Repensar los museos y centros de ciencias. César A. Domínguez

Repensar los museos y centros de ciencias - César A. Domínguez


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previos sobre los temas a tratar y las emociones que se suscitan. Un aspecto importante al diseñar y evaluar la exposición es conocer la variedad de preferencias de los visitantes en relación con los contenidos, la forma de comunicarlos y las emociones que suscitan. Marco Antonio Ortega Soriano, en su capítulo “Análisis de la diversidad de experiencias ofrecidas en una exposición de un museo y centro de ciencias, una aproximación desde el modelo IPOP” ofrece una propuesta teórica y metodológica para analizar estas preferencias en estos dos últimos rubros, la forma de comunicarlos y las emociones. Con base en esta propuesta formula criterios para la evaluación y diseño de experiencias.

      En cuanto al contexto social, sin duda los guías del museo son un ingrediente fundamental de la experiencia y su discurso debe estar en concordancia con la misión y los objetivos del museo, por lo cual su capacitación, actualización, así como la evaluación constante de su desempeño son tareas de suma importancia. Patricia Aguilera Jiménez, en su capítulo “La metodología observacional para identificar el comportamiento de los guías en los MCC: una propuesta de un sistema de categorías a la medida”, presenta un análisis de las conductas que usan los guías al interactuar con los visitantes y cómo estas pueden desarrollar patrones y estructuras conductuales que pueden ser utilizados de manera sistemática para involucrar a los visitantes de forma más activa en tareas que llevan a cabo, como las demostraciones científicas. Omar Torreblanca Navarro, en su capítulo “Propuesta de un instrumento para identificar y analizar interacciones dialógicas en museos y centros de ciencias” ofrece una propuesta teórica y metodológica aplicable a la interacción entre guías y público que propicia una mejor comprensión de los contenidos científicos de una exposición.

      El museo es mucho más que sus salas de exhibición y la experiencia del visitante se puede enriquecer considerablemente a través de las actividades complementarias, las cuales son una parte integral del discurso general del museo. Esta discusión es abordada por María Yazmín Hernández Arellano en el capítulo “Las actividades complementarias en los museos y centros de ciencias: primera versión de un mapa”, donde como resultado de un estudio cualitativo, plantea algunas consideraciones generales respecto a la función educativa y comunicativa de dichas actividades en el contexto de estos espacios educativos informales.

      En lo que se refiere al contexto físico, a pesar de ser un ingrediente fundamental y decisivo de una buena o mala experiencia, es el menos explorado. Un aspecto fundamental de este es el ambiente museográfico que se genera. Un ambiente atractivo que invita a permanecer en él favorece y es un ingrediente fundamental de una buena experiencia, así como un ambiente poco atractivo puede hacer que el visitante no se interese por permanecer en el mismo. Este tema es abordado por Diana Carina Monterrosa Ferreira en el capítulo titulado “Evaluación del efecto del ambiente museográfico en los visitantes de un museo y centro de ciencias”. A partir de un análisis de aciertos y desaciertos en diferentes salas de Universum ofrece criterios sustentados para el desarrollo de ambientes museográficos que favorecen experiencias más ricas en lo cognitivo y emotivo.

      Evaluación e investigación

      McCarthy (2015) afirma que la incorporación de investigaciones a partir de teorías sociales y culturales ha servido para fortalecer el campo y comprender muchos aspectos de los museos. Comenta que lamentablemente todavía es frecuente que los “practicantes” de los museos utilicen poco este tipo de estudios y recurran solo a su experiencia y lo que consideran que les ha funcionado bien.

      Por fortuna, esta actitud de los que desarrollan y operan los museos está cambiando y existe un interés creciente por llevar a cabo estudios y evaluaciones como los mencionados, con el fin de contar con criterios fundamentados para la realización de los diferentes elementos que componen un proyecto museológico. Hoy, cada vez es más frecuente que se emplee la evaluación como una herramienta para el desarrollo de proyectos museológicos, los cuales generalmente se basan en la comunicación con el usuario. Los resultados de estas evaluaciones proporcionan las bases para una reflexión crítica que sirve para redefinir la misión, los objetivos, las estrategias, la inclusión de nuevos públicos y formas de operación.

      Existen estudios reportados en la literatura sobre una gran diversidad de temas. Algunos buscan caracterizar al público que visita los museos; otros analizan su comportamiento considerando diferentes parámetros como la edad, género, las interacciones sociales y las dinámicas que se establecen ya sea dentro del grupo con el que van al museo o con el personal de este; qué aprenden al visitar la exposición y qué tipo de emociones se generan por mencionar algunos. También existe una diversidad de instrumentos y metodologías para evaluar diferentes aspectos de la experiencia del visitante, incluyendo métodos cuantitativos y cualitativos. En el capítulo “Enfoque multiángulo, una contribución a la evaluación sumativa de la experienca museística”, Alba Patricia Macías Nestor, presenta diferentes estrategias de evaluación y propone una combinación de las mismas con el fin de tener una idea integral de la experiencia y de ofrecer criterios para el diseño de esta.

      Es recomendable llevar a cabo una evaluación interna y otra externa. La interna la puede realizar el equipo de trabajo realizador. Cada integrante del equipo deberá evaluar la parte que haya desarrollado. La evaluación de las distintas fases del proceso ayuda a delimitar problemas potenciales en cualquier etapa y proporciona criterios fundamentales para tomar decisiones de mejora o modificación del producto. Además de estas evaluaciones parciales es conveniente que una vez terminada la exposición todos los involucrados hagan una autocrítica; cada uno debe dar una opinión fundamentada de su participación.

      Así mismo, es altamente recomendable contar con una evaluación externa efectuada por profesionales que no hayan participado en el proyecto, a petición de la institución interesada en el estudio y a partir de determinadas indicaciones. Las evaluaciones deben reflejar en primer término las impresiones del público. También es sumamente enriquecedor tomar en cuenta a profesionales externos, para que opinen sobre el rubro de su competencia. Se puede incluir en el grupo consultado a científicos especialistas en los temas abordados, divulgadores de la ciencia y expertos en cada uno de los medios empleados.

      Toda la información obtenida de ambas evaluaciones –interna y externa– es importante y complementaria, por lo que se deben considerar sus resultados para llevar a cabo las modificaciones pertinentes.

      La mayoría de los estudios que se realizan son aplicables solo al contexto específico en que se llevaron a cabo. Sin embargo, los análisis comparativos de varios de estos estudios pueden arrojar resultados, como determinados patrones y tendencias, que contribuyan al campo de conocimiento.

      Studart et al. (2003) hace una distinción entre evaluación e investigación en MCC. Aunque en ambos se hacen estudios de público, la intención es distinta. La evaluación es un levantamiento sistemático de datos sobre determinados elementos expositivos, programas y actividades cuyo propósito es obtener información que sirva para mejorar los objetos estudiados. En cambio, la investigación tiene la finalidad de obtener conocimientos nuevos que puedan ser generalizados y que eventualmente sirvan como base para teorías. La evaluación surge de la necesidad de emprender una actividad específica a corto plazo. Además, tiene el propósito de buscar patrones en relación con diferentes rubros de la experiencia del museo, con el fin de contribuir al campo de conocimiento de los MCC.

      Desarrollar un proyecto museológico basado únicamente en la experiencia puede resultar en equipos museográficos deficientes, discursos que no se entienden o ambientes que no generan una experiencia agradable. Una corrección o modificación oportuna antes de abrir la exposición al público evita que se desperdicien recursos económicos, técnicos y hasta emocionales. Por lo tanto, la evaluación no debe verse como un “lujo intelectual”, un instrumento coercitivo, una forma de obtener información para “legitimar” lo que se invirtió o una pérdida de tiempo. La evaluación debe verse como un ingrediente indispensable de todo proyecto museológico y un instrumento que aporta criterios para el buen desarrollo del mismo, ya que permite tomar decisiones oportunas en las diferentes etapas de desarrollo del proyecto, minimizando los posibles errores. Por lo tanto, la evaluación debe verse como una inversión e incluirse tanto en el cronograma de actividades del proyecto como en el presupuesto.

      La investigación es esencial porque


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