Los sonámbulos. Arthur Koestler
envenenaban la vida pública; hordas de desterrados políticos, reducidos a la existencia de aventureros sin hogar, vagaban por el interior del país; el aborto y el infanticidio legalizados raleaban cada vez más las filas de los ciudadanos. La historia del siglo IV –ha escrito una autoridad moderna–
es, en algunos de sus aspectos, la del fracaso mayor de la historia... Platón y Aristóteles... cada uno de manera diferente... trata (al sugerir formas de constitución distintas de aquellas bajo las cuales se había llegado a la decadencia política) de salvar aquel mundo griego, que tanto significaba para él, del desastre político y social al que se estaba precipitando; pero el mundo griego ya había pasado.4
Las reformas políticas que ellos sugirieron nos interesan solo en la medida que revelan las tendencias inconscientes que informan sus respectivas cosmologías; pero en ese aspecto son importantes. La utopía de Platón es más tremenda que 1984 de Orwell, porque Platón desea que ocurra lo que Orwell terne que pueda ocurrir. “Que la República de Platón haya sido admirada en su aspecto político por personas sensatas constituye acaso el ejemplo más pasmoso de esnobismo literario de toda la historia”, observó Bertrand Russell.5 En la República de Platón la aristocracia gobierna en virtud de la “noble mentira”, según la cual Dios habría creado tres clases de hombres hechos, respectivamente, de oro (los gobernantes), de plata (los soldados) y de metales bajos (los hombres comunes). Otra mentira piadosa ayudará a mejorar el género humano: cuando el matrimonio quede abolido, la gente se apareará, pero los gobernantes determinarán secretamente las parejas según los principios de la eugenesia. Habrá una rígida censura; a ningún joven se le permitirá la lectura de Homero, porque este suscita la falta de respeto a los dioses, la diversión indecorosa y el temor a la muerte, que quita a los hombres el valor de morir en la batalla.
La Política de Aristóteles tiene una orientación esencialmente análoga, si bien menos extremosa; critica algunas de las más provocadoras formulaciones de Platón; pero no solo considera la esclavitud como la base natural del orden social (“el esclavo está por completo desprovisto de toda facultad de razonamiento”),6 sino que también deplora la existencia de una clase “media”, es decir, de artesanos libres y profesionales, en virtud de la semejanza superficial que esta clase tiene con la de los gobernantes, lo cual desacredita a esta última. En consecuencia, en el estado modelo se despojaría de los derechos de la ciudadanía a todos los profesionales. Es importante comprender la fuente de este desprecio de Aristóteles por los artesanos, arquitectos, ingenieros, etc., a diferencia, digamos, de la alta estima de que en Samos gozaba Eupalino, el constructor del túnel. Lo cierto es que Aristóteles ya no los creía necesarios, porque la ciencia aplicada y la técnica habían cumplido ya su misión. Nada más podía inventarse o era necesario inventar para hacer la vida más agradable y cómoda, porque “estaban aseguradas casi todas las condiciones de comodidad y refinamiento social” y “ya se habían logrado todas las cosas de este género”.7 La ciencia pura y la filosofía, “que no tratan de las necesidades ni del goce de la vida”, son las únicas que deben cultivarse, –a juicio de Aristóteles– una vez que las ciencias prácticas hagan todo cuanto puedan hacer y el progreso material se haya detenido.
Aun estas sucintas observaciones pueden indicar la tendencia general de tales filosofías: el inconsciente anhelo de estabilidad y permanencia en un mundo que se desmoronaba, donde el “cambio” solo podía consumarse para empeorar, y el “progreso” solo podía significar un progreso hacia el desastre. Para Platón, “cambio” es virtualmente sinónimo de degeneración; su historia de la creación es un proceso en el que surgen sucesivamente formas de vida cada vez más inferiores y menos dignas: Dios, sumo bien en sí mismo, el mundo de la realidad, que consiste solo en Formas perfectas o Ideas, el mundo de las apariencias, que es una copia y una sombra del anterior; y así llega al hombre: “aquellos hombres creados primero, que llevaron una vida de cobardía e injusticia, renacieron apropiadamente como mujeres en la segunda generación. Y de ahí que en esa fase particular, los dioses inventaran el placer de la cópula”. Después de las mujeres siguen los animales: “las bestias que andan en cuatro patas proceden de hombres completamente impermeables a la filosofía y que nunca contemplaron los cielos”.8 Trátase del relato de una caída en la permanencia, de una teoría de descenso e involución, opuesta a la evolución por ascenso.
Como ocurre frecuentemente con Platón, es imposible establecer si todo esto ha de tomarse literal o alegóricamente o como una broma esotérica; pero no podemos abrigar dudas sobre cuál es la tendencia básica de todo el sistema.
Tendremos que remontarnos mucho en el tiempo y volver otra vez a Platón para recoger la pista de alguna otra concepción particular posterior. Por ahora tengamos presente solo esta clave esencial de la cosmología platónica: el temor al cambio, el desprecio y la aversión por los conceptos de evolución y mutabilidad. Este rasgo esencial reverberará a través de toda la Edad Media, junto con el concomitante anhelo de un mundo de perfección eterna, inmutable.
Then again I think on that which Nature said Of that same time when no more change shall be, But steadfast rest of all things, fírmly stay’d Upon the pillars of eternity, That is contrary to mutability. 9
(Torno a pensar entonces en cuanto la naturaleza dijo
del momento aquel sin cambio alguno,
con la permanente quietud de todas las cosas firmemente
establecidas sobre las columnas de la eternidad,
que es contraria a la mutabilidad).
Esta “fobia por la mutación” parece ser la causa principal de los aspectos chocantes del platonismo. La síntesis pitagórica de religión y ciencia, de experiencia mística e investigación empírica, se torna ahora vacilante. El misticismo de los pitagóricos se lleva a extremos estériles, en tanto que se ridiculiza y se desalienta la ciencia empírica. La física queda separada de la matemática y se convierte en una sección de la teología. Los miembros de la Fraternidad Pitagórica se transforman en los guías de una utopía totalitaria. La transmigración de las almas, en su tránsito hacia Dios, queda rebajada por los cuentos de viejas o las mentiras edificantes sobre cobardes castigados con reencarnaciones femeninas; el ascetismo órfico degenera en odio del cuerpo y en desprecio de los sentidos. El verdadero conocimiento no puede obtenerse estudiando la naturaleza, pues “si pretendiéramos tener verdadero conocimiento de cualquier cosa deberíamos estar desprovistos del cuerpo..., mientras que, en compañía del cuerpo, el alma carece de verdadero conocimiento”.10 Todo esto no es una expresión de humildad (ni de la humildad del místico que busca a Dios, ni de la humildad de la razón que reconoce sus límites); es la filosofía, a medias temerosa, a medias arrogante, del genio de una aristocracia condenada y de una civilización en bancarrota. Cuando la realidad se hace intolerable el espíritu se aparta de ella y crea un mundo de perfección artificial. El mundo de Platón, el mundo de las ideas y formas puras, que es el único que ha de considerarse real –en tanto que el mundo de la naturaleza que percibimos es tan solo una copia barata de aquel otro– constituye una fuga hacia el engaño. La verdad intuitiva expresada en la alegoría de la caverna queda reducida al absurdo por un exceso de concreción, como si el autor de las palabras “este mundo es un valle de lágrimas” hubiera de examinar positivamente la distribución de las gotas de lágrimas del valle.
Es menester recordar también que en la cosmogonía surrealista del Timeo es imposible trazar una línea divisoria entre filosofía y poesía, afirmación metafórica y afirmación positiva, y que los largos pasajes del Parménides destruyen virtualmente la doctrina de que el mundo es una copia de modelos celestiales. Y si algunos de mis párrafos anteriores parecen una burda y unilateral versión de cuanto Platón quiso significar, eso es precisamente cuanto llegó a significar para una larga serie de generaciones futuras. Esa fue la sombra unilateral que él proyectó. Asimismo veremos que el segundo renacimiento platónico producido en el siglo XV iluminó un lado completamente distinto de Platón, y proyectó la sombra de este en la dirección opuesta. Pero para que ello ocurriera debía pasar aún mucho tiempo.
II. SURGIMIENTO DEL DOGMA CIRCULAR
Debemos