Frente al dolor. Roberto Badenas

Frente al dolor - Roberto Badenas


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En general las personas que se quedan estancadas en este tipo de problemas necesitan mucha comprensión y ayuda profesional para superarlos.

      1 . La Organización Mundial de la Salud (OMS) en su Constitución de 1946 define la salud como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de afecciones y enfermedades». Véase el comentario de Eduardo Punset, El viaje a la felicidad, Barcelona: Destino, 2005, p. 109.

      2 . Citado por Reinaldo Bustos, “Antropología del dolor”, en Diccionario latinoamericano de bioética (ed. Juan Carlos Tealdi), Bogotá: Unesco/Universidad de Colombia, 2008, p. 60.

      3 . Lucilda Selli, “Cuidados ante el dolor y el sufrimiento”, ibíd., p. 62.

      4 . Miguel Kottow, “Bienestar, dolor y sufrimiento”, ibíd., p. 59.

      5 . Cicely Saunders inició en 1967 un movimiento revolucionario en favor del cuidado de los moribundos, en el Hospice St. Christopher, ubicado en una barriada de Londres. Hoy el movimiento ha cambiado el trato a los enfermos terminales en cientos de hospitales de todo el mundo, basándose en el principio del cuidado integral, atendiendo a las necesidades físicas, sociales, emocionales y espirituales del paciente. Su lema es: “Importas porque eres tú, e importas hasta el último momento de tu vida” (ver www.muertedigna.org/textos/euta285.htm) Consultado en febrero 2021.

      6 . Lucilda Setti, “Cuidados ante el dolor y el sufrimiento”, en Diccionario latinoamericano..., op. cit., p. 62.

      7 . Cf. W. J. Roberts, “A hypothesis on the physiological basis for pain”, Pain, nº 24 (1986), p. 297-311.

      8 . La chirurgie de la douleur, París: Masson, 1940, p. 39-40.

      9 . Citado por Aquilino Polaino-Lorente, “Más allá del sufrimiento”, Atlántida, nº 15, julio-septiembre 1993, p. 301.

      10 . «El dolor es personal, más privado que el pensamiento (tú puedes compartir el pensamiento pero no tu dolor), y por eso jamás ni uno solo de los miles de millones de habitantes de este mundo de enfermedad y muerte sufrió más de lo que cada uno, individualmente, podía» (T. S. Eliot, “El entierro de los muertos”, traducción de José Luis Justes Amador, http://poemaseningles.blogspot.com/2005/12/ts-eliot-burial-of-dead.html).

      11 . Clifford Goldstein, Vida sin límites, Madrid: Safeliz, 2007, p. 106-107.

      12 . Hay muchas enfermedades con alto porcentaje de enfermos con dolor crónico. Entre ellas destacan, además de diversas formas de cáncer, las diversas patologías osteoarticulares. El ácido acetilsalicílico, los compuestos de paracetamol, los antiinflamatorios y los opiáceos (morfina y otros estupefacientes) siguen siendo los remedios más efectivos y frecuentes.

      13 . Frase atribuida a Herbert George Wells (más conocido como H. G. Wells, 1866-1946), autor de La guerra de los mundos.

      14 . David Le Breton, L’adieu au corps, París: Métailie, 1999.

      15 . Reinaldo Bustos, “Antropología del dolor”, en Diccionario latinoamericano..., op. cit., p. 60.

      16 . Inmaculada De la Fuente, “Conjurar la tristeza con píldoras”, El País, 6.4.10, p. 28-29.

      17 . ¡A no ser que lo que quiera es liberarse cuanto antes del diente para obtener una recompensa de parte de sus familiares! (Cf. Sylvie Galland y Jacques Salomé, Les mémoires de l’oubli, Ginebra: Jouvence, 1989).

      18 . ¡Y no decimos nada del “enfermo tirano”, que no pide nada, pero no cesa de presumir de ello!

      19 . S. Galland, “L’attachement à la souffrance”, Optima, nº 217, febrero 1992, p. 27-28.

      2

      Necesitamos expresar nuestras penas

      «Dad palabras al dolor».

      –No encuentro palabras para expresar el dolor que siento…

      Así empiezan muchos de los mensajes de pésame que recibimos o enviamos. Ante el dolor, ya se trate de la pérdida inesperada de un bebé en gestación, o de cualquier otra desgracia, aunque fuera previsible, parece que nos quedamos sin palabras. No es fácil expresar lo que sentimos cuando nos enteramos de que a un amigo le han detectado un cáncer. O cuando un accidente estúpido deja mutilado a un joven vecino, o un conocido ha sido víctima de un atentado… Una necesidad imperiosa nos empuja a manifestar nuestros sentimientos de pena, en esa mezcla tan difícil de formular en la que nuestras emociones se confunden con los sentimientos de rabia o impotencia.

      Si asumirlo no es fácil, aún parece más difícil callar el dolor. Se diría que tenemos una necesidad básica de expresarlo, aunque no sepamos hacerlo. Desde que llega al mundo, las primeras manifestaciones del recién nacido son gritos de protesta, de ruptura, de miedo, quizá. El que sufre, no importa su edad o situación cultural, tiende a decirlo, a quejarse o a llorar su dolor.

      Contar sus penas o escribirlas para sentirse escuchado, hablar de sus enfermedades u operaciones, forma parte de una verdadera terapia. ¿Quién no ha reparado alguna vez en las expresiones de satisfacción o alivio que reflejan ciertas señoras mayores contándoles a otras sus operaciones, partos o enfermedades?

      Sin embargo a muchos de nosotros nos han formado en el rechazo de los mejores cauces para evacuar el dolor. No nos han sabido decir a tiempo que las meras lágrimas son un innegable alivio. Y así son innumerables los que van por la vida sin atreverse siquiera a revelar sus penas a quien deberían hacerlo. Por su talante, por la educación recibida, creen que exponer a otros sus problemas es una debilidad. O, a causa de la naturaleza de sus dolencias, les da vergüenza revelarlas. Ignoran que compartir lo que se siente con alguien de confianza suele ayudar a ver más claro y a descargar la angustia. Sobre todo si se trata de un profesional, capaz de aportarnos soluciones para nuestra situación.

      Atreverse a llorar

      Cuando las emociones nos embargan, a veces no podemos reprimir las lágrimas. Aunque la tradición nos recuerda en muchas partes que “los chicos no lloran” –como cantaba Miguel Bosé–, todos los seres humanos, incluidos los varones, sentimos en algún momento


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