Corrientes de psicología contemporánea. Martín Echavarría

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las mismas, un poder secreto, al que obedecen todas las casualidades del sueño, incluidas estas circunstancias, que lo dirige y dispone todo en relación a nosotros, única y exclusivamente. Pero lo más extraño es que, en definitiva, este poder no puede ser sino nuestra propia voluntad, si bien situada en una perspectiva que no es abarcada por nuestra conciencia onírica; a ello se debe que los episodios del sueño repudien con tanta frecuencia nuestros deseos y nos asombren, disgusten, sobresalten o hasta nos produzcan una terrible ansiedad, sin que aquel destino subrepticiamente guiado por nosotros mismos venga a socorrernos”; ibídem 38-39 [240]: “El resultado principal del conjunto de mi filosofía [es] [...] que Eso, que representa y sostiene al fenómeno, es esa voluntad que también vive y ambiciona en cada individuo [...], pero que, al interpretar el papel del destino, actúa desde una región situada muy por encima de nuestra representativa consciencia individual, suministrando a ésta los motivos que dirigen la voluntad individual empíricamente reconocible, la cual ha de luchar a menudo enérgicamente con aquella voluntad nuestra que protagoniza el papel del destino, es decir, con nuestro genio conductor, con nuestro ‘espíritu, que mora fuera de nosotros y tiene su sede por encima de las estrellas’”.

      11 Para un estudio de todas estas influencias, cf. P.-L. Assoun, Introducción a la epistemología freudiana y, del mismo autor, Freud. La filosofía y los filósofos, Paidós, Barcelona 1982.

      12 Cf. P.-L. Assoun, Freud et Nietzsche, Quadrige-Presses Universitaires de France, Paris 1998; M. F. Echavarría, “La psicologia di F. Nietzsche ed il suo influsso nella psicoanalisi”, en Información Filosófica. Revista Internacional de Filosofía y Ciencias Humanas, I (2004) 202-221; M. F. Echavarría, “La psicología antihumanista y posmoral de F. Nietzsche y su influencia en el psicoanálisis”, en AA. VV., Bases para una psicología cristiana, Ediciones de la Universidad Católica Argentina, Buenos Aires 2005, 31-50.

      13 F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal. Preludio de una filosofía del futuro, Alianza, Madrid 1997, 46: “Nunca antes se ha abierto un mundo tan profundo de conocimiento a viajeros y aventureros temerarios: y al psicólogo que de este modo “realiza sacrificios” –no es el sacrifizio dell’intelletto, ¡Al contrario!– le será lícito aspirar al menos a que la psicología vuelva a ser reconocida como señora de las ciencias, para cuyo servicio y preparación existen todas las ciencias. Pues a partir de ahora vuelve a ser la psicología el camino que conduce a los problemas fundamentales”.

      14 Cf. F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, 45: “Una fisio-psicología auténtica se ve obligada a luchar con resistencias inconscientes que habitan en el corazón del investigador, ella tiene en contra suyo ‘el corazón’.” Cf. Nietzsche contra Wagner, Tres Haches, Buenos Aires 1996, 75: “Si he logrado adelantarme algo a todos los psicólogos, es porque poseo un poco más de agudeza para este género de inferencias retrospectivas tan difíciles y capciosas, y que son aquellas en las que se cometen más errores: deducir de la obra su creador, del hecho el autor, del ideal aquel para quien es necesario y de cualquier manera pensar y valorar el deseo que por detrás la impulsa”.

      15 F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, Alianza, Madrid 1997, 38: “Es un falseamiento de la realidad efectiva decir: el sujeto ‘yo’ es la condición del predicado ‘pienso’. Ello piensa: pero que ese ‘ello’ sea precisamente aquel antiguo y famoso yo, eso es, hablando de modo suave, nada más que una hipótesis, una aseveración, y, sobre todo, no es una “certeza inmediata”. En definitiva, decir ‘ello piensa’ es ya decir demasiado: ya ese ‘ello’ contiene una interpretación del proceso y no forma parte del mismo. Se razona aquí según la rutina gramatical que dice ‘pensar es una actividad, de toda actividad forma parte alguien que actúe, en consecuencia-‘. [...] y acaso algún día se habituará la gente, también los lógicos, a pasarse sin aquel pequeño ‘ello’ (a que ha quedado reducido, al volatilizarse, el honesto y viejo yo)”. Más allá de la palabra “Ello”, y tal vez más en línea con el significado que tiene en Freud, cf. F. Nietzsche, Así habló Zarathustra, Alianza, Buenos Aires 1990, 61 (De los despreciadores del cuerpo): “Instrumentos y juguetes son el sentido y el espíritu: tras ellos se encuentra todavía el sí-mismo. [...] El sí-mismo escucha siempre y busca siempre: compara, subyuga, conquista, destruye. Él domina y es también el dominador del yo. Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido –llámase sí-mismo–. En tu cuerpo habita, es tu cuerpo”.

      16 F. Nietzsche, La genealogía de la moral, Alianza, Buenos Aires 1995, 99.

      17 La genealogía de la moral, 166. Cf. también El Anticristo, Alianza, Buenos Aires 1996. 87-88: “Poner enfermo al hombre es la verdadera intención oculta de todo el sistema de procedimientos salutíferos de la Iglesia. Y la Iglesia misma -¿No es ella el manicomio católico como último ideal? [...] El momento en que una crisis religiosa se adueña de un pueblo viene caracterizado por epidemias nerviosas; [...] los estados ‘supremos’ que el cristianismo ha suspendido por encima de la humanidad, como valor de todos los valores, son formas epileptoides. La Iglesia ha canonizado in maiorem dei honorem únicamente a locos o a grandes estafadores”. El crepúsculo de los ídolos, Alianza, Madrid 1997, 54: “Ese mismo medio, la castración, el exterminio, es elegido instintivamente, en la lucha con un apetito, por quienes son demasiado débiles, por quienes están demasiado degenerados para poder imponerse una moderación en el apetito: por aquellas naturalezas que, para hablar en metáfora (y sin metáfora), tienen necesidad de la Trappe, de alguna declaración definitiva de enemistad, de un abismo entre ellos y la pasión”.

      18 La gaya ciencia, Sarpe, Madrid, 1984, 24.

      19 Cf. Las siguientes cartas a su confidente W. Fliess: “Veo cómo has emprendido el largo rodeo a través de la medicina para materializar tu primer ideal –la comprensión fisiológica del hombre–, tal como yo abrigo secretamente la esperanza de alcanzar, por la misma vía, mi objetivo original, la filosofía” (Carta del 01/01/1896). “En mi juventud no conocí más anhelo que el del saber filosófico, anhelo que estoy a punto de realizar ahora, cuando me dispongo a pasar de la medicina a la psicología. Llegué a ser terapeuta contra mi propia voluntad” (Carta del 02/4/1896). Cf. S. Freud, “¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial”, en Obras completas, vol. XX, Amorrortu, Buenos Aires 1990, 237: “Tras 41 años de actividad médica mi autoconocimiento me dice que no he sido un médico cabal. Me hice médico porque me vi obligado a desviarme de mi propósito originario, y mi triunfo en la vida consiste en haber reencontrado la orientación inicial mediante un largo rodeo”.

      20 Para una introducción general a la historia de las neurosis, cf. J. Postel, “Las neurosis”, en J. Postel – C. Quétel, Nueva Historia de la Psiquiatría, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2000, 230-238; 230: “Es un destino por demás paradójico el de la palabra ‘neurosis’. En efecto, nunca un término médico había sido tan desviado de su sentido original en el transcurso de su evolución histórica. Creado por W. Cullen, médico escocés, en 1769, para definir el conjunto de enfermedades ‘nerviosas’, al afirmar su origen orgánico y dar un cuadro nosográfico específico a la naciente neurología, progresivamente abarcó el campo de las afecciones mentales, cuya causalidad psicogenética iba siendo cada vez más evidente; primero, las ‘vesanías’, es decir, todo el ámbito de la locura, de las psicosis; después, las ‘psiconeurosis’, de donde surgen como figuras dominantes, por una parte, la histeria, y por la otra, la neurosis obsesiva, a la que Sigmund Freud dio categoría nosológica y psicopatológica particularmente precisa”; ibidem, 236:


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