La predicación. Jorge Óscar Sánchez
significado del pasaje bíblico tratado y efectivamente presenta sus verdades a las necesidades de la audiencia. Entonces, y solo entonces, la predicación de la Biblia puede ser considerada expositiva»3.
El Dr. Haddon W. Robinson agrega:
«La predicación expositiva es la comunicación de un concepto bíblico, derivado de y trasmitido a través de un estudio literario, gramático e histórico del pasaje en su contexto, que el Espíritu Santo primero aplica a la personalidad y experiencia del predicador, y luego a través del predicador a sus oyentes»4.
Mi propia definición es:
«Un encuentro personal con el Dios vivo, quien mora en el texto de su palabra, y a quien el predicador tiene la responsabilidad de correr el velo que oculta su presencia, a fin de que los oyentes reciban poder transformador para sus vidas en el diario vivir».
Cuando el apóstol Pablo intentó definir el amor cristiano para los creyentes de Corinto, encontró el mismo problema que hallaron los autores citados al intentar definir la predicación expositiva: el tema es tan vasto y amplio que es casi imposible reducirlo a una definición de diccionario. Por esta razón, el apóstol en 1 Corintios 13:4-8, en lugar de ofrecernos una definición fría del amor, nos presenta una descripción del amor mediante los frutos que debe producir y desplegar en la vida diaria de aquel que dice tenerlo y vivirlo. Igualmente, en lugar de ofrecerle una nueva definición incompleta, imperfecta, o tan larga que es imposible de memorizar, permítame ofrecerle algunas de las características primordiales que se desprenden de las definiciones anteriores y que caracterizan a la predicación que Dios siempre bendice:
La predicación expositiva no es predicar acerca de la Biblia, sino es proclamar la misma Biblia.
La predicación expositiva es bíblica
El predicador busca comunicar con precisión un cierto párrafo del texto bíblico. Para eso lo analiza de modo cuidadoso, utilizando los mejores recursos gramaticales, exegéticos y entendiéndolo tal como los oyentes que recibieron el texto en el primer siglo lo hubieran entendido. Si el predicador no entiende el significado de lo que está escrito, ¿cómo espera comunicarlo con claridad a sus oyentes? Además, «Esto ha dicho el Señor» es la médula y el corazón del método expositivo. Todos los otros materiales que se puedan utilizar, ya sean las experiencias personales, y las ilustraciones tomadas de la historia, de la arqueología, la filosofía, el arte, la ciencia, deben estar dirigidos a un solo propósito: elucidar el significado de la porción de la escritura elegida, e imponer sus demandas sobre los oyentes.
La predicación expositiva primero transforma al que busca transformar
Un chef antes de servir una cierta comida, primero debe gustarla él mismo. Si es agradable a su paladar y es nutritiva para su propio cuerpo, también lo será para sus comensales. De la misma manera, un predicador primero debe haber sido impactado él mismo por la verdad, si espera que su mensaje impacte a otros. Primero, debe haberle salvado, sanado y transformado a él mismo, de otro modo, los oyentes le aplicarán el refrán «médico cúrate a ti mismo». Y creo que aquí es necesario recordarnos a cada uno de nosotros la exhortación que nos hace Santiago: «Hermanos míos, no quieran ser maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos mayor condenación» (3:1). En la actualidad existen demasiados casos de hombres y mujeres que están dispuestos a ofrecer cátedras sobre cómo calmar la sed, cuando ellos mismos no han gustado el agua de la vida. Son como los leones de mármol que vemos en las fuentes de agua de nuestras plazas, que sacan agua por la boca, pero nunca la han gustado. Por el contrario, los ministerios que siempre florecen son aquellos donde el predicador se sienta en reverencia frente a la Biblia y exclama: «Habla Señor, que tu siervo oye». El predicador poderoso puede ser usado por Dios para transformar a otros, porque primero la Biblia le transformó a él mismo.
La predicación expositiva es relevante
Comienza con el texto bíblico para darnos a conocer la voluntad de Dios sobre un aspecto determinado, pero el predicador presenta los desafíos específicos que ese pasaje del pasado conlleva para cada uno de los que vivimos en el presente. De no aplicar el pasaje a los desafíos contemporáneos el sermón se convierte en una mera historia, de cierto valor educativo, pero inefectiva para el diario vivir.
Una de las series más bendecidas que presenté en mi ministerio se titula: «¿Qué enseñó Jesús sobre…? Los temas que traté fueron, qué enseñó Jesús sobre:
- Dios | - La raza humana | - El reino de Dios | - Sí mismo |
- El pecado | - El cielo | - El infierno | - La vida en el más allá |
- El dinero | - La oración | - El discipulado | - El matrimonio |
- El divorcio | - Las preocupaciones | - La fe | - Los valores cristianos |
Como puede ver, tal y como decíamos en nuestro capítulo anterior, la predicación bíblica comienza con Dios, pero termina con nosotros mismos. La Biblia fue escrita para nuestro bien supremo. Es el mapa de la vida, es la brújula del viaje que nos ayuda a llegar al puerto de destino. Cuando Jesús habló de estos temas, buscaba enseñarnos a vivir bien, de acuerdo al plan de Dios, siempre en el centro de su voluntad. Buscaba ayudarnos a tomar decisiones acertadas, y al hacerlo tener una cosecha de gozo, amor y paz. Por tanto, la Biblia ofrece un sin fin de temas prácticos y atractivos, que el predicador tiene el privilegio de entregar a sus oyentes. Y cuando tratamos estos temas bien relevantes para el diario vivir, y les ofrecemos desafíos bien específicos a los oyentes, por consecuencia tratamos con todas las necesidades humanas, sentidas y no sentidas. Personalmente, siempre valoro el consejo que Jetro le dio a Moisés: «Ahora, escúchame. Yo te aconsejaré y Dios estará contigo. Sé tú el representante del pueblo delante de Dios y somete los asuntos a Dios. Entonces, enséñales los estatutos y las leyes, y hazles saber el camino en que deben andar y la obra que han de realizar» (Ex. 18:19-20). En otras palabras, enséñales a vivir.
La proclamación de la palabra es una tarea muy solemne porque la hacemos a los ojos de Dios, por tanto, el predicador debe ser un heraldo del rey.
La predicación expositiva involucra toda la personalidad
Cuando Pablo le recomienda a Timoteo que predique la palabra (2 Tim. 4:1-2), le recuerda la solemnidad de la tarea, y también le ofrece cuatro imperativos. La proclamación de la palabra es una tarea muy solemne porque la hacemos a los ojos de Dios, por tanto, el predicador debe ser un heraldo del rey. No debe dudar, no debe pedir permiso, más bien, con la autoridad de un embajador debe proclamar con fidelidad el mensaje que Dios ha creado y le ha comisionado para comunicarlo. Esa proclamación debe contener cuatro elementos distintivos.
El primer imperativo que Pablo utiliza es: «Insta (epistemi) a tiempo y fuera de tiempo». Toda mi vida he vivido en ciudades, por consecuencia, sé muy poco de la vida del campo y la agricultura. Con todo, sé lo suficiente como para no intentar plantar un árbol o grama en mi jardín cuando la nieve cubre la ciudad. Si quiero plantar algo debo hacerlo en la primavera o en el verano. En el mundo de la agricultura hay cosas que tienen su tiempo apropiado. Por el contrario, ¡cuando se trata de proclamar las buenas nuevas de salvación toda época es favorable! Si percibimos que los oyentes son o no son receptivos, no hace diferencia, debemos proclamar la verdad de Dios. Siempre debemos estar listos para hacerlo. Esto requiere valor y determinación por parte del heraldo del Dios.
El segundo imperativo que Pablo emplea es: «…redarguye (elegcho)». El mensaje contiene un desafío a confesar y abandonar ciertas actitudes y conductas que Dios reprueba. Debe señalar el mal de forma específica, no de forma vaga y general.
El tercer imperativo es: «…reprende