo): nos ofrece enormes posibilidades de desarrollar la habilidad, de jugar y, en particular, de disfrutar de todo el proceso de aprendizaje.
Si somos nuevos en la práctica, nos acercamos a una mujer, intentamos nuestro primer opener y este no funciona, en lugar de pensar en saltar por la primera ventana disponible, recordaremos que se trata tan solo de un juego. A partir de ese momento, analizaremos cuáles pueden haber sido los motivos del rechazo en ese primer intento (a lo largo de los capítulos que siguen identificaremos varias causas probables y también sugeriremos alternativas de acción). Como hacemos en el caso de los videojuegos, en lugar de perder tiempo lamentándonos, inmediatamente pulsaremos restart para recomenzar la partida y volver a poner a prueba nuestra habilidad, solo que esta vez lo intentaremos con otra mujer y mejorando nuestro acercamiento sobre la base de lo aprendido en la interacción previa.
Tal vez sea difícil de percibir en ese instante, pero en esta segunda oportunidad habremos desarrollado nuestras habilidades en base al análisis y la experiencia y, de ese modo, dispondremos de una gran cantidad de información y de recursos relevantes que nos permitirán superar con eficacia el siguiente desafío.
Con esa misma lógica funcionan también los videogames. Para poner un ejemplo típico, recordemos el archiconocido Super Mario Bros3: una vez terminada la primera pantalla, nos topábamos con el primer monstruo con su disfraz de Rey Koopa; solo al superarlo podíamos acceder al siguiente nivel. ¿Cuál era el desenlace más frecuente en los primeros intentos? Más allá de la excelencia con que hubiéramos atravesado los desafíos previos, ese último obstáculo nos sorprendía sin los recursos necesarios para superarlo y, en consecuencia, perdíamos.
Después de acceder varias veces a esta última pantalla, el recuerdo de los movimientos del enemigo y nuestro perfeccionamiento en el uso del personaje animado nos permitían pasar de nivel sin mayores dificultades y enfrentar nuevos obstáculos en el siguiente, donde probablemente volvía a suceder lo mismo. A lo largo de todo el juego se repetiría la dinámica de jugar hasta toparnos con una dificultad en principio infranqueable, que nos obligaba a perfeccionar nuestras habilidades. Ese es el funcionamiento de prácticamente todos los videojuegos y de gran parte de los juegos analógicos en los que siempre intervenimos (tanto un partido de fútbol como una partida de ajedrez).
La habilidad hace al jugador
Al poner el foco en el desarrollo de la experiencia y la habilidad, perderán importancia los pequeños desafíos del comienzo y los posibles errores que cometamos. Así podremos concentrarnos en aprender este arte hasta llevarlo a la perfección. Para eso, en un principio,