Amarillo. Blanca Alexander
mi señora… En la entrada se encuentra el señor Román Busti esperando por usted, luce angustiado.
Diora asintió con la cabeza antes de ponerse de pie.
—Está bien, iré de inmediato.
Marcus esperó a que la criada se alejara antes de hablar.
—¿El padre de Henry? Por cierto, no recuerdo haber visto a Henry hoy en el colegio.
—Es extraño que esté aquí, hijo. Iré a recibirlo.
—Esta conversación no ha terminado, madre.
—¿Crees que no lo sé? Y no me hables así, recuerda que soy tu madre.
—Saldré a cabalgar y estaré de regreso para la cena.
—No hables sobre esto con nadie.
Marcus dibujó un amago de sonrisa.
—No lo haré, nadie me creería.
***
La pintura de un sistema solar compuesto por seis planetas, la Luna y el Sol adornaba una de las paredes azules del cuarto de Sebastián; un mueble grande de madera, repleto de libros y algunas fotografías, formaba parte del mobiliario.
El muchacho estaba acostado boca arriba sobre la cama, vestía su traje de equitación, pues algunas horas más tarde practicaría. Mientras miraba el techo, su mente no paraba de pensar: “Si la magia es real… entonces no sería una locura pensar que existe vida en otros planetas. —Observó su mochila—. ¿Por qué solo yo puedo ver lo que aparece en ese pergamino? ¿Quién lo escondió? ¿Por qué quiere comunicarse conmigo?”. Extrajo con avidez la hoja para desdoblarla con lentitud, y vio el mismo plano del Palacio del Reloj y la habitación subterránea, aunque sin mensaje alguno. De pronto, se aclaró la garganta para decir en voz baja:
—¿Quién eres?
Las letras danzaron sobre la hoja:
Soy quien te guiará, debes ir al Palacio del Reloj. No temas.
Tragó saliva, incapaz de creer en lo que ocurría.
—¿Por qué debo confiar en ti?
Tu mundo perecerá si no lo haces, debes ser fuerte y valiente para salvarlo… Mi presencia será constante cuando estés en el Palacio del Reloj.
—¿Qué? ¡Espera, no te vayas! Espera… ¿Estás allí?
No recibió respuesta. Decepcionado, guardó el pergamino en su mochila otra vez y salió de la habitación para bajar a merendar, aunque su mente no dejaba de formular preguntas: “¿Por qué encontré ese mensaje? ¿Por qué permití que Dan me convenciera de seguirlo? ¿Por qué yo?”. Dejó de rezongar al llegar al pie de la escalera, pues vio que su madre se despedía de Román Busti. El hombre lucía atribulado, así que ella lo abrazó antes de que se fuera.
—¡Madre! Ese señor es el hermano del yerno del presidente, Román Busti, ¿verdad?
Diora asintió con la cabeza.
—¿Qué quería? Se ve muy mal.
La mujer respiró profundo.
—Su esposa e hijo están desaparecidos desde ayer. Algunos hombres de seguridad del presidente los buscan, pero dice que no es suficiente y se puede hacer más. Vino a pedirle ayuda a tu padre para que refuerce la búsqueda, así que ahora se dirige hacia la alcazaba central para entrevistarse con él… Me preguntó por qué no salió la noticia en la prensa, pero no supe qué decirle; la verdad es que lo ignoro.
—Acude a mi padre porque es la única persona, además del presidente, con la autoridad para dar esa orden… Eso quiere decir que Aurelio Buenas Casas se ha negado a darla, es decir, que quiere evitar cualquier escándalo antes del baile de independencia. No sería conveniente que los representantes del reino, que se encuentran en este momento en la ciudad, se vayan con una mala impresión de nuestro sistema de seguridad ni que se sientan vulnerables en nuestro territorio. Hay muchos intereses de por medio. No veremos esa noticia en la prensa mientras estén en la ciudad.
Diora se acercó a él, sorprendida por su capacidad de deducción, y lo abrazó con gesto triste.
—No te preocupes, madre, no diré eso frente a un adulto. —Sebastián presionó un lado de su rostro contra el pecho de Diora—. Sé que en este mundo en que vivimos no es prudente decir lo que pienso, no se admiten cuestionamientos.
—Te contaré un secreto.
Sebastián se separó levemente de su madre y la miró expectante, todavía rodeaba su cintura con los brazos.
—¿Cuál?
—Las personas con tu valentía, inteligencia y corazón tienen el poder para cambiar al mundo, aunque me aterra decírtelo. No pongas en menos lo que eres o sabes solo porque la mayoría no está de acuerdo, guárdalo y úsalo cuando sea el momento. —Sus ojos se pusieron vidriosos.
Sebastián estrechó a su madre con más fuerza. Salvar al mundo, cambiar al mundo, ser fuerte o sabio, confiar… palabras y expresiones que provenían de fuentes diferentes, pero que se complementaban y convencían al muchacho de acudir al Palacio del Reloj.
***
Marcus lanzaba piedras hacia un pequeño lago en medio del bosque. Cerca de allí, su familia tenía una cabaña. Su caballo marrón con crines negras aguardaba atado a un árbol, mientras él arrojaba las piedras cada vez más lejos. Deseaba regresar algunas horas atrás, cuando su mayor preocupación era que estaba enamorado de una novicia por orden, una jovencita escogida directamente por el máximo representante de la iglesia de Nirvenia, el Abba, para que consagrara su vida al servicio de Dios, al cual llamaban el Santo. La renuncia no era una opción para ella o sus compañeras de orden, la única forma de liberarse de la obligación era a través de un mandato del Abba, quien también decidía la forma de castigo que se aplicaba a las desertoras.
Liliana Reiss era el nombre de la muchacha que ocupaba el corazón del joven más codiciado de Zuneve. Se habían conocido hacía cuatro meses, mientras Marcus cazaba con Cruz y Marky durante una tarde de brillante sol. Portaban rifles de un solo tiro y trajes de caza que cubrían sus cuerpos, a excepción del rostro. En cierto momento, decidieron separarse para aumentar las posibilidades de encontrar el ciervo que se había escapado varias veces.
Marcus subió una pequeña colina con el arma en posición de ataque, un grupo de pájaros amarillos se elevó del suelo al sentir su presencia. Los miró alejarse y, de repente, escuchó que alguien lloraba, así que siguió el sonido, pues sin duda provenía de una mujer. Sentada en el suelo entre los árboles vio a una chica de abundante cabello castaño rizado. Profusas lágrimas brotaban de sus grandes ojos marrones, llevaba un largo y sencillo vestido rosa pálido de mangas cortas. Marcus se acercó y descubrió un pájaro amarillo muerto junto a ella.
—¿Lloras por el ave?
La joven secó sus lágrimas y se puso de pie con un salto.
—¿Quién eres?
—Mi nombre es Marcus, mi familia tiene una cabaña muy cerca de aquí y a veces vengo a cazar con mis amigos.
—Siento estar en tu territorio, es solo que…
La miró con una sonrisa en sus labios.
—Puedes pasear por aquí las veces que quieras.
—Gracias.
La chica tenía una voz dulce, Marcus no dejaba de observarla con ternura.
—Y para responder a tu primera pregunta, no, no lloro por el pájaro, sino porque mi vida se ha arruinado. —La irritación que demostraba no restaba delicadeza a sus gestos.
—Puedo