Neoliberalismo y globalización en la agricultura del sur de Chile, 1973-2019. Fabián Almonacid Z.
una abundante mano de obra por cada hectárea cultivada. Hoy en día es la actividad rural que demanda más mano de obra en Chile.
La producción de arándanos en el sur de Chile se sostiene en parte importante en la mano de obra campesina e indígena disponible en dicha zona, considerando el alto costo que significa el pago de salarios dentro del costo total de producción. Para los trabajadores, en su mayoría temporeros, el cultivo del arándano ha sido la fuente principal y creciente de ingresos familiares. Más adelante, tratamos con más detalle este rubro.
Así, tanto en la industria láctea, como en el cultivo de arándanos, lo moderno y lo tradicional se favorecen mutuamente. Las utilidades de esas actividades no se pueden comprender sin el trabajo provisto (en forma de leche o mano de obra temporera) por la agricultura familiar e indígena.
Por otra parte, como quedará claro en los diferentes capítulos de este libro, el Estado está presente en cada aspecto de la agricultura. Siguiendo los planteamientos de la teoría de la regulación, consideramos al Estado como un factor clave para la consolidación y estabilidad del régimen de acumulación capitalista (Boyer, 2006; y 2015; Brenner & Glick, 2003). En el neoliberalismo, esto significa que el Estado sostiene con su accionar al dominio sin contrapeso del capital sobre el trabajo.
Particularmente, el modo de regulación es el conjunto de instituciones, normas, etc., prácticas que permiten que un régimen de acumulación determinado permanezca en el tiempo. El Estado, la organización del trabajo, el dinero, la legislación, en lo esencial, son aspectos centrales del modo de regulación neoliberal.
En esta línea, las políticas estatales (económicas y agrarias en particular) han dado estabilidad y continuidad al capitalismo neoliberal en la agricultura del sur de Chile. En particular, el Estado ha promovido la iniciativa empresarial y criterios de rentabilidad en el agro desde los años setenta; ha abandonado acciones que tradicionalmente estaban en sus manos creando las condiciones para la gestión privada. Un ejemplo notable de esto es la asistencia técnica, que pasó a ser una actividad de privados y una preocupación principal de los propios productores, con los Grupos de Transferencia Tecnológica (García-Huidobro, Ferrada & Becerra, 2006). Sin embargo, cambios relevantes se produjeron en los años noventa en este ámbito, con el desarrollo de programas para campesinos e indígenas, donde el Estado reasumió una debilitada labor de fomento productivo y apoyo crediticio, sin variar en lo esencial la tendencia de ceder el protagonismo en lo técnico y empresarial.
A pesar de lo dicho, el Estado neoliberal no deja todo en manos de privados. Entre otros aspectos, se reserva la investigación y la innovación productiva en algunos ámbitos, así como la generación de nuevos nichos de negocios. De este modo, encontramos al Estado jugando un papel clave, a través de Fundación Chile, en el inicio del cultivo de berries en Chile, y a través del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) sigue siendo líder y promotor del mejoramiento genético.
Donde mejor se aprecia el papel del Estado ha sido en la internacionalización de la agricultura. La apertura de nuevos mercados externos se consolida para la agricultura en general en los años noventa, exceptuando la situación previa de la actividad forestal, frutas y vinos. Ello gracias a la labor estatal en la suscripción de acuerdos y tratados internacionales. Nunca antes Chile se había volcado con tanto entusiasmo y profundidad al comercio exterior. Sin comprender el papel que ha jugado esa dimensión de la globalización, representada por los diferentes acuerdos internacionaleles, no se entiende plenamente lo sucedido en estos años. Un capítulo trata justamente de este aspecto, mientras en otro capítulo abordamos la contraparte menos entusiasta frente a la avalancha globalizadora; los temores y demandas de los agricultores durante las negociaciones de esos acuerdos. En definitiva, las expectativas resultaron algo exageradas, por cuanto no se produjo ninguna debacle de la producción silvoagropecuaria nacional, aunque las importaciones fueron lentamente minando la estructura productiva y sacando de la producción a los sectores más débiles, que no pudieron competir con las importaciones. En lo positivo, los acuerdos comerciales incrementaron sustancialmente las exportaciones silvoagropecuarias, posicionando a Chile como un líder mundial en el comercio de fruta fresca, sumando a la uva de mesa los berries del sur. Sin embargo, los cambios, y allí se han quedado cortos los pronósticos, han sido más que productivos, culturales. Y esta transformación de la economía rural, que está modificando el propio carácter del sur de Chile, no fue anticipada, ni quizás hoy día todavía es comprendida a cabalidad.
En definitiva, diversos mercados internacionales se ampliaron o se abrieron a las exportaciones del sur de Chile. Los arándanos, y otras frutas, los bulbos de flores, los productos lácteos y forestales, entre los principales, hoy día se comercian en el mercado mundial. En este libro se considera el caso de los arándanos y el de los bulbos de flores. Como se verá, es fundamental considerar el enfoque de las Cadenas Globales de Valor, para entender el modo en que se encuentra organizada la producción de ambos cultivos. Las empresas que los producen en el sur de Chile, participan en esas cadenas como productores, pero también en algunos casos han logrado tener presencia en otros eslabones de esa cadena, siguiendo la metáfora, llegando incluso a tener incidencia mundial en cómo se organiza hoy la producción, la comercialización y el consumo mundial de ellos.
Excepcional es lo ocurrido con los arándanos (Retamales & Hancock, 2018). Chile ha pasado a ser líder mundial de las exportaciones, y las empresas productoras-exportadoras chilenas tienen gran influencia en la cadena, desde la investigación genética previa a la producción, hasta la comercialización del producto fresco, que es consumido literalmente en todo el mundo.
En cuanto a los bulbos de flores, como se verá, la situación es menos relevante en términos de volumen de producción, pero también hay una presencia importante como país exportador (Benschop et al., 2010; Buschman, 2005; Grasolli & Gimelli, 2011). Además, los bulbos de flores son un excelente ejemplo de un producto agrícola globalizado; provienen de genética holandesa o japonesa, se cultivan, “engordan” como dicen en jerga del sector, en el sur de Chile, después se exportan a Europa o Asia, y finalmente se plantan en Holanda o Vietnam para venderse como flores en el mercado europeo o asiático. De este modo, las flores han pasado a ser un producto de “ninguna parte”, la expresión máxima de la globalización en el sector agrícola.
El rápido crecimiento de las exportaciones de berries y bulbos de flores, y los buenos negocios que se desarrollan actualmente desde el sur de Chile, no significa que en el futuro estas actividades seguirán teniendo una posición dominante en el mercado mundial. Así como se han establecido en Chile, esos mismos cultivos pueden instalarse en otras regiones del mundo. Ello ya ha ocurrido claramente con la producción de arándanos, la que incluso ha sido expandida en Latinoamérica y Europa desde Chile, por sus empresas, capitales y tecnologías. Ello puede significar grandes beneficios para las empresas chilenas que participan del mercado mundial de berries, pero no para la producción de arándanos en el sur de Chile, cuya competencia argentina y peruana ha ido aumentando.
En el caso de las flores, por el carácter globalizado de su producción, las ventajas para la economía regional de participar en esta producción están muy limitadas.
Por todo lo indicado, queda claro que el reciente proceso de internacionalización y transnacionalización que ha experimentado la economía agraria del sur de Chile, desde mediados de los años ochenta en adelante, está produciendo rápidas y profundas reestructuraciones del agro sureño.
Considerando cuánto está transformándose la economía regional bajo este proceso de “mundialización”, quizás pronto ya no será posible hablar de economía regional, en el sentido de un espacio productivo particular, que contiene actividades productivas, capitales y otros elementos identitarios determinados. En parte, las economías regionales, aparentemente, se diluyen en el amplio espacio de la economía mundial (Haesbaert, 2011). Sin embargo, a medida que avanza la globalización, desde el plano discursivo y por disposiciones legales, se ha abierto una nueva dimensión de los negocios agrícolas, a través de la referencia al lugar donde se produce: la denominación de origen, el “terroir”, se ha convertido en una nueva forma de segmentación de mercados (Barham, 2003; Van Leeuwem & Seguin, 2006).
Es necesario estudiar las economías regionales, considerando la dimensión