El corazón a contraluz. Patricio Manns

El corazón a contraluz - Patricio Manns


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Caleta de Gente Grande?

      —Mejor que a esta mano —él la extendió hasta ponerla debajo de una lámpara.

      —Todo tenía nombre ya cuando aún no fundaban la ciudad en que naciste.

      —Patrañas —gritó Popper, y había empuñado la mano blanca, casi pequeña, regordeta, como si quisiera golpear el rostro moreno que lo encaraba sin el menor esfuerzo, sin un mínimo rictus de temor ni de insolencia.

      —Tú siempre tienes razón. ¿Por qué no te vas a tener razón a tu tierra?

      Estas pálidas palabras colmaron el vaso de piedra. El Conquistador Alterable impuso la quietud y el silencio mediante un vasto gesto del brazo, apaciguante y ampuloso, un gesto que parecía revolotear con lentitud y autoridad natural sobre el lomo del mundo.

      —Ven aquí, Winteri —murmuró.

      Ella estaba cerca, de pie, y vino. Alzó el rostro mordido por los vientos salvajes cuyo nombre susurraba imprimiéndole tres inflexiones mágicas, un rostro de pómulos altos, nariz pequeña y recta, boca carnosa, bien dibujada, donde destacaban sin ambages la profundidad brillante de sus ojos negros y la albura de sus dientes. El pelo blanco, lacio, pero suave y joven, le cubría una parte de la frente, descendiendo por sus orejas y su cuello hasta cubrir la espalda desnuda. El metro noventa de Julio Popper la sobrepasaba apenas en diez centímetros.

      —Extiende la palma de la mano derecha a esta altura —él mostró con su propia mano, —ponla boca arriba y no te muevas.

      Drimys Winteri ejecutó el movimiento. El abrió su bragueta desabotonándola, extrajo el miembro –rosado, vetado por pequeñas manchas más oscuras, desproporcionado (en desmedro) tomando en cuenta su estatura y su corpulencia– y lo acomodó sobre la mano joven. Ella –probablemente contra lo que él esperaba, aunque jamás lo dijo ni lo escribió–parecía al margen de cualquiera emoción inopinada en lo que atañía a las cuestiones sexuales: su raza, toda su raza, hombres, mujeres, niños Selk’nam, vivía desnuda a la intemperie, vagaba desnuda por la nevada tundra, pescaba con las manos zambullendo desnuda en las aguas de hielo, corría desnuda tras el velocísimo ñandú sin jamás perderlo. Al despertar cada mañana debajo de una tienda de fortuna, armada con pieles de guanaco que sacudía el viento, lo primero que topaban sus ojos eran el miembro desnudo del padre, el sexo desnudo de la madre, los sexos desnudos de los hermanos y las hermanas, de los cazadores, de los caminantes, de los guerreros. El padre y la madre, adámicos e inocentes, poderosos y vulnerables, desnudos en el sueño y desnudos en la vigilia. Por lo tanto, su pregunta no podía resultar desconcertante sino para el desvalido Rey de Tierra del Fuego:

      —¿Quién te ha hecho esa herida?

      Popper vaciló un largo rato.

      —Winteri: mi verdadero pueblo, mi verdadera raza —ella advirtió al punto que su voz se había vuelto ronca y tensa como la cuerda de un laúd—, preservan desde milenios una religión y practican ciertos ritos a los cuales no pude sustraerme cuando niño. Estoy para siempre marcado a fuego, y por eso me siento muchas veces como un león sin garras o un potro al cual hubieran arrancado los testículos. Todos los varones de mi raza, estén donde estén, portan consigo el signo. No es una herida ni un castigo: es un hábito de higiene y a la vez una señal de reconocimiento, que practican también los hijos de Abraham. ¿Tengo que explicarte quién es Abraham? ¿No? Muy bien. Y como mi raza es mirada con recelo, o simplemente odiada —su voz temblaba ahora sin discusión— muchos de nosotros, en múltiples circunstancias, debemos ocultar el signo del rito. Si vuelvo a mi tierra a tener razón, sería una especie de leproso vagando por las calles de Bucarest, o combatiría en una guerra colonial francesa –como ya ha sido el caso– muy lejos de París, o me confinarían en un gueto de límites precisos. Podrían expulsarme de un centenar de ciudades y asesinarme en decenas de países—. Guardó el sexo, cerró la bragueta, y recogió del escritorio la botella de grapa. Echó garganta abajo un largo trago y tosió. Se preguntó ella por qué el miembro de Iuliu no experimentó ningún desasosiego ante la tibia fricción de su mano joven. —En Buenos Aires— prosiguió el cercenado guerrero —existe una rama de la comunidad a la que pertenezco, pero jamás he ido a ella y no lo haré jamás.

      Drimys Winteri sacudió la cabeza como diciendo “Malo, malo”, pero en realidad lo que musitó fue:

      —Algunos pueblos hacen cosas crueles con los miembros de sus miembros.

      —Algunos pueblos, Winteri —Julio Popper había retomado el tranco, y vagabundeaba botella en mano por la extensa habitación, cuyas paredes habían sido tapizadas con pieles de animales blancos —hacían tatuajes sobre los miembros de sus miembros. Tatuaban el pene del padre y reproducían el mismo tatuaje entre los pechos de las hijas. Como eran pueblos que vivían y morían a lomo de caballo, y se nutrían del pillaje, cuando violaban a la luz de los incendios, buscaban primero el tatuaje para no caer sobre el vientre de las hermanas o de las hijas. Era cada uno de ellos un tatuaje único y representaba el signo de la familia. Tatuaban también sus yeguas, sus camellas y sus perras, pues llevaban su lógica hasta un justo extremo total, el orgasmo hasta la imprudencia que aterra, el acto de vivir hasta escanciar el semen, la lágrima, la sangre, en una postrera cucharada de espuma, de ceniza o de agua.

      V

       Mil ochocientos noventa

      La batalla de Wounded Knee termina con la última resistencia a la colonización blanca en los Estados Unidos. Alrededor de trescientos cincuenta sioux, comprendidos los guerreros, las mujeres y los niños, son masacrados en Dakota del Sur, por el fuego graneado, las bayonetas y los sables de más de quinientos soldados del ejército de la Unión. Este episodio marcará el verdadero nacimiento literario y la más excelsa inspiración del género llamado western, que más tarde constituirá una inagotable fuente para la industria cinematográfica, llamada también Séptimo Arte. En la isla de Java, donde diez años antes un poeta llamado Arthur Rimbaud vagabundeó por varios meses, el paleontólogo neerlandés Eugen Dubois, descubre los restos fósiles de un ancestro humano prehistórico en el sitio arqueológico de Kendung Brevus. Dubois trabaja como médico militar en las Indias Orientales. Los restos fósiles evidencian que el Pithecantropous Erectus existió en la Tierra desde el Alto Pleistoceno, más de 700.000 años antes de nuestra era. En Londres, la reina Victoria cumple 59 años en el trono, y ha dejado de embriagarse con sus cocheros. En cambio, inaugura el primer ferrocarril eléctrico, y pone fuera de circulación las viejas locomotoras a vapor que operaban desde l863. Se decide venderlas a los países pobres. El bacteriólogo berlinés Emil von Behring, produce por vez primera en la historia de la medicina occidental, el suero antitetánico y una antitoxina contra la difteria. Dos días después de poner la pincelada final a su último cuadro, el pintor Vincent Van Gogh se suicida en la ciudad de Anvers, Francia. Su muerte pasa inadvertida, como ocurría hasta entonces con su pintura: no logró vender un solo cuadro mientras vivió. El Teatro Maryinsky, de San Petersburgo, estrena el ballet La Bella Durmiente, de Peter Ilich Tchaikovsky. Este intentó sin éxito, durante toda su vida, integrarse en el grupo de compositores rusos llamado Los Cinco De San Petersburgo, a la sazón compuesto por Modest Petrovitch Moussorsgski, Nicolai Rimsky-Korsakov, César Cui, Mili Alexelevitch Balakirev y Alexander Borodin. Por su parte, el Teatro Constinzi, de Roma, pone en escena la ópera Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni, con texto del escritor Giovanni Verga. El arquitecto Harry Sullivan termina en Saint Louis, Estados Unidos, el edificio Wainwright, de diez pisos de altura, unánimemente considerado como el primer rascacielos del mundo. Se inaugura en Panamá el servicio telegráfico del país. El Reino Unido devuelve la isla de Heligoland a la Alemania. El islote cobraría una extraordinaria relevancia veinticuatro y cuarenta y nueve años más tarde, épocas en que se convertiría en la más importante base de submarinos de Europa. Inglaterra recibe, en cambio, Zanzíbar y Pemba. Tanganyika se convierte en colonia alemana, y Gran Bretaña continúa su progresión protectoralista anexando el territorio de Uganda. Finalizan las obras del ferrocarril al Atlántico en Costa Rica, cuyos trabajos se habían iniciado en l871. Alphonse Bertillon publica en París su libro Fotografía Legal, que describe nuevos métodos para la oportuna identificación de asesinos, raptores,


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