El Pastor hacedor de discípulos. Bill Hull
es lo que más obsesiona al hacedor de discípulos, debido a que el final puede ser medido.
Hacer discípulos se caracteriza por ser un ministerio intencionado, medible y claramente comunicado. Los beneficios sólo se tienen cuando el ministerio ha alcanzado la madurez, después de un período mínimo de cinco años. Los estudios revelan que los años más productivos del pastorado están entre los cuatro y los siete años, pero hacer discípulos toma más tiempo; los resultados son lentos y su validez requiere un trabajo a largo plazo.
Ir y hacer discípulos enfrenta muchas fuerzas que batallan en su contra. En teoría, hacer discípulos es algo popular debido a que promete un producto de calidad que honra a Dios. Sin embargo, en la práctica, esto requiere el tiempo, la dedicación y la paciencia que la mayoría de los pastores encuentran bastante difícil. Consideraré los conflictos que surgirán al poner en el corazón de la iglesia la tarea de hacer discípulos y hablaré de por qué el pastor hacedor de discípulos tiene que estar totalmente entregado a su trabajo. Ser un pastor hacedor de discípulos es el trabajo más difícil en la iglesia.
La Iglesia Liberal
“La teología liberal empezó en los seminarios y se abrió paso entre el liderazgo denominacional, luego entre los pastores y finalmente llegó a la membresía de la iglesia.”
La iglesia liberal es un producto de la teología liberal. Primero vino el rompimiento de la verdad absoluta basada en las Escrituras, quedando una base racional y humanista. La naturaleza pluralista de esta base fluctuante redefinió el evangelio como una agenda social. Este se dedicó a resolver las causas sistemáticas de la pobreza, el hambre, el racismo y así sucesivamente.
Oponiéndose abiertamente ante la clara evidencia, el liberalismo hoy continúa insistiendo en que la naturaleza del hombre es básicamente buena y que un mejor ambiente y desarrollo nos llevará a una mejor calidad de vida. El sentido común nos dice claramente que esto es totalmente falso.
La iglesia liberal quiso cambiar al mundo con la falacia de que la clave era enfocarse directamente en los temas sociales, sumergiéndose precipitadamente en la carrera armamentista, los derechos civiles y la lucha contra la pobreza y el hambre en el mundo. Aunque las necesidades eran reales y los temas válidos, ellos lo abordaron en forma equivocada, priorizando la labor externa de la iglesia sobre la agenda básica y escritural al interior de la iglesia.
En 1966, el Consejo Mundial de Iglesias adoptó como lema, “Deje que la iglesia sea la iglesia.” ¿Qué significaba este buen lema? Significaba que el consejo cambió su lema de 1986: “El mundo establece la agenda de la iglesia.” Este terrible lema representa el deterioro y el ocaso de la iglesia liberal.
La verdad es que entre más trate la iglesia de cambiar al mundo, los cambios mundiales cambian a la iglesia que ha escapado de la iglesia liberal. La iglesia es para que esté en el mundo, no para ser del mundo. La iglesia es como un bote: está hecho para estar en el agua y no el agua dentro de él. La iglesia liberal tomó demasiada agua y cuando se dieron cuenta, se estaban hundiendo y no tuvieron suficientes manos y baldes para salir del apuro.
Aprendamos de los errores de la iglesia liberal. La iglesia influencia mejor al mundo siendo la iglesia. Richard Neuhaus agrega el ingrediente necesario ignorado por los liberales: “La clave para el compromiso de la iglesia con el mundo es el compromiso de la iglesia con Dios.” El compromiso con Dios es todo lo que necesita la iglesia. La razón por la cual la iglesia no ha cambiado al mundo no es sólo debido a la guerra con el mundo, la carne y el demonio. La culpa recae sobre los buenos hombres también, pues la iglesia evangélica ha fallado en obtener un producto saludable. Mientras que la iglesia liberal ha dejado por fuera los mandatos bíblicos de hacer discípulos y evangelizar al mundo, los evangélicos han desobedecido los mandatos por negligencia, exceso de trabajo en las iglesias y la práctica de un “cristianismo barato,” prometiendo bastante y requiriendo poco.
Hacer discípulos en las iglesias liberales presenta algunos problemas especiales que no existen en las iglesias evangélicas. En estas últimas, el tema no es si la evangelización, el estudio bíblico y la misión para el mundo tienen que ser llevadas a cabo, sino qué métodos deberían ser usados para ello. La iglesia liberal batalla sobre si estas cosas deben hacerse. El pastor hacedor de discípulos que se encuentre sirviendo en una iglesia liberal, libra batallas tanto teológicas como metodológicas.
El costo en la iglesia liberal es extremadamente alto. Para una institución religiosa que ha abandonado su razón de existir, es muy difícil obedecer la Gran Comisión. Cualquier persona que se aventure en ello, debe calcular el costo cuidadosamente y seguir bajo su propio riesgo.
Concepciones Equivocadas Acerca del Discipulado
El término discipulado se ha convertido en un término evangélico de última moda. Muchos piensan acerca del discipulado como si les tocara volverse serios acerca de Cristo, pero muchos lo resisten porque entienden lo que realmente significa volverse serios. Ellos piensan en llevar una vida muy limitada a la memorización de las Escrituras, en medios días en oración, en estudios analíticos de la Biblia, en la evangelización puerta a puerta y en el abandono de los placeres de la vida, diciendo que tal estilo de vida está bien para el ministerio paraeclesial, pero no para el miembro ordinario de la iglesia.
Para corregir esta concepción equivocada, presento el perfil que la Escritura da acerca de lo que es ser un discípulo (ver Capítulo 3), el cual muestra una vida positiva y llena de creatividad. Ese perfil del discípulo comunica claramente que el cristiano debe tener ciertas bases. Una vez que estas bases se encuentren en su sitio, los dones espirituales, las circunstancias de la vida y otras particularidades referentes al discípulo empiezan a actuar. La clara afirmación de que Dios desea que cada cristiano sea un discípulo es esencial para vencer este obstáculo. Esta afirmación, junto con un perfil claro de lo que es ser un discípulo, es lo que haría falta.
Otro concepto equivocado, el cual será plenamente tratado más adelante, es que el discipulado es sólo una clase de entrenamiento, un programa de la iglesia o sólo para los jóvenes e inquietos. Ellos dicen: “Si usted quiere ser pastor, misionero o servir tiempo completo, entonces el discipulado es para usted”. Cada pastor hacedor de discípulos encuentra estos puntos de vista sostenidos por mucho tiempo como aberrantes.
Liderazgo Débil No Profesional
Aun cuando hay muchas excepciones y esperando que usted pueda decir con plena seguridad que el liderazgo de su iglesia es fuerte, en general, la iglesia evangélica se encuentra lisiada en su liderazgo. La iglesia local se debilita ante la ausencia de un buen liderazgo laico, de creyentes ordinarios que lleven fruto, de líderes que son discípulos y hacedores de discípulos, y de hombres y mujeres que sean ejemplo y se reproduzcan a sí mismos como cultivadores ansiosos dentro de sus propias esferas de influencia.
En este punto, un pastor enfrenta el obstáculo de tratar de trabajar con personas no calificadas que tienen posiciones de liderazgo. En muchos casos, líderes que no caminan con Dios aconsejan a los pastores cómo invertir su tiempo y hacer su trabajo. Esta clase de laicos no oran, no meditan ni estudian o memorizan las Escrituras. Muchos de ellos nunca han llevado a una persona a Cristo. Es un enigma cómo alguien podría liderar una organización que se propone salvar al mundo y nunca haber llevado a una persona a Cristo. Esta clase de duplicidad no existe ni siquiera en los negocios. Además, tales líderes no poseen un concepto ni experiencia en entrenamiento, reproducción y multiplicación. La posibilidad de que esta patología domine a la iglesia local es trágica. El hecho de que hombres no piadosos den órdenes a hombres piadosos es uno de los grandes pecados de la Iglesia.
El pastor hacedor de discípulos está dedicado a establecer hacedores de discípulos en el mismo corazón de la iglesia. Esto requiere tres cosas:
1 Declararlo desde el púlpito y colocarlo de primero en la lista de las cosas que Dios quiere que se hagan.
2 Publicarlo en la literatura de la iglesia y establecer metas que puedan medirse y que sirvan de evaluación de la salud de la iglesia.
3 Que el liderazgo dé el ejemplo en hacer discípulos. Esto significa enseñar y exigir a los líderes que sean discípulos hacedores de discípulos.